jueves, octubre 13, 2016

La revolución de Gardel-Cabrujas

A 21 años de su mutis hay que revisar el teatro de este  brillante caraqueño.
Murió vivo y lo sobrevive su vastísima obra, además de su hijo Diego, concebido con su esposa Isabel Palacios. Nació el 17 de julio de 1937 en Caracas y le falló el corazón en Porlamar, el 21 de octubre de 1995. Era José Ignacio Cabrujas Lofiego, vitriólico y original intelectual que amó demasiado a esta Tierra de Gracia y quien sí enseñó las claves de su método, cabrujiano, para interpretarla. Lo recordamos para que nadie, inteligente y además patriota, lo borre de sus agendas y menos en este año cuando se cumplen 21 años de su desaparición física.
¿Si estuviese vivo y próximo a cumplir sus primeros 80 años, se habría definido entre ser chavista o escuálido, o vivir exiliado como escritor en Miami o en Ciudad de México, o ser simplemente un flamante y severo crítico de la Quinta República? Estamos seguros que no hubiese sido indiferente ante lo que ha ocurrido desde 1999.
A quienes les interese auscultar su credo político y deducir de ahí cuál sería su comportamiento ciudadano, les recomendamos revisar algunos de sus textos teatrales (tiene más de 15) y detenerse precisamente en el melodrama El día que me quieras (1978), leerlo detenidamente y deducir qué proponía al pueblo venezolano, siempre dispuesto a luchar por un proceso revolucionario. Y si la lectura resulta aburrida, como suele ocurrir con la literatura dramática, no queda sino esperar que otra vez Hector Manrique remonte ese espectáculo, logrado según la puesta en escena que le hizo para la temporada del 2005, el maestro Juan Carlos Gené.
El día que me quieras puede “leerse” como un melodrama de mujeres angustiadas en una Caracas sometida a un poder tiránico -transcurre en 1935 y desde Maracay manda el Benemérito- y cuyas vidas son alteradas para siempre porque las visita de improviso el legendario Carlos Gardel en su casa de La Pastora. Y ellas además descubren que el comunista Pío Miranda no lo es a conciencia, pero si es un chulo, quien sin piedad ha engañado, durante diez años a su enamorada María Luisa Ancizar, y además nunca la tocado más allá de lo permitido, porque la biología no le funciona sino en esa histórica Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
HONESTIDAD REVOLUCIONARIA
¿Qué quiso predicar Cabrujas? Que un verdadero revolucionario no es mentiroso jamás y lucha siempre por su ideología porque está plenamente convencido de ella y no porque quiere medrar, y además no abusa de la buena fe de quienes lo aman o creen en él. En síntesis: es el deber ser de un revolucionario venezolano, no sólo en el año 1935 sino para siempre.
Hay, por supuesto, otras “lecturas” posibles, pero todas tienen un denominador común: la honestidad de un revolucionario nunca puede ser puesta en tela de juicio. En síntesis: Cabrujas si creía en un proceso de necesarios y profundos cambios sociales, pero los mismos tenían que contar con hombres y mujeres convencidos y no por simple moda.
¿Y por qué Cabrujas metió a Gardel en esa diatriba contra los supuestos revolucionarios? Algunos afirman que lo hizo para respetar el origen del cuento familiar que lo impulso a pergeñar su sainete o su melodrama, otros apuntan que es para derrumbar esos mitos de la farándula que sirven para adormecer a las multitudes y hacerlas soñar en otros mundos supuestamente mejores. Sea lo que sea, la presencia de esa gran estrella latinoamericana es un viento fresco que anima a los personajes encerrados de esa casona de La Pastora, un teatro que prosigue convocando multitudes en esta Tierra de Gracia y donde se le exhiba.
Por supuesto que también es posible una lectura plana, esa que ayuda a la digestión y que no exige mayores complicaciones, pero estamos seguros que ese tipo de espectadores ya no existe en este país, después de largos 400 años de sufrida y constante vida teatral.
ESCUELA PARA LA TV
Difícilmente las nuevas generaciones de dramaturgos venezolanos podrán escribir o copiar a José Ignacio Cabrujas, pero sí hay un amplio grupo de guionistas de televisión que aprendieron de su maestro y ahora así lo demuestran. Eso lo dice el escritor y crítico Alí Rondón, quien asevera que dejó una escuela en correspondencia con el nivel de expectativas que genera la telenovela en estos tiempos. Cabrujas sostenía a pie juntillas que ese género latinoamericano por excelencia debía hacerse cada día mejor sin necesidad de transformarse en “maestrica de escuela”.
Se explayaba al decir que había llegado la hora de acabar con tantos agobios (la protagonista quedaba ciega, la arrollaba un carro, después la ponían presa). Insistía en que la audiencia también quería ver algo ameno, querían verse en términos de una gracia y un humor. Recomendaba enfatizar la construcción de un galán que tuviera tanto peso como la heroína de la historia., y que se le diera mayor peso a las subtramas secundarias para que no todo recayera sobre la historia de amor. Esa especie de decálogo suyo incluido en Y Latinoamérica inventó la telenovela (2002) finalizaba con la idea de subirles el nivel de exigencia a los actores, hacerles ver que éstos debían interiorizar, profundizar y emocionarse más al momento de construir sus personajes para un espacio dramático tan importante.
LE AGREGARON UNA S
El verdadero apellido de José Ignacio no es Cabrujas sino Cabruja. La ese (s) se la agregó el legendario periodista Lorenzo Batallan (España 28 de Octubre de 1925/ Caracas 24 de Diciembre de 1914) tras verlo en un montaje del Teatro Universitario de la UCV y redactar la respectiva reseña. Nunca aclaró porque lo hizo y el afectado tampoco reclamó y lo uso públicamente hasta el día de su muerte.
Batallan fue también el que apodó a Chalbaud, Chocrón y Cabrujas como  “La Santísima Trinidad”,  los artífices de El Nuevo Grupo, monumental empresa productora que durante 20 años (1968-1988) hizo el mejor teatro de texto venezolano.

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