sábado, julio 17, 2010

Inocente sangre derramada

El teatro copia la vida o la existencia humana lo imita. Interpreta las realidades que fabricamos los seres humanos. Sí, todo eso es una puñetera verdad, con no menos de cuatro mil años mal contados, e incluso, en ocasiones, el teatro es como un espejo mágico que reproduce casi siempre situaciones capaces de estremecer las entretelas de los espectadores con el dolor o el sufrimiento ajenos, y llegar incluso a provocar la anhelada catarsis entre la audiencia.
Y recordamos todo eso, porque la prensa de Caracas, del pasado 10 de julio, exaltaba la labor de las autoridades detectivescas y militares que capturaron, a sangre y fuego, a un grupo de plagiarios que cortaron el meñique derecho de Carmen Adelaida (siete años) para enviarlo como “fe de vida” a sus familiares e intentar así conseguir el pago de un sustancioso rescate, 300 mil bolívares fuertes, por la niña y su mamá Johana Nazareth, con cinco meses de embarazo. Los sicarios fracasaron en su chantaje, porque no todas las veces los malos salen victoriosos en sus fechorías, gracias a las singulares labores de la inteligencia policial del Cicpc y el GAES de la Guardia Nacional Bolivariana, en la zona de Coloncito, municipio Panamericano del estado Táchira.
Este sórdido suceso, escenificado en la candente frontera venezolana-colombiana, una copia al carbón de similares actos realizados también en México por sicarios empeñados en ganarse la vida con aterrorizar y torturar a sus conciudadanos, además de pretender imponer sus crematísticas exigencias, se puede equipar con la ficción dramática que escribió el catalán Sergi Belbel (Tarrasa 1963) en su obra La sangre, cuyo plausible espectáculo - está en avanzado proceso de desarrollo- presenta el grupo teatral Séptimo Piso, en el Celarg, bajo la audaz dirección de Dairo Piñeres. Invitamos, pues, a los lectores que acudan a presenciar ese trabajo artístico y después saquen sus conclusiones sobre lo que ahí verán y además comparen los hechos reales con los que plasma el arte teatral. La moraleja es obvia… pero instructiva.
Tema palpitante
Esta pieza de Belbel, como resume el director y versionista Piñeres, es una de las piezas más maduras de su repertorio. En La sangre se aborda un tema palpitante entre los grupos sociales de todo el mundo: el secuestro. En este caso, es una mujer, casada con un político, que ha sido plagiada por un grupo de supuesta afiliación terrorista. El pánico silencioso que encierra la trama se acentúa a través de una situación límite centrada en la relación que brota entre la secuestrada, cansada por sus viejas y sistematizadas creencias filosóficas, y sus secuestradores, quienes sólo cumplen su tarea escudándose en supuestos ideales. Otros personajes aparecen para plasmar una situación de desgaste y pérdida de valores sociales, porque el dramaturgo logra ahí un ingenioso traslado entre los personajes que rodean la situación, al mismo tiempo que sucede el secuestro, para mostrar variopintos temperamentos y comportamientos humanos, y proponer hasta una reflexión sobre temas como el poder político, los vínculos familiares entre padres e hijos, las autoridades con una responsabilidad que se le escapa de las manos, además el protagonismo déspota de un grupo delictivo que atenta de manera salvaje contra el individuo y la versatilidad de la mujer en nuestra sociedad.
Y aunque no debemos revelar el epílogo ni el colofón de la pieza, sí advertimos que el esposo, el político de marras, ha urdido todo ese tinglado, donde los delincuentes terminan por picar en varios pedazos a la mujer, para conquistar escalofriantes titulares de la prensa y todo el despliegue mediático, con miras a seguir ganando elecciones o ser ratificado en su cargo público. ¡El fin justifica los medios!, como diría Maquiavelo a los habitantes del siglo XXI.
Elenco de lujo
En este montaje, cuya maduración esta todavía en proceso, por las dificultades que tiene la estructura dramática, resultan plausibles las actuaciones de Carlos Díaz, Alexander Rivera, Janset Rojas, Adriana Galíndez, Melissa Inojosa, Morris Merentes, Varinia Arráez, Jesús Miguel Das Merces, Leyri Orozco y Dayana López. La producción es de Carlos Chacón, el vestuario recae sobre el oficioso Giovanni Duran y la excelente música es original en Juan Pablo García.
Teatro y fútbol
“Cuando no me queden cosas por probar en el teatro, me retiraré”, afirma Sergi Belbel, director artístico del Teatre Nacional de Catalunya. A pesar de las satisfacciones que le aporta ese trabajo, encuentra un inconveniente: no poder dar clases en el Institut del Teatre. “Lo echo mucho en falta. Para mí era un alimento; al mismo tiempo que enseñaba, aprendía de los jóvenes, de sus inquietudes”. Se ha ganado su reputación a base de dirigir producciones arriesgadas y escribir obras o guiones ágiles, ácidos e irónicos. Encuentra “mucho más divertido” dirigir, “porque no estás solo. Me gusta el contacto con la gente, compartir ideas, ilusiones y trabajo”. Pero lo que más le llena es escribir teatro. “Es un trabajo ingrato, lo haces solo en una habitación, no lo compartes con nadie, imaginas la crítica que te harán... Pero, a la larga, cuando compruebas que lo que has creado en la soledad de tu habitación tiene vida propia y sobrevive en el tiempo, con puestas en escena en diferentes culturas y lenguas que no son la tuya... ¡es fantástico!”. El reconoce que esta última década "ha sido bastante más estable y convencional que la de los noventa". De momento y hasta 2012 seguirá al frente del TNC y a la espera del estreno de su último texto, Fora de joc, donde habla de la crisis económica y del fútbol. "A mí el fútbol no me gustaba demasiado, pero Guardiola me está haciendo replantearme las cosas".

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