sábado, julio 24, 2010

Bajo la sombra de Wilde

A escasos 110 años de consumarse el sacrificio del poeta irlandés Oscar Wilde, porque se atrevió a romper sin recato las normas morales de una sociedad puritana y además predicó que “si ser distinto es un crimen yo mismo me colocaré las cadenas”, Caracas la horrible, como la llamó en una ocasión el mismísimo Simón Bolívar, durante la semana pasada fue testiga muda, pero no sorda, ante una victoria foránea por la reivindicación de las minorías y una lucha más por la igualdad social de los seres humanos, y también se convirtió en monumental y entusiasta platea viva para sendos eventos culturales. Tres espacios donde el autor de El retrato de Dorian Gray era cual sombra en el espejo o estaba presente para lanzar sus epigramas y dejar desquiciados a sus rivales, un ser fantasmal que reclamaba su parte por lo que estaba ocurriendo, como aquí lo reseñamos:
Bodas igualitarias
Durante la fría madrugada bonaerense del jueves 15 de julio de 2010, la sociedad argentina dio un paso gigantesco en su proceso democrático al reformar el Código Civil para borrar los escollos creados por las conductas sexuales y legitimar así los contratos o convenios matrimoniales entre contrayentes del mismo sexo. Eso instituyó las bodas entre homosexuales y convirtió a la patria de San Martín, Borges y Perón en el primer país en América Latina, y el segundo en América, después de Canadá, y el décimo en el mundo, que admite esos matrimonios o uniones igualitarias.
Wilde habría inventado un poema para los parlamentarios sureños y el pueblo que los acompañó hasta que aprobaron su trascendental acto legislativo, pero no estuvo ahí cuando brindaron por él con vino blanco y tarta de acelgas, en esa prolongada fiesta contra las mortíferas discriminaciones que aún quedan en el mundo.
Colombia, además de México (sólo en su capital federal) y Venezuela tienen notables avances en esas luchas reivindicativas, las cuales buscan legalizar uniones, garantizar derechos patrimoniales, de salud y de pensiones para todos.
Criollo colombiano
Al día siguiente, el viernes 16, aquí en Caracas se estrenó en los cinematógrafos públicos y privados la primera película venezolana sobre las aventuras rocambolescas de un transexual criollo. Cheila, una casa pa´ Maita, de Eduardo Barberena, guión de Elio Palencia, producida y distribuida por La Villa del Cine y Amazonia Films, genera controversias ya que su argumento principal plasma episodios sobre la vida de una mujer nacida en el cuerpo de un hombre. Se trata de un polémico largometraje que hace parte de la búsqueda de reivindicaciones y emancipaciones en que están empeñados casi todos los sectores de la comunidad. Endry Cerdeño, transexual nacido en Colombia, es el protagonista de una saga real que primero se conoció como teatro y después saltó a la pantalla para luchar contra “lo intolerable y aquellas mentes mediocres o pequeñas”, como también lo hizo Wilde.
Tres juicios
Y, por si fuera poco, en esa humedad noche de viernes, en la sala Escena 8, abrió su temporada la pieza Actos indecentes. Los tres juicios de Oscar Wilde, de Moisés Kaufman, una muestra didáctica del mejor teatro periodístico centrado en una indagación histórica sobre las vicisitudes que vivió y sufrió ese escritor (Dublín,1854/París,1900) por haberse atrevido a mostrar públicamente su amor hacia el joven Lord Alfred Douglas, en aquel Londres de finales del siglo XIX, y finalmente ser condenado por sodomita en el Reino Unido de su majestad la reina Victoria I, tatarabuela del actual rey Juan Carlos I de España.
Kaufman escribió una excelente pieza minimalista, de corte brechtiano y con técnicas del teatro documentalista de Peter Weiss, cargada de mucho humor, sabiduría y grandeza, además del didactismo que exige un tema como ese. Ahí explica las incongruencias de los tres procesos a que sometieron a Wilde: en el primero fue acusador y lo terminaron acusando; en el segundo es detenido preventivamente y en el último lo condenan a dos años de trabajos forzados, el 27 de mayo de 1895.
Wilde al quedar en libertad trató de rehacer su vida, pero ya estaba enfermo no solamente en su cuerpo sino en su alma. Su esposa y sus dos hijos lo repudiaron, se cambiaron el apellido, mientras que su amante confeso le rehuía por temor a perder los beneficios económicos que le entregaba su familia. “Y todos los hombres matan lo que aman, que lo oiga todo el mundo, unos lo hacen con una mirada amarga, otros con una palabra zalamera; el cobarde con un beso, el valiente con una espada”.
Sobre ese patético final de Wilde es que ahora Kaufman debe escribir y hacerle el último acto para que la saga teatral de un enamorado del amor, de aquel que advertía que quien vive más de una vida debe morir más de una muerte. Porque todavía se mata a la gente que se atreve como lo hizo el poeta, aunque no lleguen al desparpajo que él impuso en Londres y su revolucionaria conducta. Un artista que sigue fascinando por su inteligencia.
Ver a este espectáculo, en español y con artistas venezolanos reivindica al teatro venezolano, que no solo se destaca en la ultima década por los éxitos de Gustavo Ott y Johnny Gavlosvky, sino también por ese administrador comercial que devino en gran figura de la escena estadounidense, donde además ha insistido con su teatro de denuncia como lo hizo y hace aún con El proyecto Laramie, para arremeter otra vez contra la homofobia, como lo hace Moisés Kaufman (Caracas, 1963).
El espectáculo, creado por Kaufman y ejemplarmente llevado a buen puerto por Hausmann, que tiene un ritmo estremecedor y ejemplar, permite el lucimiento actoral de todos los que ahí participan además con conciencia de su labor histórica, especialmente de Javier Vidal que con su Wilde ha retomado al camino de las grandes composiciones actorales; es un renacer para Fernando Yvosky, quien fuera maestro de Kaufman, y una prueba de fuego para Karl Hoffmann, un primer actor versátil como pocos. De los comediantes menos conocidos hay que resaltan la labor de Juan Carlos Alarcón, Delbis Cardona y Eben Renán.
Ficha técnica
Obra: Actos Indecentes. Los tres juicios de Oscar Wilde. Autor: Moisés Kaufman. Elenco: Javier Vidal, Juan Carlos Alarcón, Karl Hofmann, Rolando Padilla, Fernando Yvosky, Delbis Cardona, Christian McGaffney, Elvis Chaveinte y Ebén Renán. Música: Salomón Lerner. Iluminación: Elizabeth Adans. Escenografía: Edwin Erminy. Vestuario: Eva Yvanyi. Producción artística: Marisela ·”Coco” Seijas. Producción: Yair Rosemberg para Palo de Agua y Tectonic Thearter Project. Dirección general: Moisés Kaufman y Michel Hausmann

Actos indecentes en Caracas

Mientras pueda distinguir entre los olores de las guayabas y los duraznos o las pomarrosas, estará vivo y en capacidad de soñar y hasta hacer posible la materialización de todos o algunos de esos anhelos. Reiteramos esto porque él se marchó a Nueva York (1987) para estudiar y trabajar. Diez años después impactó a la crítica y el público al atreverse a mostrar Actos indecentes. Los tres juicios de Oscar Wilde.
Ahora Moisés Kaufman (Caracas, 1963) ha querido hacer conocer entre sus compatriotas su exitosa ópera prima y se alió con Michel Hausmann y Producciones Palo de Agua para exhibirla en la sala Escena 8, con el mejor elenco que consiguieron: Javier Vidal, Fernando Yvosky, Karl Hoffmann, Juan Carlos Alarcón, Delbis Cardona, Ebén Renán, Rolando Padilla, Christian McGaffney y Elvis Chaveinte.
Es una muestra didáctica del mejor teatro periodístico centrado en una indagación histórica sobre las vicisitudes que vivió y sufrió ese escritor (Dublín, 1854 /París, 1900) por haberse atrevido a mostrar públicamente su amor hacia el joven Lord Alfred Douglas, en aquel Londres de finales del siglo XIX, y finalmente ser condenado por sodomita en el Reino Unido de su majestad la reina Victoria I, tatarabuela del actual rey Juan Carlos I de España.
Kaufman escribió una excelente pieza minimalista, de corte brechtiano y con técnicas del teatro documentalista de Peter Weiss, cargada de mucho humor, sabiduría y grandeza, además del didactismo que exige un tema como ese. Explica las incongruencias de los tres procesos a que sometieron a Wilde: en el primero fue acusador y lo terminaron acusando; en el segundo es detenido preventivamente y en el último lo condenan a dos años de trabajos forzados (27 de mayo de 1895).
Ver este espectáculo, en español y con artistas venezolanos reivindica al teatro nacional, que no sólo se destaca en la ultima década por los éxitos de Gustavo Ott y Johnny Gavlosvky, sino también por ese administrador comercial que devino en gran figura de la escena estadounidense, donde además ha insistido con su teatro de denuncia como lo hizo y hace aún con su también exitoso espectáculo El proyecto Laramie, para arremeter otra vez contra la homofobia, como lo hace Kaufman.
El montaje, creado por Kaufman y ejemplarmente llevado a buen puerto por Michel Hausmann, que tiene un ritmo estremecedor y ejemplar, permite el lucimiento actoral de todos los que ahí participan además con conciencia de su labor histórica, especialmente Vidal que con su Wilde ha retomado al camino de las grandes composiciones actorales; es un renacer para Yvosky, quien fuera maestro de Kaufman, y una prueba de fuego para Hoffmann, un primer actor versátil como pocos. De los comediantes menos conocidos hay que resaltan la labor de Cardona y Eben Renán.
Sobre el patético final de Wilde, execrado por su familia y humillado por la sociedad que antes lo aplaudió es que ahora Kaufman debe escribir un último acto o epilogo para que la saga teatral de un enamorado del amor, quien advirtió como quien vive más de una vida debe morir más de una muerte. Porque todavía se mata a la gente que se atreve como lo hizo el poeta, aunque no lleguen al desparpajo que él impuso en Londres y su revolucionaria conducta. Un artista que sigue fascinando por su inteligencia.

sábado, julio 17, 2010

El marinero Pessoa-Mendieta

Cumplió 50 años y desde los 16 hace teatro profesional. El falconiano Germán Mendieta comenzó en Duaca, al actuar en la obra Nuestro padre Drácula de Rodolfo Santana, dirigido por Juan José Lugo. Tras instalarse en Caracas, hacia 1977, y estudiar en la Escuela Superior Juana Sujo, hizo su mejor aprendizaje con el Rajatabla de Carlos Giménez, donde asumió roles vitales, como ser protagonista del espectáculo El coronel no tiene quien le escriba, al sustituir a Pepe Tejera, entre otros. Y ahora, porque es leal y consecuente, se va de gira con el Rajatabla de Francisco Alfaro: llevan hacia escenarios argentinos la comedia dramática Trastos viejos de Javier Vidal.
Mendieta siempre quiso crear espectáculos y disfrutar así las artes escénicas desde la silla del director y para ello nada mejor que generarlo con alumnos del Taller Nacional de Teatro de Rajatabla. Ahí, a lo largo de la primera década de esta crispada centuria, montó piezas como El peligroso encanto de la ociosidad de Gilberto Pinto, El rey Momo de José Domínguez, El maleficio de la mariposa de Federico García Lorca, De melocotón a rojo alucinante y Pechos de niña de Romano Rodríguez y Soy García de Luis García Arau y Javier García Yague. En silencio, sin fanfarrias, aprendiendo de los aciertos y cuidando no repetir los mismos errores, ha avanzado, siempre con discreción para no suscitar verdes envidias.
Y ahora, en homenaje al amigo que “se fue de gira”, Ricardo Lombardi, buscó el texto El marinero del poeta lusitano Fernando Pessoa (1888/1935), al cual precisamente, en la década de los ochenta, le había dado vida escénica. "Su espectáculo me quedó en la memoria y ahora para acentuar esa saudade, se lo propuse a Carmen Jiménez, directora del Laboratorio Teatral Anna Julia Rojas, como reto singular para Cristina Klatt, Karla Fermín y Olivia Parra, ex alumnas de Horacio Peterson. No fue fácil, algunos tropiezos nos retrasaron seis meses, pero nos armamos de valor, talento y ganas de hacer las cosas. Mi lucha ha sido para que las actrices cada día sean más perfectas, dedicadas al oficio y cuyo norte sea la disciplina. En mi rol de director no dejo de ser actor, porque es muy difícil como artista separar esos dos estadios de la creación teatral. Y aquí, en este drama poético, muy existencial además, la palabra es la protagonista”.
El marinero (1913), único texto teatral completo de Pessoa, es considerado obra filosófica escrita con elevado lenguaje y que péndula entre ser poesía dramática o drama estático. El director Mendieta se movió, inteligentemente, entre esos extremos y buscó un punto neutral para no afectar al público y dejar bien clara la historia de tres doncellas que velan el cadáver de una cuarta en un castillo, al tiempo que reflexionan sobre la identidad y si es más real lo vivido que lo soñado. ¿Shakespeare o Calderón de la Barca?
Es filosofía y no otra cosa lo que los personajes dicen de manera conmovedora, sin caer en cursilerías, porque está bien dirigida esa tripleta de actrices, que deben ser inigualables en comedias molierescas o quizás de autores contemporáneos. Es, pues, un espectáculo para reflexionar sobre la muerte como prolongación obligatoria de la vida. Es un montaje que se le ofrece al público caraqueño ansioso de otras alternativas, que, en esta ocasión, está en el espacio gerenciado por Carmen Jiménez para perpetúar el legado del maestro Peterson (22 de abril de 1922/25 de noviembre de 2002), el gran artifice del Ateneo de Caracas, en los tiempos de Anna Julia Rojas y María Teresa Castillo de Otero Silva.





Inocente sangre derramada

El teatro copia la vida o la existencia humana lo imita. Interpreta las realidades que fabricamos los seres humanos. Sí, todo eso es una puñetera verdad, con no menos de cuatro mil años mal contados, e incluso, en ocasiones, el teatro es como un espejo mágico que reproduce casi siempre situaciones capaces de estremecer las entretelas de los espectadores con el dolor o el sufrimiento ajenos, y llegar incluso a provocar la anhelada catarsis entre la audiencia.
Y recordamos todo eso, porque la prensa de Caracas, del pasado 10 de julio, exaltaba la labor de las autoridades detectivescas y militares que capturaron, a sangre y fuego, a un grupo de plagiarios que cortaron el meñique derecho de Carmen Adelaida (siete años) para enviarlo como “fe de vida” a sus familiares e intentar así conseguir el pago de un sustancioso rescate, 300 mil bolívares fuertes, por la niña y su mamá Johana Nazareth, con cinco meses de embarazo. Los sicarios fracasaron en su chantaje, porque no todas las veces los malos salen victoriosos en sus fechorías, gracias a las singulares labores de la inteligencia policial del Cicpc y el GAES de la Guardia Nacional Bolivariana, en la zona de Coloncito, municipio Panamericano del estado Táchira.
Este sórdido suceso, escenificado en la candente frontera venezolana-colombiana, una copia al carbón de similares actos realizados también en México por sicarios empeñados en ganarse la vida con aterrorizar y torturar a sus conciudadanos, además de pretender imponer sus crematísticas exigencias, se puede equipar con la ficción dramática que escribió el catalán Sergi Belbel (Tarrasa 1963) en su obra La sangre, cuyo plausible espectáculo - está en avanzado proceso de desarrollo- presenta el grupo teatral Séptimo Piso, en el Celarg, bajo la audaz dirección de Dairo Piñeres. Invitamos, pues, a los lectores que acudan a presenciar ese trabajo artístico y después saquen sus conclusiones sobre lo que ahí verán y además comparen los hechos reales con los que plasma el arte teatral. La moraleja es obvia… pero instructiva.
Tema palpitante
Esta pieza de Belbel, como resume el director y versionista Piñeres, es una de las piezas más maduras de su repertorio. En La sangre se aborda un tema palpitante entre los grupos sociales de todo el mundo: el secuestro. En este caso, es una mujer, casada con un político, que ha sido plagiada por un grupo de supuesta afiliación terrorista. El pánico silencioso que encierra la trama se acentúa a través de una situación límite centrada en la relación que brota entre la secuestrada, cansada por sus viejas y sistematizadas creencias filosóficas, y sus secuestradores, quienes sólo cumplen su tarea escudándose en supuestos ideales. Otros personajes aparecen para plasmar una situación de desgaste y pérdida de valores sociales, porque el dramaturgo logra ahí un ingenioso traslado entre los personajes que rodean la situación, al mismo tiempo que sucede el secuestro, para mostrar variopintos temperamentos y comportamientos humanos, y proponer hasta una reflexión sobre temas como el poder político, los vínculos familiares entre padres e hijos, las autoridades con una responsabilidad que se le escapa de las manos, además el protagonismo déspota de un grupo delictivo que atenta de manera salvaje contra el individuo y la versatilidad de la mujer en nuestra sociedad.
Y aunque no debemos revelar el epílogo ni el colofón de la pieza, sí advertimos que el esposo, el político de marras, ha urdido todo ese tinglado, donde los delincuentes terminan por picar en varios pedazos a la mujer, para conquistar escalofriantes titulares de la prensa y todo el despliegue mediático, con miras a seguir ganando elecciones o ser ratificado en su cargo público. ¡El fin justifica los medios!, como diría Maquiavelo a los habitantes del siglo XXI.
Elenco de lujo
En este montaje, cuya maduración esta todavía en proceso, por las dificultades que tiene la estructura dramática, resultan plausibles las actuaciones de Carlos Díaz, Alexander Rivera, Janset Rojas, Adriana Galíndez, Melissa Inojosa, Morris Merentes, Varinia Arráez, Jesús Miguel Das Merces, Leyri Orozco y Dayana López. La producción es de Carlos Chacón, el vestuario recae sobre el oficioso Giovanni Duran y la excelente música es original en Juan Pablo García.
Teatro y fútbol
“Cuando no me queden cosas por probar en el teatro, me retiraré”, afirma Sergi Belbel, director artístico del Teatre Nacional de Catalunya. A pesar de las satisfacciones que le aporta ese trabajo, encuentra un inconveniente: no poder dar clases en el Institut del Teatre. “Lo echo mucho en falta. Para mí era un alimento; al mismo tiempo que enseñaba, aprendía de los jóvenes, de sus inquietudes”. Se ha ganado su reputación a base de dirigir producciones arriesgadas y escribir obras o guiones ágiles, ácidos e irónicos. Encuentra “mucho más divertido” dirigir, “porque no estás solo. Me gusta el contacto con la gente, compartir ideas, ilusiones y trabajo”. Pero lo que más le llena es escribir teatro. “Es un trabajo ingrato, lo haces solo en una habitación, no lo compartes con nadie, imaginas la crítica que te harán... Pero, a la larga, cuando compruebas que lo que has creado en la soledad de tu habitación tiene vida propia y sobrevive en el tiempo, con puestas en escena en diferentes culturas y lenguas que no son la tuya... ¡es fantástico!”. El reconoce que esta última década "ha sido bastante más estable y convencional que la de los noventa". De momento y hasta 2012 seguirá al frente del TNC y a la espera del estreno de su último texto, Fora de joc, donde habla de la crisis económica y del fútbol. "A mí el fútbol no me gustaba demasiado, pero Guardiola me está haciendo replantearme las cosas".

sábado, julio 10, 2010

Cabrujas está ahí

A 73 años de su grito primario y antes de tres lustros del mutis final, Venezuela ya conoce una parte del legado literario de José Ignacio Cabrujas Lofiego. Gracias al tesón del crítico Leonardo Azpárren Jiménez (Barquisimeto, 1941), apoyado por la Editorial Equinoccio de la Universidad Simon Bolívar y el patrocinio de una entidad bancaria, ya circula la primera edición de su Obra dramática, unas 1.300 páginas en dos tomos.
Azpárren Jiménez, profesor titular de la UCV, quien contó con la asistencia de Gloria Soares para la investigación, informa que esos primeros libros únicamente reúnen 16 obras de Cabrujas. Este proyecto no se limita solo a sus piezas de teatro; aspira presentar aspectos poco o nada conocidos suyos, distintos al Cabrujas de su columna de prensa sobre la cual se han hecho dos ediciones. “El trabajo de compilación se inició en medio de una incertidumbre porque había que determinar cuántas había escrito y cuáles de ellas estaban disponibles, más allá de las publicadas”. Esta edición de su Obra dramática es el primer resultado. Vienen otros dos tomos. “Es decir, aún falta casi un año de preparación y producción”.
-¿Cuál es el espíritu que anima esta compilación?
- Dar a conocer el teatro de Cabrujas, que suma casi 20 obras, porque de él se tiene la imagen de sus piezas fundamentales (Profundo, Acto cultural, El día que me quieras y El americano Ilustrado). También queremos dar a conocer al ser humano y al creador. En su dramaturgia el lector encontrará a un escritor prolijo y diverso, aunque con ideas rectoras constantes desde su primera obra de 1957, escrita a los 20 años (Baile detrás del espejo).
-¿Cómo estructura lo que no se incluyó en los dos primeros volúmenes?
- El tercer tomo –En nombre del rey y otros textos- reúne ocho textos de diversas calidades y funciones. Lamentablemente, sigue desaparecida Los insurgentes, por lo que no podemos hablar de sus obras completas. Pero, gracias a amigos comunes, fue posible rescatar Baile detrás del espejo, El nombre del rey y fragmentos de Pinocho. También publicaremos textos para performances hechas con Rolando Peña y otros espectáculos, como Tres torres, tres silencios, tres erguidas soledades (1980), con música de Aldemaro Romero, para conmemorar el sesquicentenario de la muerte de Simón Bolívar; o El camino de Santiago (c.1993), un oratorio inspirado en un cuento de Alejo Carpentier del mismo nombre. El cuarto volumen, Cabrujas habla y escribe, recoge entrevistas, conversaciones, conferencias y otros textos desde 1972. En ellas se refiere, fundamentalmente, a su situación en y ante el país; habla de su vida, de sus obsesiones, de sus contradicciones y de sus frustraciones. En síntesis, permite conocer al ser humano y al mundo que subyace en su obra de creación. Este tomo es, según mi opinión, indispensable para una re-lectura de su obra dramática y para ubicarlo mejor en el contexto del teatro y de la cultura de nuestro país.
-¿Tienen vigencia esas obras o algunas son más importantes que otras?
- Como todo dramaturgo, en su producción se encuentran varios niveles de calidad. Lo más importante es su interés y la preocupación constantes por comprenderse como ciudadano de un país y comprender a su país. Aunque sólo escribió cuatro obras a partir de temas históricos –Baile detrás del espejo (1957), Juan Francisco de León (1959), Los insurgentes (1961) y El nombre del rey (1963)- en todo su teatro está planteada la necesidad de una comprensión histórica de los conflictos representados. Este mero hecho le da una gran vigencia a cualquiera de sus obras, incluso para comprender su evolución como escritor. Tal es el caso de Venezuela barata (1965-66), texto conservado por Nicolás Curiel y desconocido hasta ahora, que es el embrión de la poética que desarrolló en sus obras principales a partir de Profundo (1971).
-¿Cómo definir los aportes de Cabrujas a la dramaturgia?
- Estamos ante un dramaturgo cuyo universo dramático tiene un perfil exclusivo en el diseño de los personajes, arquetipales y exclusivos, y en el sistema de valores y creencias que sostiene las situaciones básicas de enunciación de sus obras. Estos dos elementos son, creo, los que le dan la significación a su teatro, con independencia de la variedad de fábulas e intrigas representadas en casi 40 años, entre 1957 y 1995. Con esos elementos construye una mirada aguda y, diría, muy dolorosa del país y de su gente. Es interesante observar que cuando se deshizo de la camisa de fuerza de su militancia comunista, alrededor de 1965, cuando la historia le cayó a patadas según sus propias palabras, descubrió a la gente común. Entonces comenzó a escribir otro tipo de teatro, en el que los fracasados, según él mismo lo dijo, pasaron a ser sus protagonistas.
-¿Existe una compilación de ensayos sobre su dramaturgia?
- Sobre la dramaturgia de Cabrujas se han escrito algunos libros y tesis universitarias, en general parciales por no conocerse su obra completa. Están el trabajo de maestría de Yoyiana Ahumada y los de licenciatura de Claudy De Sousa y Hugo Pagés, Gloria Soares y Luís Alberto Rosas y los libros de Francisco Rojas Pozo y mío. Afortunadamente, después de las ediciones de Equinoccio será posible estudiar toda su producción.
Trascendencia
“No me importa la trascendencia. Yo me muero y acepto que mi obra muera conmigo. Me importa la eficacia Me niego a participar en la imagen del hombre culto, no quiero ser un adornador social ni quiero un cargo diplomático”, declaró José Ignacio Cabrujas Lofiego (Caracas,17.07.1937/Porlamar, 21.10.95), a la prensa el 21 de diciembre de 1980. ¡Que lejos estaba de todo lo que iba a pasar después y del esfuerzo de sus amigos para preservar su pensamiento presente en su vasta obra!
Cuidado con excesos
Leonardo Azpárren Jiménez puntualiza que en estos tiempos de postmodernidad y de pérdida de la coherencia narrativa, es arriesgado hablar de una preceptiva para escenificar los textos cabrujianos, “porque no es extraño que los textos de los autores sean descuartizados en beneficio de cualquier guilindajo escénico. Para mí, es indispensable tener una comprensión profunda y sustentada del significado del texto dramático. Como lo recomendó Hamlet a los cómicos: que la acción acompañe a la palabra y que la palabra acompañe a la acción. Es la justa medida para evitar cualquier exceso”.

Vagones para el amor

El comediante Fausto Verdial y el director Daniel Farias salieron de escena. La primera actriz America Alonso vive y recuerda el éxito de público y de crítica que cosecharon por la comedia Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? del teatrero español Adolfo Marsillach, con la cual hicieron ocho meses de temporada en la sala Cadafe, en 1986.
Para evocar a los ausentes y exaltar a la sobreviviente intérprete, quien, precisamente en 1952, debutó con Nuestra Natacha de Alejandro Casona, el director Daniel Uribe, los actores Henry Soto y Ana Karina Casanova, y el productor Jean Carlos Du Boulay, remontaron ese ya famoso texto sobre una pareja que hace “cortocircuito” en un vagón del Metro de Caracas e inicia una interminable aventura en pos de la felicidad.
América Alonso presenció ahora la primera función de la versión siglo XXI de Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, en el Celarg, donde se resumen buena parte de las experiencias de un chica y un hombre, quienes, a partir de sus naturales curiosidades, emprenden una insaciable relación y tras 30 días se casan para cumplir con los formalismos, pero después asumen que se equivocaron y rompen…y como no pueden vivir en soledad, vuelven a unirse para separarse otra vez… y así irán repitiendo sus amoríos hasta el infinito.
El director Uribe recibió el abecé teatral del propio Carlos Giménez, además de la pasión y disciplina que hay que ponerle a cada una de las tareas artísticas y por eso asegura haber montado no menos de 80 piezas. Advierte, al escenificar su versión del texto de Marsillach, que es creador y hace su propia lectura de cada obra. Pero él siempre cuida de no deteriorar la esencia del original, porque degradaría el trabajo del autor. Su misión aquí, además, fue comprimir situaciones, eliminar algunas y dejar las básicas para echar bien el cuento de dos amantes que hacen lo imposible para no quedarse solos y decirle al público la necesidad que tienen las parejas de ser sinceras. La comedia tiene su moraleja, porque el problema de todos los amantes es la ausencia de transparencia en sus relaciones humanas y en las íntimas, mucho más.
Tanto Henry Soto como Ana Karina Casanova calzan muy bien los zapatos y los diversos atuendos de sus enamoradizos personajes y, como el montaje es minimalista hasta el extremo, se ven obligados a ingeniárselas para darle al público cada uno de los contextos donde hacen vivir a sus apasionados entes. Y todo eso lo realizan a una velocidad vertiginosa, donde los cambios de indumentarias y de situaciones se sobreponen de tal manera que los obligan a romper la cuarta parte y reírse, con la complicidad del crítico de las mil cabezas, ante el apuro que llevan. En síntesis, logran, a cabalidad, sus objetivos artísticos y la audiencia aplaude agradecida esos 80 minutos del ritual sobre el amor y las vicisitudes que impone para disfrutarlo y retenerlo por un tiempo. ¡Oportuno, delicioso y educativo montaje sobre ese sentimiento que justifica la vida misma!
Genio y figura
Pero el éxito artístico de este montaje, y de eso no nos queda duda alguna, radica en la claridad de conceptos y en el oficio adquirido por Daniel Uribe (San Fernando de Apure, 1959), quien sabe que el teatro, como evento escénico, es la suma de la dramaturgia, las actuaciones y el espectáculo como tal. A él no le gustan las lecturas dramatizadas porque les falta el montaje, esa magia que conmueve al público. En Rajatabla aprendió lo básico y poco a poco fue buscando su propia estética, o sea buscando un tono intimista en sus puestas en escena, muy lejos de los montajes aparatosos. Reconoce que los directores tienen muchos problemas con sus necesidades de comunicación, pero que todo lo sublima acentuando su trabajo con los actores y para ello su guía es América Alonso, “una auténtica maestra, como pocas quedan en este país”.Tampoco acepta los denuestos que algunos hacen del teatro comercial y rechaza que el adjetivo “comercial” sea tomado peyorativamente. Para él, el mejor teatro es el teatro lleno y reitera que todo montaje debe ser comercial, porque el público necesita comprar productos teatrales de alta calidad. “Todo el teatro que aquí se hace es para el público y se le ofrece además una taquilla. En principio todo teatro es comercial, salvo el que se hace gratuitamente para el público, pero su producción la paga alguien, casi siempre el Estado o un ente particular”.

sábado, julio 03, 2010

Nadie se puede dormir

Hay que admitir una puñetera verdad: Carlos Giménez murió el 27 de marzo de 1993. Y Rajatabla, su diezmada agrupación, tras de deambular por el mundo, cual emula de Juana La Loca, exhibiendo los mejores espectáculos por él inventados, ya cambió de estrategia para sobrevivir, no sólo en lo físico sino también en lo artístico, unas cuantas décadas más.
La Rajatabla del siglo XXI, que conduce el gerente-capitán Francisco Alfaro, se cansó de pretender ser la mejor o la de más avanzada estética, en la modesta cornisa que ahora ocupan todas las artes escénicas venezolanas. Optó por dedicar esfuerzos y sueños a la producción y exhibición de dramaturgia criolla, para lo cual organizó dos concursos y seleccionó así los mejores textos. ¡Nadie más hace eso, por ahora!
En ese audaz experimento que la obliga a inventarse los métodos para financiarlos, la institución rompelanzas en buen momento por los autores nacionales, esos quienes casi siempre han sido ninguneados por otros grupos o por los empresarios crematísticos. De estar vivo “el capo”, seguramente habría armando rumbosos festivales en todo el país con producciones ambiciosas para hacer degustar a tales creadores de literatura dramática, al mismo tiempo que promocionaba las nuevas generaciones de comediantes. ¡Esos eran los horizontes que se había impuesto aquel huracanado argentino!
Pero la puñetera realidad es otra, y compleja además, porque el edificio donde Rajatabla ha permanecido desde los años 70 no le pertenece, no es dueña, ni inquilina, ni pisataria y ahora tendrá que compartirlo con Unearte, singular especie de condominio para fortalecer al teatro, como tal, gracias a la decisión de la actual directiva universitaria, pero eso todavía no es oficial.
Siete y un prólogo
Para los festejos de los que serán los 40 años de la fundación de Rajatabla, el próximo 27 de febrero, porque es la meta que se impuso Alfaro y su gente, seleccionaron la extraña y poética pieza de Rodolfo Santana (1940), Obra para dormir al público, que inauguró la larga temporada 2010-2011 y acordaron además producir los montajes de los textos Honor a mis padres de Elio Palencia, Mi reino por un sueño de José Antonio Barrios, Yo soy John Lennon de Paúl Salazar, Agridulce de Glener Morales, El robo de la arrobita (teatro infantil) de Carmen García Vilar, Nosotras de Marisabel Dávila Lobos y El más mejor de Roberto Azuaje.
Además, Rajatabla ofrece una muestra de lecturas dramatizadas de otros seis títulos que por su calidad merecen ser conocidos. Es una programación que además contará, obviamente con el pleno respaldo de la Universidad Nacional Experimental de las Artes, como socio estratégico. En síntesis: un veterano abre puertas a un experimento que resulta hasta novedoso en estos tiempos revueltos, donde lo que otros buscan es lucrar…pero sin arriesgar.
Santana en escena
Obra para dormir al público
, de uno de los dramaturgos venezolanos de mayor trascendencia histórica y a quien se homenajea en esta II Muestra Rajatabla de Dramaturgia Nacional, fue estrenada el viernes 18 de junio, a las ocho de la noche en la Sala Rajatabla. Se le puede interpretar como síntesis de su abundante producción (no menos de 100 piezas) desplegada durante unas cinco décadas. Ahí, por intermedio de una audaz metáfora, el autor explora al ser humano como producto del inconformismo social, que incluso sacrifica su bienestar personal, y hasta el colectivo, por sueños lejanos y casi siempre sin esperanza.
La anécdota se centra en las vicisitudes de una mujer aferrada a un bol de vidrio o plástico que encierra a una extraña lechuga rusoholandesa, símbolo del amor y de otras cosas más de ese ser que evoluciona y quiere ser libre para hacer de su vida lo que se propone.
El autor aplica diálogos poéticos, recargados de barrocas imágenes para poetizar la realidad teatral de un hombre, su pareja y su hija (en tres edades), condenados o encadenados a un singular “invernadero” donde filosofan sobre la existencia, sobre el simple y maravilloso hecho de vivir, sobre nuestras costumbres y nuestro país venezolano, pero también sobre el deseo de salir, de huir, de encontrar en otras latitudes nuevas experiencias y conocimientos, para así darnos cuenta más tarde de la inutilidad de la vida y la continua añoranza por el retorno, por el reencuentro de nuestras raíces, el regreso a la tierra y la desaparición en la nada.!Existencialismo tropical!
La puesta en escena se materializa en desfiles ceremoniales de fantasmas bucólicos, vestidos con telas transparentes o tules, seres fantásticos que viven en una extraña ensoñación, mientras la pista musical pretende inducir al relax o al sueño a la audiencia. De, ahí, al parecer, su original titulo.
Según palabras de Santana, “esta pieza se plantea acceder a territorios poco conocidos en la percepción del espectador, en este caso los dominios y misterios del sueño, sostenido en tramas, sonidos, imágenes que inciten al mismo. Posee, igualmente, una fábula sencilla pero demoledora: los grandes cambios que vienen se dirigen al alma humana. Es pues, desde mi perspectiva como autor una obra para experimentar sensaciones y reflexiones”.
No creemos que germine polémica alguna con este espectáculo, el cual no duerme a nadie, porque su acción atrapa de principio a fin y permite incluso reflexionar sobre la evolución que vive Santana como escritor, aunque mañana puede aparecer con otra saga tan fantástica como Nuestro padre Drácula, la primera obra que le vimos en los años 70, en el ya desaparecido teatro caraqueño “Leoncio Martínez”.
Ficha técnica
En Obra para dormir al público participan Gerardo Luongo, Dora Farías, Miriam Pareja, Tatiana Mabo y Eliana Terán, acompañados por no menos de 40 alumnos del Taller Nacional de Teatro. La jefatura técnica es de Ángel Pájaro, El trabajo de voz y selección musical de Simona Chirinos. El trabajo corporal de Soraya Orta, la iluminación de David Blanco, la escenografía de Héctor Becerra, y la producción general de Francisco Alfaro. La dirección es de José Domínguez, mientras que el vestuario y la puesta en escena son logradas por Rufino Dorta.




Cabrujas el provocador

Murió vivo y gracias a su legado teatral genera múltiples reflexiones. Sus piezas (16, por ahora), compiladas y publicadas en dos tomos (Obra dramática) , gracias al crítico Leonardo Azpárren Jiménez y al soporte de una institución financiera, conjuntamente con la editorial Equinoccio de la Universidad Simon Bolívar, deben atraer la atención de sus familiares y amigos, para que nadie más abuse de su ausencia y dañe con torpezas su literatura dramática, con lo cual pueden negar, por ignorancia o perversión, lo predicado sobre Venezuela, a la que amó entrañablemente. Nos referimos, pues, al más lúcido y comprometido intelectual del siglo XX, José Ignacio Cabrujas (Caracas, 17 de julio de 1937/ Porlamar, 21 de octubre de 1995).
Parafraseando al compilador Azpárren Jiménez podemos afirmar que el teatro de Cabrujas se desplaza sobre dos patinetas: la gente, o los diferentes conglomerados criollos a través de los siglos XIX y XX, y la saga nacional, esa suma de sucesos vividos por ganadores y perdedores. Todo eso lo utilizó el dramaturgo para crear situaciones y personajes criollos, como los que muestra en Profundo (1971), considerada la mejor de su producción dramatúrgica.
Cabrujas bien conocía costumbres y tradiciones de su pueblo. Y en Profundo plasma a una familia pobre, campesina e ignorante, empeñada en salir de abajo con la búsqueda del tesoro de un difunto sacerdote en el patio de la casa donde moran. Los atrae la riqueza, aunque no sepan lo que harán con ella, y son manipulados por una sacerdotisa que les monta un tinglado para conjurar fuerzas mágicas que les entregarán un arcón con morrocotas. Pero todo es una superchería y al final llega el desencanto ante el fracaso, pero estos no pierden la esperanza del día siguiente.
Hay ahí una obvia crítica a la sociedad venezolana y sus mandatarios que han desgobernado al acentuar la ignorancia utilizando la religión y sus mitos como mecanismos de dominación sobre los menos culturizados, los más pobres. Se enseña como sólo el trabajo puede crear riqueza y que lo oculto hay que descubrirlo primero y saberlo gerenciar después, porque cuando se agote vienen los dolores de cabeza que conocen muy bien los pobres. Es una metáfora sobre el petróleo y sus nefastas consecuencias para el desarrollo coherente de una nación.
Pero si a Profundo se le amputan diálogos y acciones, especialmente cuando cavan en el patio de la casucha, y se le minimizan sus símbolos críticos políticos, se le convierte en un elemental sainete para ridiculizar al auto sacramental del Nacimiento de Jesús de Nazaret, al cual representan para festejar el ánima del cura que les dejó el supuesto tesoro. Todo eso agudiza la burla a la religión, como si fuese el único problema de esos seres, y se soslaya el abuso del Poder (clases económicas y políticas), que ahí ha subrayado Cabrujas, y por eso viven en ese estadio de semisalvajismo prehistórico. Para nadie es un secreto que las religiones son el brazo ideológico de todos los que detentan o son el Poder desde que comenzó la historia, aunque en ocasiones los poderosos terrenales entra en conflicto con ese poder “divino” y aparecen jefes ateos y demás profetas disfrazados de materialistas. ¡Aquí, el humor es otro perverso trapo rojo para distraer a la audiencia!
Esas amputaciones y otras cosas más se ponderaron en el desangelado montaje de Profundo, dirigido por Francisco Salazar, exhibido en la sala Anna Julia Rojas de Unearte para graduar a un puñado de nuevos profesionales del teatro, como son Ana González, Steven Rosas, Anriannys Acevedo, Ángel Chávez, María José Mata, Esteven Rosas, César Augusto Roa, Miguel Ángel Díaz, Yeliana Flores y Eileen Flores. Todos ellos tendrán ahora que buscar diversos trabajos artísticos, por supuesto; es ahora que comienzan la dura brega de ganar prestigio como teatreros.
Aquí, por supuesto, hay que admitir que los directores de teatro o puestistas son los amos y señores de los espectáculos, quienes, apuntalados en la libertad de creación, que en ocasiones son sinónimo de libertinaje, para desvirtuar lo que otros hicieron bien, pueden mejorar o empeorar los textos que caen sus manos. Salazar, de quien tenemos una óptima referencia después de haberle visto el montaje que hizo de Príncipe Azul, de Eduardo Griffiero, se excedió con el ausente Cabrujas y le quitó a Profundo toda una serie de situaciones y diálogos críticos, ademas le agregó música operática y hasta una narración en off del mismo autor.
Profundo es criollo de principio a fin, es Venezuela, pues, y no requiere de exquisiteces foráneas, únicamente exige autenticidad, como lo sugirió su autor, quien no dejó manuales de cómo montar sus textos, por la misma sencillez de sus estructuras y la diafanidad de sus textos, fáciles de comprender, tanto por tirios como troyanos, pero muy delicados, porque cuando se les borra algo, es como quitarle el minutero a un fino Rolex de pulsera.
Este montaje lo vimos en su estreno y en el reestreno, con un intervalo de no más de ocho días, porque desencadenó una reyerta de malentendidos, de tales proporciones, que ni Albert Camus la hubiese orquestado tan bien, pero al final se resolvió, salomónicamente, con un espectáculo más maquillado, con muchas luces impactantes y multicoloridas, y, como es obvio, con más seguridad por parte sus actores en sus roles.
Gracias al inesperado estira y encoje con el destino escénico de Profundo, fue que pudimos revisar el texto que legó Cabrujas y al compararlo con todo lo que nos llegó desde la escena, hemos tenido que reconocer que no tiene profundidad ideológica tal espectáculo, al cual puede calificársele como divertido, sazonado picarescamente con un gratuito personaje travestido, como cualquier comedia comercial, esas donde se banalizan los temas y los argumentos, además del uso de interpretes destacados en la televisión y, por supuesto, y cobran las entradas.
Pero ese no es el texto Profundo que pasó a la historia en sus montajes de 1971 y 1997. Un texto político, que no es lo mismo que politiquero, como recuerda, Álvaro Mata, “estrenado en la época de la bonanza petrolera y el despilfarro, del disfrute hoy y pague (bien caro) mañana. En esos años, el petróleo generaba el 80% de los ingresos del país; el precio de litro de gasolina era el más bajo del mundo; y la pacificación a la fuerza, nueva forma de hacer política, recordaba una época ya vivida”.
Conclusión, Cabrujas, a 15 años de su muerte, suscita pasiones, aunque se quiera hacer comedia con lo que escribió. ¡Sigue vivo...coño!