sábado, enero 16, 2010

El arte contra el Sida

Vamos a imaginar que nos estamos tomando un café treinta años después/ Testimonio teatral en 7 tiempos, el estremecedor y aleccionador monólogo que Julio Bouley ha actuado y dirigido para presentarlo en la Sala de Conciertos de Unearte y después en Teatrex, acompañado del pianista Fernando Roa, trae de nuevo, a la escena venezolana, la temática del Sida, la cual desde las dos últimas décadas del siglo XX es utilizada por casi todos los artistas del mundo en diversas manifestaciones de sus creaciones, bien sea literarias, audiovisuales, dancísticas o teatrales, entre otras.
En noviembre de 1993 publique el libro El arte del Sida, de 96 páginas, para recordar que al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida no se le puede exhibir como patrimonio exclusivo de un grupo humano o conglomerado social o una particularidad de los practicantes de ciertas conductas sexuales, al tiempo que advertí que el objetivo de la publicación es aportar elementos históricos para ulteriores trabajos sobre la presencia de tal síndrome en diversas manifestaciones de las artes, gracias al testimonio de sus creadores, como elemento clave para la inspiración artística. Y comenté que la cultura del Sida merece más y mejores análisis.
“Una nueva musa para las artes”, “El teatro como protagonista invisible” y “El espectáculo del luto”, son segmentos que integran ese texto elaborado en homenaje al director Carlos Giménez y el fotógrafo Luis Salmerón, y el cual aquí resumo para los lectores que aún no lo conocen y porque el evento artístico de Bouley así se lo merece. La saga de las artes escénicas criollas se escribe día a día y todo esta entrelazado, nada es independiente.
Musa
¿Ha provocado la aparición del Sida un nuevo lenguaje artístico? ¿Ha nacido una manera diferente de expresión estética? ¿En que consiste el efecto del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida sobre la creación artística?? ¿Existe una relación literaria entre esa enfermedad y la novela, la poesía o el teatro?
Dominique Fernández, importante intelectual francés, respondió a esas preguntas en forma amplia y positiva. Asevero, de entrada, que no es la primera vez que las epidemias ingresan a la pintura o en la novela. Hay que recordar los grandes cuadros de la peste en Nápoles de Mattia Preti, la descripción de la peste de Londres por Defoe, o la de Milán por Manzoni. Tanpoco debemos olvidar las grandes operas inspiradas en la turberculosis o en obras como La montaña mágica de Mann.
Pero entonces, ¿el Sida es acaso una bendición para los creadores?, se pregunta Dominique Fernández y de inmediato responde: “nadie quisiera avalar una información tan monstruosa. Nos limitamos a constatar, una vez mas, que desde el momento que Tanatos hundió sus garras en Eros, los creadores han vuelto a recibir chispa de genialidad…sin alegrarme de ello, he llegado a la conclusión de que el dolor, el miedo, la tragedia, son igualmente necesarios para la sobrevivencia del arte, así como resultan igualmente rechazables y objeto de lucha a ultranza. Todos desean que la medicina consiga por fin debelar al virus. Sin embargo, ello no nos impide pensar que el HIV o VIH ha sido el último invento, el último sacudón del arte para frenar su declinación. La felicidad y libertad personales son desde luego el objetivo de cualquier sociedad ideal, pero también son la tumba de la inspiración”.
Tras la irrupción del Sida y la aparición de los primeros partes de esa guerra de esa epidemia que ha causado insospechados estragos en todos los niveles de la vida social mundial, en Estados Unidos surgió y se consolidó un movimiento artístico en torno a la enfermedad que incluye todas las formas de expresión, surgiendo así un Arte del Sida, un arte creado por los infectados de HIV o por aquellos artistas que sin seropositivos, no podían permanecer impávidos ante la desaparición de sus mejores amigos.
Ese dolor o ese duelo público o interno, esa impotencia ante la muerte antes de tiempo, esa frustración ante la perdida de grandes talentos en las artes, ese deseo de que los seres más queridos no caigan en la misma trampa, supuestamente amorosa del Sida, ha terminado por generar toda una impresionante cultura del Sida, que se ha transformado en la mas solidaria respuesta por parte de los artistas, un hecho de grandes proporciones antropológicas, el cual algún día deberá ser analizado exhaustivamente, quizá cuando el Sida haya sido dominado.
Teatro
Elio Palencia, Marco Purroy y Johnny Gavlovski, en 1990, y David Osorio Lovera, en 1991, coincidieron, sin previo acuerdo entre si, llevar al teatro como elementos dramáticos de sus respectivas piezas a personajes afectados por “el mal del siglo” o sea infectados por un virus extraño que vino de lejos, el tristemente famoso Síndrome de la Inmunodeficiencia. En síntesis , esos cuatro venezolanos, preocupados ante el peligro que se cierne sobre la libertad de los seres humanos para amar en toda intensidad posible, se fijaron en ese tema del Sida, lo amaron y optaron por escribir sus textos: Anatomía de un viaje, Habitación independiente para un hombre solo, Hombre y El ultimo brunch de la década. Añadieron, pues, a la larga de personajes del prototipo venezolano, a seres nunca antes vistos en la escena, homosexuales, bisexuales o heterosexuales infectados por virus del Sida, el cual pone en peligro a la humanidad entera, sin distingos de costumbres amatorias, y/o sexuales. Y eso es precisamente una novedad en el teatro de Venezuela, para no citar al de otros países, el que sus dramaturgos escriban sobre el temible Sida.
Esas piezas teatrales, junto a las del precursor Amado Naspe, son las primeras que se mostraron en Venezuela. Ahora a esa respetada y respetable lista que prosiguió aumentando, se agrega el trabajo de Julio Bouley y José Luis Pérez. ¡El Sida esta ahí, agazapado, esperando a sus victimas, tratando de impedir que los seres humanos se amen!
Bibliografía
E.A. Moreno-Uribe, Sida, homosexualidad y otros teatros, Vadell Hermanos Editores, Caracas, 1993.
E.A. Moreno-Uribe, El arte del Sida, Vadell Hermanos Editores, Caracas, 1993.

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