sábado, agosto 22, 2009

Souki, el jardinero de Chéjov

Todavía la facultad universitaria para formar directores de espectáculos no funciona con las exigencias que requiere un movimiento teatral como el venezolano. Durante los últimos 60 años, nunca se han visto directores con toga, birrete y medalla que los consagre como tales. Ahora hay la natural esperanza que Uneartes llene ese vacío con realidades. Los que persisten en la brega se formaron durante sus marchas existenciales y son hijos de la mejor maestra, la experiencia. Buena aparte de esos artistas que deben convertir o transformar textos en eventos vivos, imbricados con otras disciplinas, como el canto, el baile, la danza y la música, se adiestraron con un tanto de riesgo y mucho de audacia. ¡El teatro vernáculo gracias a esos aventureros creció y ahí va…a pesar de sus notorias falencias!
Ya hay directores que sí estudiaron en el exterior y ahora están mostrando lo que aprendieron con sangre, sudor y lágrimas. Tal es el caso de Juan Carlos Souki que, tras estrenarlo y probarlo en el neoyorquino teatro Classic Stage Company, está exhibiendo en la sala 1 del Celarg su versión de El jardín de los cerezos, célebre obra de Anton Chéjov, con un elenco de criollos encabezado por los desenfadados histriones Marialejandra Martín y Adolfo Cubas, acompañados de los entusiastas cómicos Reynaldo Ribas, Virginia Lancaster, Gabriel Blanco, Nathalia Paolini, Adriana Romero, Giovanny García, Carmen La Roche y Víctor Romero.
Este espectáculo -la primera aceptable producción de Imaginarios de Venezuela que ponderamos- rompe barreras temporales y espaciales para materializar a una contemporánea familia prototipo que ha perdido gran parte de su patrimonio, por problemas financieros. A partir de las situaciones del texto original, escrito en los tiempos de la Rusia zarista, hacia 1904, las cuales mantienen su vigencia hoy en día, El jardín de los cerezos de Souki habla de momentos de cambio y utiliza la pasión sexual, la ambición de poder y la necesidad de triunfo, para contar la historia de sus personajes, con nombres en ruso, pero posibles en cualquier ciudad venezolana donde haya o no cerezos. La botánica es un pretexto para el discurso de Chéjov… suplantado ahora por Souki
El venezolano Souki hizo un buen truco con la versión, donde además hay suficiente erotismo (desnudos frontales masculinos y femeninos), un tanto de exhibición grosera del poder y del prestigio dinástico decadente y de esa universal ambición el dinero. Todo eso integra el “pabellón criollo” de este montaje, cuyo centro de la actividad escénica es una célula familiar que lo pierde todo por el continuado despilfarro de sus riquezas durante décadas, donde hay un antiguo criado ahora es un magnate como resultado del trabajo duro y los cambios socioeconómicos de los últimos años, una pareja de estudiantes que quieren empezar de nuevo para borrarlo todo y emprender una vida desconectada de sus ancestros y hasta una extraña mujer que cada mañana debe salir a la calle a rebuscar el sustento necesario para el día y esperar la siguiente salida del sol. Son todos personajes presentes en la cotidianidad de este siglo XXI sin importar el lugar del mundo donde habiten, ha comentado este audaz versionista y creativo director, que sí aprendió lo suficiente en USA. Es un montaje muy para los tiempos venezolanos que vivimos y por lo cual debe estremecer al espectador más indiferente, si es que hay alguno todavía.
¿Y por qué hemos detectado y exaltado la presencia de lo criollo o lo nacional en este espectáculo cuyo texto fue acriollado hasta donde se pudo? Porque su realizador, el joven Souki lo hizo en función de la capacidad de producción de Caracas, o sea el presupuesto y las condiciones para hacer posible el vestuario y la utilería y el mobiliario requeridos.
Todo se eso se resolvió con lo local y con el ingenio del director para usar una alba pantalla de cine como paraban para escenas en particular o como telón donde se anunciaban los cambios de escena. ¿Novedoso o antiguo?
En síntesis, un montaje diferente a lo que ya es tradicional en Caracas, pero, eso si, centrado en el juego actoral sin mayores exigencias y sin muchos esfuerzos de los histriones. Fue como tomarse un vaso de papelón con limón, teniendo en cuenta que es la audacia juvenil que avanza incontenible y será la que impere en unos 10 años o menos, mientras otros insurgen.
Por ahora se espera que mejore el ritmo general del espectáculo, que disminuya el exagerado tiempo escénico y que el público disfrute incluso de los desnudos, que ni asombran ni perjudican a nadie, salvo a los improvisados estreper, y le recomendamos a quienes pretendan ver más o mejor…acudir a las playas del Litoral Central donde pueden encontrarlos sin necesidad de forzar la básica imaginación erótica de nuestros impacientes espectadores teatrales.


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