jueves, abril 16, 2009

Tragedia brasileña a la venezolana

En Venezuela, con más de cuatro siglos en las lides teatrales, no existe aún una escuela formal para la capacitación de directores de escena ni para enseñar el abcé de la escritura dramática. Todo, hasta ahora, se resuelve con talleres, más o menos prácticos y carentes de básicas teorías. Y se le dice a los interesados, que eso no se enseña y que es innato…pero que con un poco de esfuerzo humano y una palmadita divina, se puede hacer algo. ¡Somos como el Macondo que inventó el Gabo!
Esas innegables falencias son rémoras que tarde o temprano serán superadas por la Universidad Nacional Experimental de las Artes (Uneartes), mientras tanto esos rubros del espectáculo se “aprenderán” en la marcha o en academias foráneas, con la cual la calidad de los eventos artísticos siempre estará en la cuerda floja de la improvisación…mientras llegan los graduados. Esas ausencias del soporte académico vienen desde siempre y eso explica porque el teatro criollo avanza a tropezones…pero siempre en desventaja con el de otros países latinoamericanos, donde también hubo los mismos problemas... que si fueron resueltos en la marcha, como el caso argentino, por ejemplo.
Durante el siglo XX hubo lapsos de esplendor estético, precisamente cuando Caracas fue una multisápida ventana al mejor teatro del mundo, pero era vapores de la fantasía fomentada por artistas foráneos involucrados en el proceso criollo, como lo hicieron los argentinos Carlos Giménez y Juan Carlos Gené, sin olvidar al precursor hispano Alberto de Paz y Mateos, al chileno Horacio Peterson y al mexicano Jesús Gómez Obregón. Todo se detuvo cuando ellos hicieron mutis por el foro, aunque dejaron huellas profundas en algunos dignos aprendices de la brujería escénica, muy preocupados porque sus trabajos fuesen fundamentales para transformar la literatura dramática en lúdico espectáculo audiovisual sobre un escenario,
Pero mientras Uneartes entrega esos primeros directores forjados en sus claustros, compleja tarea que exigirá, entre otras cosas, la utilísima presencia de maestros foráneos, los directores que existen, los que han aprendido tan duro oficio, con tiritos a la imaginación y la audacia natural, continuarán en su compleja tarea de llevar ante el público –de manera entretenida- las ideas y las historias de dramaturgos locales e internacionales, gracias a la colaboración imprescindible de actores y otros artistas involucrados en el delicado proceso de cada producción escénica.
Prostitución, crimen y sincretismo
Entre los directores jóvenes o los que están dando la cara, porque otros tomaron el camino del reposo del guerrero, que no es precisamente la ruta del santo Santiago, en el actual panorama caraqueño destaca Costa Palamides, quien tiene en cartelera dos espectáculos de comprobada calidad: Penitentes, pieza de Elio Palencia sobre amores de excluidos con prostitución y crimen de por medio, en el Celarg, y, el más reciente, Señora de los ahogados, del brasileño Nelson Rodrigues (Recife,1912/Río de Janeiro, 1980), asombroso montaje, digno del magnifico sincretismo cultural de este continente, en la sala Horacio Peterson.
El estreno del texto de Rodrigues en Venezuela –antes le fueron exhibidas Álbum de familia y Siete gatitas- ha permitido además el lanzamiento del grupo ArteÚ, integrado con ex miembros del Teatro Universitario de la UCV, ex alumnos de directores como Luigi Sciamanna, Orlando Arocha, Gonzalo Camacho y el susodicho Palamides. ¡Esperanzadora asociación de teatreros que incursionan en la escena criolla en buen momento y con muchas y sanas ambiciones!
Señora de los ahogados permite ponderar, además de la densidad mítica del autor, considerado “el padre del teatro moderno brasileño”, la creatividad del director Palamides, quien optó por sustituir las convencionales didascalias del texto, centrado en la venganza por un asesinato cometido 19 años atrás, con la capoeira, espectacular danza y defensa, impactante expresión cultural afrobrasileña que muy poco se utiliza en la escena teatral.
Señora de los ahogados es, como bien lo afirma el especialista José Francisco Silva en un sólido ensayo, otra reinterpretación del mito de Electra a la luz del psicoanálisis, mediante el trágico destino de su protagonista Moema –Electra, dueña y señora de los ahogados en el mar, pero donde el pueblo y la burguesía desafían abiertamente los valores tradicionales y falsos de una sociedad que se ha resistido a los cambios por sus cargas atávicas. La rigidez del texto y la complejidad de sus escenas con sus saltos al pasado y el presente, fueron resueltos sabiamente por Palamides con ese juego de danza teatro que inventó al alterar o recrear las didascalias, al tiempo que ubicó al público en un espacio teatral bifrontal y vistió de blanco a la escena y a los intérpretes. ¡Estrujante ritual que resume la estética de este director Palamides, donde no faltaron los cánticos corales!
Este montaje hiperkinético logrado con el texto de Rodrigues y el trabajo global, creado y macerado por el director Palamides, es un evento poco frecuente en el teatro venezolano, donde se ha creído que “dirigir” no es otra cosa que ejecutar las acotaciones del autor de la pieza. Sí, es un denso teatro de texto, erosionado por los cambios sociales de este crisol que es América Latina, pero también es un espectáculo sobre las pasiones sexuales –esas cambiaron y se hicieron más humanas- que rompen todos los cánones sociales, gracias a la conmovedora entrega de Nakary Bazán Germán Manrique, Carlos Maza, Dayana Caro, Alexandra López y Roger Lombano –hicieron talleres para jugar con la capoeira- y la primera actriz Nirma Prieto, toda una dama de la escena que se compromete y aboga por las nuevas generaciones.¡Bravo por ArteÚ y su compleja y asombrosa exhibición teatral,donde Eliseo Pereira se destaca como productor general!

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