sábado, febrero 28, 2009

Papás iberoamericanos en conflictos

La familia está en crisis y en estos momentos se debe analizar la condición de cada uno de sus miembros. Y para reflexionar y hasta proponer un manual que permita evaluar o ponderar al buen padre, el dramaturgo Gustavo Ott y un puñado de escritores estructuraron un plan teatral, donde el argumento es una serie de visiones sobre lo que han sido o son “los machos” engendradores de hijas o hijos. Para ello organizaron y ejecutaron El Proyecto Padre: Obras José, original reto escenificado en el Teatro San Martín de Caracas (TSMC).
Se trata de una mega producción de 13 obras y 13 autores de siete países iberoamericanos, repartidos en tres espectáculos diferentes, los cuales hicieron sus respectivas temporadas durante los últimos tres años. El Primer Padre: Obras José 1 “Amaneceres”, se estrenó el 8 de Junio del 2007. El Segundo Padre: Obras José “Noches” fue exhibido desde el 5 de Junio del 2008 y el actual Tercer Padre: Obras José “Atardeceres”, que comenzó el pasado 6 de febrero, sigue en cartelera.
A sabiendas que el teatro no debe ser explicado fuera de la escena misma, el venezolano Ott (46 años) advierte que el personaje central, José, posee las mismas características en cada una de las 13 piezas, aunque varía su contexto, condición social, usos del idioma, profesión, etcétera. Si José es burgués en una obra, en la otra es obrero, macho u homosexual o gay, filósofo o idiota, tahúr o santo; o José es casado, divorciado o viudo y vive al mismo tiempo en Argentina, Colombia, Venezuela, España, Chile, Puerto Rico o México; también puede ocurrir que José hable mucho o poco y su vida sea diferente en cada obra aunque es el mismo José siempre: padre de uno o varios hijos. Y será siempre el mismo José, porque cada papá es, además de un personaje, una metáfora. Le corresponderá al público opinar y aprehender lo que ahí se diga o enseñe.
Gracias al talento desplegado por los actores Ludwig Pineda, José Gregorio Martínez, María Brito y Juliana Cuervos, conducidos por el director Costa Palamides, aún se pueden ponderar las piezas El padre José del mexicano Ángel Norzagaray, ¿Quién eres tu? del hispano Ignacio del Mortal, La cuota de plusvalía del chileno Benjamín Galimiri, Domingo de la argentina Mónica Ogando y Cantaba mi padre boleros de Isolina del español Santiago Martínez Bermúdez, que integran el Tercer Padre: Obras José “Atardeceres”.
Para demostrar, una vez más, que el verdadero autor escénico es el director capaz de intervenir el texto y resolver así con mayor claridad el espectáculo y hacerlo digerible para el público, Palamides analizó esos textos, disímiles en su lenguaje, concepción y temática, y descubrió que había situaciones que los unían, por ejemplo el crimen de Cantaba… lo condujo a la prisión de La cuota… y al posterior enfrentamiento con la justicia por la pederastia de El padre José. La enfermedad del padre de Domingo le lleva más fácilmente al hospital de ¿Quién eres tu? Así que exceptuando el de Galimiri que se presenta en un solo segmento, los otros cuatro textos fueron divididos en dos segmentos y con eso armó el rompecabezas o la rayuela -el piso del escenario exhibe las cuadriculas de ese juego infantil- sobre el cual se desarrolla el montaje. La obra de Martín la usó de prólogo y epílogo por lo del crimen, y con el bolero Dos gardenias creó un "telón final" o un “fin de fiesta”, para recordar la predilección que tiene por la música popular, presente en casi todas sus puestas en escena.
Lo obtenido es un espectáculo vertiginoso sobre cinco padres, nada ejemplares en su mayoría, donde se demuestra que los deberes de la paternidad no son enseñados convenientemente y que las consecuencias repercuten severamente en hijos e hijas, para no hablar de sus esposas o compañeras. Es un alegato sobre la soledad existencial del hombre, especialmente progenitor y además iberoamericano. Es una abierta invitación para que los papás en el siglo XXI cambien o sean diferentes, ya que, como lo dice Palamides, este montaje es un “esclarecedor y a la vez aterrador rompecabezas de angustias y delirios sobre la paternidad en nuestros días, sobre cinco padres terriblemente verídicos, reconocibles y patéticos”.
Las actuaciones son memorables gracias a las diferentes composiciones que asumieron cada uno de los intérpretes. No obstante, los más destacados fueron José Gregorio Martínez y Ludwig Pineda por la versatilidad demostrada en cada una de las cinco piezas o sea en ese ejemplar y desopilante “cóctel escénico” que materializó Palamides.
Vienen 15 Marías
El Teatro San Martín de Caracas mostró al padre iberoamericano en un proyecto artístico para reflexionar sobre las dimensiones humanas de un personaje vital para la existencia y la estabilidad de la familia. Ahora publicará las 13 obras “José”, las cuales serán “bautizadas” en julio próximo, cuando se estrene el primer espectáculo del Proyecto Madre: Obras María, que incluirá 15 piezas, escritas especialmente para esta empresa cultural dedicada al tema de la madre o la mamá.




viernes, febrero 27, 2009

Un infierno a la venezolana

Si el ateo Jean Paul Sartre visita en estos días a Caracas y acude a la sala de conciertos del Ateneo para ver el espectáculo Una temporada en el infierno, quedará muy satisfecho por lo que ahí se muestra al público y en particular porque ese grupo actoral y su director digirieron sus teorías sobre “el infierno existencialista” y en especial porque sí crearon un impactante espacio escénico donde estarán encerradas a perpetuidad tres personas, quienes tienen como castigo las tensas relaciones que establecen entre ellos, sin dejar de ser egoístas y manipuladores, con los mismos vicios, deseos y remordimientos, además de sus pasiones o insatisfacciones, y vidas recargadas de frustraciones, los cuales no podrán superar jamás, porque están muertas.
Pero Sartre no podrá decir ni hacer nada. Salvo un estruendoso aplauso de su fantasma, ya que murió el 15 de abril de 1980, en París a los 75 años, dejando atrás un respetable legado literario y filosófico y, muy en especial, la pieza teatral A puerta cerrada, montada en el año 1944, donde advertía a sus compatriotas, que habían vivido y sobrevivido al terror de la ocupación nazi, que el infierno del siglo XX no era de llamas y torturas, si no de miradas ajenas que no dejan a los demás hacer y deshacer su vidas como quisieran, si no como lo dicten las normas sociales, unas progresistas y otras totalmente retrógradas, preñadas de convenciones moralistas, recargadas de racismo, misoginia, homofobia y otras tantas conductas e irracionales y fundamentadas en credos religiosos totalmente superados por el desarrollo de las sociedades.
El fantasma de Sartre también constató que no es fácil hacer espectáculos teatrales en Venezuela ni en ningún otro país del mundo. Eso puede considerarse una perogrullada, pero es que esos trabajos artísticos criollos se complican día a día porque brotan obstáculos inverosímiles, bien porque no sale a tiempo el aporte financiero o porque éste nunca llegará, o porque las trabas legales son insuperables, como la ausencia de “dólares oficiales” para cancelar los derechos de autor o porque los interesados no exoneran esas complejas barreras, tomando en cuenta el tamaño de la sala y el número de butacas disponibles, además de las características de la agrupación que no es comercial. En fin, eso que afecta seriamente la libertad de creación consagrada por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, ese infierno de los envidiosos de la creación, hasta ahora no ha impedido que algunos artistas superen tales inconvenientes y prosigan hasta mostrar su proyecto.
Tal el caso del grupo Pantheo Teatro, el cual, bajo la conducción de Francisco Salazar, pretendió escenificar A puerta cerrada, de Jean Paul Sartre, pero ante las trabas surgidas optaron por hacer un trabajo de investigación que culminó en una original dramaturgia, utilizando segmentos del texto “prohibido” y otros fragmentos inherentes tomados de las obras de Fedor Dostoievsky y del legado de Arthur Rimbaud. Todo eso, suficientemente macerado, y con una original puesta en escena, se presenta como Una temporada en el infierno con la plausible entrega actoral de Jonathan Rodríguez, Natasha Pucheu, Markel Méndez y Alejandro Miguez.
La idea central del espectáculo, creado y puesto en escena por Francisco Salazar, es mostrar una metáfora sobre el infierno, pero no el cantado en La divina comedia, ni en La Biblia, pero si como lo concibió Sartre. Un fantástico espacio donde todos los seres humanos, sean hombres o mujeres, tienen que expurgar sus culpas por las vidas llevadas, “ese infierno que todos llevamos dentro, ese infierno que soportamos afuera, ese infierno por venir y que se materializa en un cuarto que encierra a tres personas, condenadas a torturarse mutuamente por la eternidad”, como acota Salazar.
Más allá de las consideraciones existencialistas sobre el infierno particular que todos tenemos y vivimos en estos momentos, hay que exaltar la puesta en escena lograda y las actuaciones de los comediantes involucrados. Es un trabajo memorable por su creatividad, por el juego escénico diseñado y logrado con discretos corporales y con textos básicos, desprovistos de palabrería innecesaria. Todo orientado hacia la creación de una metáfora sencilla y dirigida a la inteligencia básica del público, que presencia como dos hombres y una mujer, no mayores de 30 años, vivieron en función del que dirán y al morir y estar condenados en ese infiernillo continúan con las mismas conductas, alejándose así de cualquier formula de felicidad posible. No es otro hueco o vacío infernal el que ha materializado este elenco con óptimas condiciones para crear más espectáculos adecuados para los tiempos que se viven esta Tierra de Gracia.


jueves, febrero 26, 2009

Montan teatro de venezolano en Montevideo

Se marchó sin avisar y después de 120 días lo reporta desde Madrid. Se fue con su esposa (Irma De Sousa) “en busca de una mejor calidad de vida y para ensanchar las oportunidades en nuestras respectivas carreras profesionales”. Pero Víctor Vegas (Barquisimeto, 1967) no se desvincula jamás de Caracas y por eso comunica –gracias a la Internet- que para el próximo 18 de abril estrenan en Montevideo, Uruguay, una de sus obras teatrales. Se trata de Pieza para dos actores, que en 2004 mereció el primer premio del concurso internacional de Torreperogil, Jaen, España, y la cual fuera publicada en 2005 por el ayuntamiento de esa municipalidad andaluza.
-¿Por qué el teatro?
- Cuando empecé a hacer teatro lo hice de manera intuitiva, casi por instinto. Luego vino el natural proceso de toma de conciencia y profundización del hecho teatral a través de la lectura de piezas y textos teóricos sobre teatro. Hacer teatro en Barquisimeto es mucho más precario y cuesta arriba que hacerlo en Caracas. En mi caso, la oportunidad más idónea para hallar las respuestas que andaba buscando a mis interrogantes las encontré en la biblioteca pública de Barquisimeto y, más específicamente, en los libros. Y los libros no hicieron más que ratificar lo que ya me había susurrado al oído la intuición: que el teatro es un instrumento que nos permite reflexionar sobre la vida, sobre la condición humana.
-¿Desde cuándo en el teatro?
- Se podría decir que desde la adolescencia, pero en realidad tengo que hablar de dos períodos: el primero que va desde 1984 a 1989 (entre los 17 y los 22 años), y el segundo que comienza a partir del año 2003.
- ¿Y qué pasó entre uno y otro período?
Fue el lapso que necesité para terminar mi carrera de Ingeniería en Informática, dedicarme a trabajar por más de diez años en el área y por fin caer darme cuenta de que el camino que en verdad quería transitar seguía siendo el de la literatura. El primer período, el que va de 1984 a 1989, fue de descubrimiento e inevitable enamoramiento. En él, junto con un puñado de amigos, creamos un grupo de teatro con el cual, en los primeros años, hicimos montajes de piezas que yo escribía y dirigía y que representábamos en la casa comunal del barrio donde residíamos. Poco a poco fuimos tomando el asunto más en serio y mejorando sustancialmente la técnica, hasta nos atrevimos a montar piezas de Cabrujas y Rengifo. Desde luego siempre se trató de teatro comunitario, totalmente amateur, sin embargo, los últimos tres montajes que realizamos alcanzaron una estética y una calidad que podría catalogar de respetables, si tomamos en consideración que sólo éramos un puñado de muchachos. El segundo período, en cambio, viene signado por el teatro profesional. Creo importante aclarar que el primer período del que te hablo transcurrió en Barquisimeto, mientras que el segundo fue en Caracas.
-¿Qué encuentra en el teatro?
-Placer, reflexión y vida. También es el canal idóneo para cuando mi sensibilidad desea expresarse, cuanto tengo la necesidad de decir algo más allá de las puras palabras y que ese algo llegue de forma directa a su receptor.
-¿Por qué montan en el exterior más teatro criollo que aquí en Venezuela?
-Creo que, básicamente, porque a la mayoría de las empresas productoras locales, que son las que a fin de cuentas buscan los recursos para las puestas en escena, prefieren no tomar riesgos e irse por lo seguro con montajes que ya han demostrado que han funcionado en otras latitudes. Al menos es lo que creo. Y tal vez sea preciso aclarar que en ningún modo estoy en contra de que se presenten obras de autores foráneos, por el contrario, con estos montajes ganamos todos. Con lo que no puedo estar de acuerdo es que el espacio para la dramaturgia local sea tan ínfimo. Son pocas las compañías y grupos de teatro que apuestan por autores locales. La excepción que confirma la regla la encuentras en el Teatro San Martín y Rajatabla, para hablar de compañías o grupos de reconocida y larga trayectoria. Pareciera ser que afuera tienen más sentido de la oportunidad y del riesgo, puesto que así lo ha demostrado en los últimos años las carteleras caraqueñas donde abundan los espectáculos que traen la etiqueta de “viene de ser un rotundo éxito en tal o cual ciudad”.
-¿Qué pasa con esa pieza que ahora le producirán en Uruguay?
- En junio del año pasado lancé mi página web: http://victorvegas.com/. Mi objetivo con este espacio era promocionar mis obras como narrador y dramaturgo, además de dar a conocer a los visitantes algo de mi trayectoria: biografía, libros publicados, noticias relacionadas con mi obra, etcétera. Pero sin duda la principal motivación de ponerlo on-line era la de colgar allí mis piezas teatrales para que cualquiera que quisiera pudiera descargarlas y leerlas, haciendo la natural e indispensable aclaratoria que si la intención del visitante era posteriormente hacerlas públicas, pues que debían respetar todo lo referente a los derechos de autor y ponerse en contacto con la SGAE, que es la encargada de velar por mis derechos de autor. A menos de un mes de haber puesto on-line mi página, me contactó, desde Montevideo, Javier Barboza, un joven teatrero uruguayo, diciéndome que estaba interesado en producir Pieza para dos actores en su país. Lo que siguió fue poner a Javier en contacto con la gente de SGAE para que conversaran lo relacionado con los derechos de autor.
Explica que Pieza para dos actores la escribió casi hace 20 años atrás, a finales de 1989, “un año de inflexión para mí y mis convicciones. Muchas de las cosas en las que creía hasta entonces sufrieron durante este año una fractura irreversible. Algunas incluso se volvieron polvo. Quizá debido a esto, a pesar de considerarme un tipo optimista y de tratarse la pieza de una comedia -una comedia inteligente, como la ha llamado Javier-, la obra está atravesada por una atmósfera en extremo pesimista”.
-¿Qué es lo que más le gusta de las disciplinas teatrales?
-Al principio, cuando comencé a hacer teatro, además de escribir los textos de las piezas que montábamos, era yo el que se encargaba de la dirección general y de casi todos los detalles técnicos de la puesta en escena. Inclusive cuando era necesario que asumiera alguno de los roles secundarios en el montaje, lo hacía (aunque esto casi a regañadientes, in extremi, porque actuar no me atraía en nada), pero en realidad lo que más me gustaba de todo aquello era escribir y dirigir. Hace un par de años, en el Teatro San Martín de Caracas, tuve la fortuna de trabajar como asistente de dirección de dos teatreros de quienes admiro su particular estética en la escena, su vocación, pasión y dedicación al trabajo: Luis Domingo González y Gonzalo Cubero. De ambos aprendí muchísimo (de por sí el Teatro San Martín fue para mí una segunda escuela). Te confieso que la dirección aún hoy en día me sigue atrayendo, pero la verdad es que en este momento deseo enfocarme en mi oficio de escritor.
-¿Cómo planifica o diseña una obra teatral o de dónde parte para la escritura?
- Por lo general, antes de sentarme a escribir, debo tener una idea bastante clara hacia donde quiero o pretendo dirigirme. Funciono así no sólo al sentarme a escribir teatro, sino con la narrativa o casi cualquier otro texto que me plantee escribir. Primero tengo que armar o dibujar una especie de borrador, una guía, bien en un cuaderno de apunte o bien dentro de mi propia cabeza. Ese borrador incluyen el fondo y la forma, dos elementos que desde luego tengo que tener visualizados antes de empezar. Reflexiono largo tiempo sobre estos aspectos y sólo después que sé hacia donde voy es que me siento a escribir. Que luego las cosas tomen por otros derroteros es otro asunto. Nunca me siento a escribir sin tener claro el argumento y la estructura de la historia y una visualización más o menos completa de los personajes.
-¿Quienes fueron sus maestros y que ha tomado de ellos?
-En relación con mis maestros, para continuar con el enfoque de mis dos períodos en el teatro, en el primero, por vivir en la provincia, mis maestros fueron exclusivamente los dramaturgos que solía leer: Sófocles, Eurípides y Esquilo; todo Shakespeare; los franceses Moliere, Corneille y Racine; los autores del siglo de oro español: Calderón de la Barca, Tirso de Molina y Lope de Vega. O’Neill, Strindberg, Ibsen, Brecht, Ionesco, Beckett, García Lorca. Y, claro está, mis coterráneos: Cabrujas, Chocrón, Rengifo, Santana y Mariela Romero. En este segundo respiro que me ha brindado el teatro (desde 2003), sin duda: Santana y sobre todo Gustavo Ott, han sido de incalculable ayuda y valía para continuar mi desarrollo como dramaturgo. Por supuesto en esta etapa también han tenido gran importancia los autores foráneos y sus obras: Miller, Pinter, Pirandello, Fo, Marco Antonio de la Parra, Álamo y Yasmina Reza entre muchos otros.
-¿Cuántas obras ha escrito y cuales ha visto representadas?
- Oficialmente he escrito, entre breves y largas, casi una docena de piezas. Once para ser exactos. Ocho están disponibles para ser descargadas en mi web. De las tres restantes, dos son demasiado viejas y las conservo todavía en su formato original (en papel transcritas a máquina de escribir) con la esperanza puesta en que en un futuro no muy lejano, mientras la paso a limpio en la computadora, pueda corregirlas y quitarle todas esas virutas que se le han formado con el paso de los años y que ahora les sobra. La tercera se trata de mi última obra, que escribí en el primer trimestre del año pasado, y que está en reposo hasta que llegue el momento de retomarla para revisarla, corregirla y subirla a la web. De esas 11 piezas han sido representadas tres de forma profesional, cifra que por supuesto subirá cuando Pieza para dos actores sea estrenada en Montevideo. Bueno, si me pongo exhaustivo deberían ser entonces cinco, porque una de las “viejitas” la dirigí y estrené en mi primer período de teatrero, por allá en 1987. A propósito, y valga la cuña: en la actualidad hay una pieza mía en cartelera. Se trata de Cuando seamos grandes, una obra infantil cuyo montaje ha sido dirigido por Jennifer Morales (uno de esos nuevos talentos de la generación de relevo que tiene nuestro teatro) y se presenta sábados y domingos, a las tres de la tarde, en el Teatro San Martín de Caracas. Extraoficialmente he escrito más piezas, pero, parafraseando a Borges, purifiqué con la destrucción todo lo que había escrito antes de 1986.
-¿Qué otros proyectos teatrales tiene entre manos?
-En la actualidad estoy escribiendo una nueva pieza. Apenas estoy comenzando. Me he planteado el firme propósito de escribir al menos una pieza al año, con eso me conformaría, puesto que ahora la narrativa ha comenzado a exigir su espacio y a consumirme más tiempo. También, como creo que te lo mencioné antes, tengo pendiente revisar y corregir la pieza que escribí el año pasado. Por cierto, creí que jamás volvería a escribir una obra tan pesimista como Pieza para dos actores, pero resulta que la que estoy escribiendo ahora es más pesimista... ¿Será a causa de los tiempos que vivimos?
-¿Cree que el teatro está en crisis?
- Desde mis inicios no he parado de escuchar que el teatro está en crisis. De hecho siempre saco a relucir aquello que Carlos Giménez, el inolvidable director y autor escénico, dijo en cierta ocasión: “...pienso que este enfermo incurable al que llamamos teatro, sigue agonizando con buena salud”. ¿Cuántas veces, desde los mismos albores del teatro, no ha salido algún profeta sentenciando su muerte, su final? Sobre todo frente a inventos más recientes como el cine o la televisión. Pero el teatro continúa allí y creo que seguirá por siempre puesto que es la mejor manera en que los seres humanos podemos dirimir y reflexionar sobre nuestra condición, sobre lo que hemos sido, lo que somos y lo que seremos. Ahora pienso en la enorme herencia que nos han dejado teatreros como Shakespeare o, aún mucho antes que él, los tres grandes poetas trágicos griegos: Sófocles, Eurípides o Esquilo. Sus piezas se siguen representando hoy en día, a más de cuatrocientos y dos mil quinientos años después, respectivamente, porque a pesar del tiempo todavía nos siguen diciendo cosas. Quizá no exactamente lo mismo que dijeron a sus contemporáneos, en su época, pero sin duda continúan diciéndonos algo importante sobre nuestra condición. Y esa es una de las mayores virtudes y fortalezas del teatro, seguir diciéndole, a través de los años, cosas nuevas a las sociedades. Por ponerte un ejemplo traigo a cuento una de las escenas del teatro universal que particularmente a mí, cada vez que la leo, me llama a reflexión (incluso me las arreglé para en su momento insertarla en mi Pieza para dos actores, así ha sido su impacto en mí). Es una escena de la Antígona de Sófocles, donde Antígona se enfrenta a Creonte y le pide que le permita enterrar a su hermano muerto para de esta manera honrarlo, pero Creonte, desde la obnubilación del victorioso, desde la soberbia del poder, se niega y le advierte que si ella se atreve a hacerlo correrá igual suerte. Es una escena de gran impacto, una metáfora de gran belleza en la que los principios de una persona se plantan sólidos frente al poder, en este caso al poder absoluto de un autócrata.


sábado, febrero 21, 2009

Moisés Kaufman en Broadway

Sube el telón del Teatro Eugene O’Neil, en la calle 49, del exclusivo sector Broadway de Nueva York, el lunes 9 de marzo, a las 6:30 PM. Comienza así, después de un mes de previous, la temporada oficial del espectáculo 33 Variations, escrito y dirigido por el venezolano Moisés Kaufman, con la protagonización de la primera actriz Jane Fonda y con el no menos valioso respaldo actoral de Don Amandolia, Zach Grenier, Colin Hanks, Susan Kellermann, Samantha Mathis, Erik Steele y la pianista Diane Walsh, y teniendo en la producción a David Binder.
La función inaugural fue fijada para las 6:30 PM, porque así los críticos podrán publicar, lo más seguro, al día siguiente sus comentarios, ya que el miércoles 11 arranca la temporada “con todos los hierros”, o sea con el okey baby de esos especialistas. Así es la tradición en esa urbe. Pero eso no le preocupa al caraqueño Kaufman, quien desde 1997,cuando estrenó y se consagró con Gross Indecency: The Three Trials of Oscar Wilde, recibió el total apoyo de los reseñadores estadounidenses, quienes seguramente son los mismos que el año pasado le premiaron el texto de 33 Variations, al cual mostró durante el verano de 2007 en Washington.
Este Kaufman (44 años), caraqueño descendiente de judíos salvados del Holocausto, se instaló en Nueva York desde 1987 para estudiar teatro, después de graduarse como administrador de empresas en la Universidad Metropolitana. En los últimos 22 años ha escrito y dirigido no menos de 15 obras, además de una película para HBO, basada en su pieza The Laramie Project, la versión escénica de la tortura y crucifixión del joven gay Matheus Shepard. Y ha ganado varios galardones y recibido becas para sacar adelante sus proyectos con su grupo Thectonic Theater Project, fundado en 1992. Pero es ahora que lleva, por primera vez, un texto suyo a Broadway y además cuenta con una actriz de las características y el prestigio de Jane Fonda (71 años), quien tenia más de cuatro décadas que no se mostraba en una sala neoyorkina.
33 Variations plasma a Ludwig van Beethoven entre los años 1819 y 1824, lapso que dedicó, aupado por la obsesión y la curiosidad, además de la necesidad económica, entre otras cosas, a la creación de las Variaciones Diabelli, consideradas como sus mejores partituras de piano a partir de un vals del vendedor de música Antón Diabelli.
Esta obra, que por supuesto no es una aproximación histórica como tal, sino una pieza donde la realidad se combina con la ficción, pretende mostrar al público lo que le sucede a un artista cuando se obsesiona por un tema o un proyecto de creación. En ella están: Beethoven (Viena del siglo XIX) entregado de lleno, durante tres años de su vida, a crear sus variaciones sobre la partitura de Diabelli; mientras que la investigadora musical Katherine Brandt (Nueva York del siglo XXI) -encarnada por Jane Fonda-, sin preocuparse de su salud que es delicada, también se obsesiona por esa difícil etapa del compositor.
Kaufman llamó la atención sobre lo que ocurre con la vida de un creador cuando se entrega de lleno a su acto artístico y vive así muy intensamente. Se identificó con varios de los personajes de la obra, especialmente con Beethoven y Katherine, con el creador y la investigadora. Le emocionó la historia de esa faceta de la vida del legendario músico y ha estado durante los últimos cuatro años de su vida dedicado a estudiarlo, tal como lo hace Katherine.
El texto que ahora se disfrutará en Nueva York ha variado, ha seguido creciendo y tiene nuevas escenas, porque no esta cerrado, nunca ha sido cerrado, lo revisa continuamente y para este montaje tiene tres actores nuevos en el elenco y eso ha significado un especial trabajo, sobre todo con Jane Fonda.
Jane Fonda y Moisés Kaufman se conocieron por intermedio de una amiga común. Leyó el texto, cenaron y aceptó, convencida que su personaje había sido escrito para ella. Firmó un contrato que impedía a extraños o curiosos presenciar sus ensayos y es ahora que está ante los asombrados neoyorquinos.”Este escritor es como un tejedor de almas, que enlazas hilos, une distintas fibras y materializa a un Beethoven real, entregado a culminar sus 33 variaciones del vals de Diabelli. Y yo soy una investigadora, obsesionada por entender los por qué y los para qué del legendario músico”, ha dicho la ex esposa de Ted Turner.
Orgullo venezolano
Nunca un teatrero venezolano llegó tan lejos en Estados Unidos, pero el éxito no cambió la personalidad de Moisés Kaufman. Reconoce que su venezolanidad está muy adentro y , después de largos 20 años de ausencia, aún se considera venezolano y “eso será hasta siempre, hasta el día que me muera. Además eso me hace feliz y diferente al resto de mis colegas aquí en Estados Unidos, donde además añoro las playas de mi país, entre otras cosas”. No le gusta que se lo recuerden, pero hasta ahora es el único dramaturgo caraqueño que logra estrenar en Broadway, pero como director ya había debutado con una pieza que fue premiada (I am my own wife de Doug Wright), a la cual después mostró en el Festival de Caracas 2006.

miércoles, febrero 18, 2009

Para no olvidar al febrero del 89

Nombre o titulo, en última instancia, no interesa. Lo importante es ponderar, exhaustivamente, qué pasó y por qué ocurrió y qué posibilidades hay de que una cosa así no se repita nunca más. Decimos esto, porque a 20 años de los luctuosos sucesos de los días 27 y 28 de febrero de 1989, en Venezuela, el director y dramaturgo Oscar Acosta (Caracas, 2 de abril de 1964) ha podido escribir y ver representada su importante pieza teatral, gracias al esmerado trabajo del director Paúl Salazar Rivas y su elenco Pequeño Grupo. Ahí se recuerdan “esos trágicos hechos, con los que estudiosos, historiadores y, por supuesto, artistas e intelectuales tenemos una deuda, pues son parte de una memoria aún viva y poco testimoniada, en tantos nos remite a las mayorías anónimas que son las que, a fin de cuentas, determinan el rumbo de la historia”.
Los papeles de febrero, como se denomina el espectáculo que muestra la Sala Tres del Celarg, con la sobria participación de los actores Aura D’Arthenay, José Alfredo Figueroa, Jhonathan Urrea, Marlex Martínez y Yusmary Parra, nos asombra porque logra abordar sin maniqueísmos el lado humano de esa explosión social que comenzó en Guarenas, se extendió a Caracas y después se generalizó con mayor o menor intensidad en diversas regiones del país, dejando un balance, aproximado, de más de 3.000 muertos y heridos, y cuantiosos daños a las propiedades públicas y privadas.
Acosta considera que los sucesos de febrero de 1989 son el final de una etapa de la historia venezolana y una estocada mortal a la partidocracia la cual, desde 1958, hegemonizó los poderes políticos y económicos, y además es prólogo de las asonadas militares de 1992. Lo que vino después y el actual presente serán temas para el futuro mediato.
Para nosotros, Los papeles de febrero, más allá de ser una pieza de hondo compromiso político, es una exaltación del bravo pueblo venezolano, ese que vivió el Caracazo, ese que fue tentado por el desorden, por la falta de ley, y dio rienda suelta a sus frustraciones centenarias. Acosta logra plasmarlos en sus dimensiones humanas, con todas sus aristas, tanto a soldados, policías como al pueblo mismo, atrapados en una telaraña de violencia que nunca se explicaron, ni nadie ha pretendido hacerlo.
Acosta no hace sociología teatral política, pero sí logra rescatar los perfiles de ocho venezolanos y un colombiano que fueron discretos protagonistas de situaciones violentas, sin saber lo que verdaderamente estaba pasando o se gestaba. Son situaciones límites, son personajes existencialistas entregados a su devenir sin saber que estaban poniendo la raya a sus existencias, cual si fuesen insectos capturados en una inmensa red donde son sacrificados.
El espectáculo, según la estética del director Salazar, tiene una sólida apoyatura audiovisual que ayuda a crear la siniestra atmósfera de violencia que se vivió durante los días 27 y 28 de febrero, especialmente en Caracas, pero antes se proyectan algunos detalles de “la coronación” de Carlos Andrés Pérez en el Teatro Teresa Carreño, para acentuar que “El sacudón” o “El caracazo” fue un detonador ante el derroche tercermundista. La puesta en escena, como lo recomienda el autor, utiliza decorados sencillos, es un montaje espartano, donde lo importante es la concepción de las interrelaciones de los personajes y como estos se comunican con la audiencia, que aunque tiene por delante la cuarta pared, está involucrada en cada una de las situaciones ahí recuperadas, porque es parte de la historia personal de los adultos que ahora la presencian. Es, por supuesto, híper realismo y del bueno, de ese que no deja tiempo sino para respirar y para que la imaginación viaje al pasado reciente.
Las actuaciones son sobrias, sin mayores derroches, porque se trata de un elenco joven y por ende en etapa de capacitación, salvo el caso de Aura D’Arthenay, que es toda una veterana. Sin embargo, el desempeño del jovencito Jhonathan Urrea es memorable al encarnar a un desvalido inmigrante colombiano que no quiere que lo maten ni tampoco perder a sus compañeros de infortunio, todo esto dentro de una actuación de comedia, que ayuda a soportar la tensa situación que todos ellos viven.
Los papeles de febrero nos recordó, una vez más, que la libertad del ser humano en America Latina es lo más parecido a la alegría que se siente cuando se logra elevar un papagayo o una cometa, como diría el colombiano que se salvó de perecer en aquellos infaustos sucesos de “El sacudón o “El caracazo”, como lo materializa Oscar Acosta
Por ahora, la dramaturgia venezolana ha evocado esos sucesos, pero tiene que seguir trabajando más y más sobre ese pasado reciente, una tarea que estimula a Oscar Acosta para seguir en la brega.



martes, febrero 17, 2009

Teatro criollo si está comprometido

“El teatro es la manera más apasionada de comunicar algo, de generar preguntas y no respuestas. Hoy es un producto que ha conquistado un público y el cual cada día no solamente ha ganado una nueva audiencia si no a creadores y empresarios interesados en él. Sin embargo, aún estamos muy lejos de tener una plataforma como la de México y Argentina, muy especialmente por el déficit en infraestructuras y productores profesionales”.
Así piensa Marcos Purroy (Caracas, 15 de mayo de 1964), quien actualmente presenta, en el Ateneo de Caracas, su obra Hollywood Style, donde participan los actores Gonzalo Velutini, Daniela Alvarado, Luciano D´Alessandro y Luis Gerónimo Abreu, bajo la dirección de Daniel Uribe.“El teatro es la manera más apasionada de comunicar algo, de generar preguntas y no respuestas. Hoy es un producto que ha conquistado un público y el cual cada día no solamente ha ganado una nueva audiencia si no a creadores y empresarios interesados en él. Sin embargo, aún estamos muy lejos de tener una plataforma como la de México y Argentina, muy especialmente por el déficit en infraestructuras y productores profesionales”.
Su prolegómeno sucedió en un Festival de Teatro Breve que realizaban en Petare, a finales de 1987. Ahí participó con su Taima y fue premiado como autor. “Pero con Príncipe de medianoche, dirigida por Inés Muñoz Aguirre en 1988, hice mi primera incursión profesional; gracias a ese montaje y una versión que yo dirigí, es cuando Carlos Giménez me invita a participar en el Festival de Directores para el Nuevo Teatro en 1989. Participé con El desertor y así comenzó mi carrera, es decir hace 20 años”.
-¿Cuántas piezas escritas y representadas?
-Todo lo escrito ha sido mostrado. Con Taima debuté y después vinieron: Príncipe de medianoche, El desertor, Anatomía de un viaje, Mariposas sobre tu vientre, La peste del insomnio, Fingers Dedos de Goma, Lobo rojo, 900 Pánico, Cor-de-Rosa, Camino al Pasapoga, Vestidas para escapar, Todo o nada en la Sociedad de Damas y Hollywood Stilye. Son 14, por ahora, y tengo en la gaveta a 800-Paloma y Casting Express.
-¿Durante los últimos 20 años para que ha utilizado el teatro?
-Para lo único que sirve es para comunicar y generar catarsis. Pero no es fácil, porque el camino de nuestro teatro es como el de un carrito de la montaña rusa. Cuando se llega arriba hay que estar preparado para volver a bajar, tomar varias curvas y volver a subir. Pero vale la pena y creo que vamos rumbo a estabilizar ese carrito.
-¿Cuál es la situación actual del teatro criollo?
-Estamos tratando de salir de la terapia intensiva luego de haber gozado de muy buena salud a finales de los ochenta y comienzos de los noventa. La recuperación ha sido lenta, pero estamos saliendo. El factor político ha destruido las agrupaciones existentes por falta de una política cultural y ha creado nuevos proyectos que no tienen las bases necesarias para permanecer en el tiempo. Nos hemos convertidos en un “vente tú” para formar nuestros elencos y son pocas las agrupaciones que mantienen una nómina de actores. La desaparición de los grupos ha traído como consecuencia lo que llamo “la dictadura del actor”. Nuestro teatro ha pasado por tres “dictaduras” muy bien diferenciadas, primero fueron los dramaturgos (Chocrón, Cabrujas, Chalbaud, Santana, etcétera), cuando la audiencia iba al teatro para ver la última creación de los autores, pero el director y el actor eran complementos; después llegaron los directores (Giménez, Peterson, Costea, Ulive, Escalona y Gené, entre otros); todos los que iban al teatro ansiaba ver con qué sorprenderían, para ver la puesta en escena, no importaba la dramaturgia y el que mandaba era el director; ahora vivimos la del actor, únicamente interesa el histrión (Mimi, Viviana, Elba, Luis, Daniela, etcétera.); antes de producir cualquier proyecto lo primero que se discute es el elenco, luego la obra que se ajuste a ese actor o actriz y por último el director.
“Para el futuro nos espera la dictadura del productor y será allí cuando logremos tener una estructura donde el teatro será negocio. Serán esos productores los que construirán salas privadas en donde las producciones podrán estar por años, garantizando así, una plataforma laboral para todos los hacedores de esta profesión”, asegura Marcos Purroy, casado hace 21 años y padre de un varón y una hembra.
-¿Tiene compromiso social el teatro venezolano?
-Sí, definitivamente, y debería ser mayor. No como un elemento para catequizar o imprimir ideologías, si no para generar preguntas.
-¿Ha superado el teatro la muerte de Giménez y de otros artistas?
-Estamos en eso. La geografía teatral ha cambiado y creo que si Carlos o Cabrujas resucitaran serían otros, no los que conocimos en aquel entonces. Porque, seguramente, se sentarían un rato, se tomarían un café y luego se levantarían para reinterpretar al país y tratar de retratarlo en sus creaciones. Porque, definitivamente, tenemos otra Venezuela.
-¿Hasta cuando drogas y desarraigo en su teatro, lo pregunto por Fingers y Hollywood Style?
-Fue casual que mis piezas tocaran esa temática. La historia de Hollywood… se basa en un actor que se “cargó” y cayó preso por buscar ese sueño de la fama. Comencé a improvisar con dos comediantes que querían escapar del país y armé esta pieza que luego fue censurada. El teatro está lleno de perdedores, y estaban allí, en nuestra realidad del día a día, y esa es la tarea del dramaturgo: retratar a la sociedad de su tiempo. Igual pasó con Fingers, basada en los 4000 venezolanos que estaban detenidos en el exterior por ser mulas del narcotráfico. Para 1997, había en Caracas un local en donde reclutaban a universitarios para usarlos como correos del narcotráfico, así que escribí y dirigí la pieza hacia esa audiencia. Fue una experiencia maravillosa porque logramos producir preguntas en esa audiencia que había vivido en carne propia lo que ocurría en la obra. Tal cual como ocurre en Hollywood Style, el público nunca se imagina el final y termina lleno de preguntas.
lleno de preguntas.

sábado, febrero 14, 2009

Bestalia nunca más regresó

La venezolana es depositada por su padre en el hogar de una familia rusa de Nueva York. Pretende hacerle olvidar ese amor imposible y al bebe que parió sin haberse casado. Ella, Bestalia Romero, con 16 añitos, se escapa, se lanza a la calle y la selva de acero, concreto y vidrio de Manhattan la engulle y la asimila. Se asume como Vicky Romero y comienza a trabajar en todos los oficios que consigue, al tiempo que rompe cualquier tipo de contacto con sus progenitores. ¡A un alto precio se libera esa criolla del yugo familiar para siempre!
A los 40 conoce a Eric Bauer, veterano de la guerra de Vietnam, y éste le cambia la vida. La convierte en sirvienta, ama de llaves, enfermera y hasta la hace su amante, a lo largo de dos décadas. Él, muy agradecido, además de amarla, antes de morir, la desposa para resolverle su estatus de inmigrante y hacerla heredera y dueña de sus bienes y beneficiaria de las pensiones oficiales, como su sobreviviente.
Ahora, Vicky Bauer, en los 70, está enferma y acompañada de una hometender, que para mantenerla viva le inventa cartas que vienen del exterior y es por eso que aquella hace un repaso prolijo de su pasado y sueña con una carta del hijo que nunca conoció y…quien ahora pretende visitarla. Pero antes llega la muerte.
Así se argumenta Cartas una madre, “ópera prima” del venezolano Marcelo Rodríguez (45 años), que exhiben en Repertorio Español, de Manhattan, dirigida por José Zayas y con la participación actoral de Miriam Cruz, Rosie Berrido, Mariangélica Ayala, Bárbara Jiménez y Ernesto de Villa-Bejjani. La obra ganó el Concurso Nacional de Obras Teatrales Nuevas Voces 2005, de Nueva York, lo cual financió el espectáculo, cuya gerencia asumió Fernando Then, con el respaldo profesional del sonidista Alfonso Rey, y el soporte de la iluminación, el sonido y la escenografía resueltos por Robert Weber Federico.
Cartas a una madre es algo más que la historia de una adolescente venezolana que envejece y muere en Estados Unidos. Es la radiografía de una generación de féminas que estuvieron sometidas a sus familias y les hicieron fracasar sus amoríos. Pero algunas pudieron revelarse y reorientar sus vidas, corriendo riesgos, como sucedió con Bestalia o Vicky.
El autor, que se inspiró en hechos reales e incluso pudo conocer a la original Bestalia, poetizó parte de la historia real para darle una mayor trascendencia a la pieza. Creemos que puede ser llevada al cine en una producción intimista.
El montaje, dura 105 minutos, resulta placentero. La escena se llena con fantasmas y recuerdos de la agonizante Vicky Bauer e incluso atrapa o engaña al público, porque hay efectos muy bien manejados por el director Zayas. Las actuaciones son de calidad y en especial se destaca la venezolana Mariangélica Ayala, quien asume a la Vicky cuarentona, la hometender o la que cuida del veterano Bauer. La primera actriz Miriam Cruz encarna a la señora Bauer, enferma y recreadora del pasado y el presente. Es una pieza amarga, sí, pero son así las vidas de muchos inmigrantes, de los desterrados, de los habitantes de este planeta.
Marcelo Rodríguez participa en la fundación de la Compañía Nacional de Teatro como actor en el espectáculo inaugural Asia y el Lejano Oriente, de Isaac Chocrón, hacia 1985. Trabaja, vive y ama, desde hace dos décadas, en Nueva York, donde además se ha especializado en comedias musicales para ingresar al mercado del show bussines estadounidense. Con Cartas a una madre -Letters to a Mother es la versión al inglés, resuelta por Heather McKay de Ott- la segunda parte de su american dream comenzó a materializarse, porque siempre le gustó escribir y contar historias.
Cartas a una madre, antes era Bestalia, es la primera de una trilogía de sagas sobre personas de la tercera edad, las cuales vio o vivió a través de otros. La segunda es La papaya dulce, originalmente Liberato, y la tercera Los superhéroes del abuelo o Felo y Gela. Estas piezas serán exhibidas a lo largo de 2009 y del próximo 2010. Mientras tanto investiga para proseguir en su afán de subir a las tablas una selección de historias con los inmigrantes en las tierras de Abraham Lincoln, esos que no se dejaron atrapar por la vorágine urbana y conservan sus valores.
Esta obra es su puerta hacia una exploración dentro del vasto mundo teatral. Mientras tanto sigue en la programación de Repertorio Español y puede además ser vista y degustada en inglés, gracias a la traducción simultánea inalámbrica. Actualmente está en conversaciones con una agrupación española que quiere montarla.
Otras luchas
Su biografía es el mejor argumento para un teatro, pero Marcelo Rodríguez no lo escribe por ahora, aunque sueña ver sus piezas en una sala de Venezuela. Sus décadas en Estados Unidos pusieron a prueba todo su ser. Vive de su trabajo como periodista animador de espectáculos de lucha libre y con sus constantes participaciones actorales. Tiene apartamento propio en Manhattan y otro para alquilar en Queens. Lo acompañan Rufa y Lorenzo, auténticos canes Bóxer y Boston Terrier.

jueves, febrero 12, 2009

Allende, gran personaje trágico del teatro

En 1970, el médico y político chileno Salvador Allende se convierte en el primer Jefe de Estado socialista de América, electo democráticamente en elecciones libres. En 1973 es derrocado por el general Augusto Pinochet en uno de los golpes más sangrientos de la rocambolesca historia latinoamericana. Ahora un ángulo de esa sangrienta saga ha sido convertido en un singular espectáculo teatral gracias al trabajo del periodista y dramaturgo Rodolfo Quebleen, el cual se está exhibiendo en Venezuela desde el pasado mes de octubre, gracias al trabajo actoral de Roberto Moll y la puesta en escena lograda por Luis Fernández, además de la produccion de Mimí Lazo.
Allende, la muerte de un presidente, como se denomina a dicho evento teatral, refleja las últimas horas de vida del mandatario chileno, derrocado mediante un golpe militar el 11 de septiembre de 1973. Nunca quedó totalmente esclarecido si su muerte fue suicidio o asesinato. A partir de anécdotas y pasajes reales de la vida del Jefe de Estado, el texto de Quebleen intenta desarrollar qué pensó y cómo actuó el político en esos momentos, mientras el palacio presidencial, La Moneda, era bombardeado y ardía, y él contaba sólo con dos docenas de amigos para defenderse.
Para escribir este agudo texto teatral, Quebleen se basó en grabaciones, testimonios de sobrevivientes y en el propio archivo de la Central Inteligency Agency (CIA) desclasificado en la era del presidente Bill Clinton, dando lugar a una obra de verosimilitud sorprendente. Este escritor, que empezó su carrera como periodista cuando tenía 16 años (Rosario, Argentina, en 1938), confiesa ser “estudioso obseso de figuras como Salvador Allende y Evita Perón”.
“Para mí siempre estuvo claro que él, Allende, combatía contra molinos de viento que tenían nombre propio.Nunca vislumbró el desenlace, creo que a la propia historia le tomó por sorpresa y su actitud final hizo que el violento momento de ese 11 de septiembre quedara grabado en la historia, no sólo de Chile, que aún hoy, 35 ó 36 años después, lucha por cicatrizar. ¿Murió como Presidente porque supo morir como hombre o viceversa?”, ha dicho el escritor.
“Lo bueno de esta saga es que tarde o temprano nos ofrece su juicio incuestionable. Es posible que los admiradores de Allende encuentren a este plasmado en el escenario menos idealizado en su humanidad. Sus detractores encontrarán a un personaje que podrían seguir cuestionando, pero lo primordial es que basándonos en todos los documentos y grabaciones obtenidas de ese día, aunados a los documentos de la CIA, el Allende de mi obra es un hombre trascendido por su ideal de cambio. Un hombre que las nuevas generaciones, de cualquier postura política, necesitan conocer”.
—¿Por qué un monólogo sobre el 11 de septiembre de 1973?
—Me atrapó el epílogo de la saga de ese hombre, porque su último día fue el resumen de su vida política. Todo lo que había dicho y hecho tenía una función muy específica: dignificar al pueblo chileno, rescatar lo que le pertenecía y devolvérselo. En el caso específico de los minerales, estos existían en el suelo chileno, pero no eran chilenos y quienes trabajaban hasta el agobio y hasta la muerte en las minas, para extraerlos, eran los menos beneficiados de esos sacrificios, y en varias oportunidades sus protestas fueron reprimidas por la fuerza que representaba a gobiernos al servicio de los capitales extranjeros. Allende, después de cumplir con su promesa de devolver al pueblo lo que le pertenecía materialmente, no podía defraudarlo negándole su derecho a creer en la dignidad humana, y esto significaba defender hasta la última instancia de su vida el mandato que le había sido otorgado por ese pueblo de mineros e indios mapuches. Ese mandato, según lo entendía Allende, era el de preservar las instituciones constitucionales y no era negociable, y sólo podía defenderlo con su vida, porque sabía que cuando llegara el momento final iba a estar solo, y un hombre solo únicamente tiene su vida para pelear. La vida de Salvador Allende anterior al 11 de septiembre deja de tener importancia cuando amanece ese día, porque no es un día más, es el último día y él lo sabe. Y sabe que el último día se vive hasta que llega la muerte y en su caso era la salvación de la dignidad humana de un pueblo, su pueblo. Y todo lo orienté hacia un unipersonal por cuestión de método y pensando que sería más fácil llevarlo a escena. Al fin y al cabo era mi primer texto teatral, y debía comenzar así, con el modelo más antiguo que existe de pieza teatral, el monólogo. Su antigüedad no tiene nada que ver con las dificultades que encierra. El teatro no son relatos periodísticos, son imágenes, son metáforas creadas a partir de palabras y situaciones.
—¿Cómo se gestó Allende, la muerte de un presidente?
—El proceso de elaboración del monólogo fue complicado, porque inicialmente era una obra de teatro que no funcionaba. Pero yo insistía en que de una forma u otra tenía que ser un trabajo teatral, porque el teatro refleja la vida; los espectadores pueden escuchar la respiración de los personajes, ver como el sudor brota en los rostros de los actores, que en esos momentos no son ellos sino los personajes que ellos están viviendo. Por supuesto, antes de comenzar a escribir había leído varias docenas de libros y ensayos sobre Allende, su Gobierno, su familia; conversé con mucha gente que lo conoció, entrevisté a su esposa Tencha y a su compañera Payita. Después comencé a armar el diálogo y a sufrir terriblemente con la comprensión de la escritura, porque siempre era demasiado largo. No tenía demasiado material y tuve que hacer un gran esfuerzo para lograr la versión final. Lo escribí en inglés y se estrenó en Nueva York.
—¿Por qué en inglés y por qué se muestra en Estados Unidos?
—Yo vivo en Estados Unidos desde hace 44 años, soy periodista y trabajo en el diario Daily News, de Nueva York. El primer montaje de Allende, la muerte de un presidente se realizó en Nueva York y se estrenó en el Theater for the New City, el 16 de abril de 2006, con una acogida no esperada, porque durante tres semanas la sala estuvo totalmente llena noche tras noche, al punto que en la última función se decidió hacer otra temporada en septiembre, pero pocos días antes de reinaugurar se viajó a Caracas, invitados por el Tercer Festival Internacional de Monólogos y fue presentado en inglés y con subtítulos en español gracias a un teleprompter, tuvo muy buena acogida en una única función en la Sala Juan Bautista Plaza. De regreso a Nueva York se reabrió una semana después, con el mismo éxito de público, durante otras tres semanas. Incluso en las tres últimas funciones quedó gente sin poder ingresar a la sala. Estoy en deuda eterna con el actor Ramiro Sandoval y el director Germán Jaramillo, ambos de origen colombiano, quienes hicieron la primera puesta en escena de mi ópera prima. Con la temporada caraqueña de los últimos meses de 2008 y varias semanas de enero y febrero de 2009, ya vertido al español y con la magistral composición actoral de Roberto Moll, se realizó su estreno en la lengua castellana, en la lengua que habló Allende y con la cual se forjó su leyenda como íntegra figura política americana. Estoy muy agradecido con el teatro venezolano al haberme permitido estrenar aquí mi obra.
—Se estrenó en Venezuela, pero ¿qué ha pasado en Chile?
—Son dos países diferentes en su historia y sus instituciones, sin contar sus mecanismos culturales, pero debo informar que cuando en Santiago de Chile se conoció de mi obra y su temporada neoyorquina, el director de cine Fernando Valenzuela y el productor Eduardo Larraín decidieron realizar un espectáculo audiovisual sobre la base de mi pieza teatral. Viajaron a Nueva York y filmaron parte del monólogo con enfoque cinematográfico, y mezclaron todo eso con textos elegidos de El infierno, de La divina comedia, de Dante Alighieri, y un selecto pietaje basado en filmaciones de la época del golpe pinochetista. La película se estrenó el 19 de junio de 2007, con buena aceptación del público y la crítica; por ejemplo el crítico Ascanio Cavallo, de El Mercurio, de Santiago de Chile, escribió: “La pieza teatral es un esfuerzo de estilización sorprendente. Notable funcionamiento de textos clásicos en contextos nuevos e inesperados. Notable idea dramática y fílmica. Sin embargo, a pesar de todo, la mejor pregunta la formula Allende sobre un escenario oscuro: ‘Los presidentes pueden ser desplazados. Pero ¿cómo puede ser desplazado el pueblo?’. La pregunta es triste. La respuesta, todavía más”.
Fábula dolorosa y llena de verdades
Rodolfo Quebleen recuerda que en América Latina se realizaron varios derrocamientos de gobiernos elegidos legítimamente, con la participación directa o indirecta de potencias extranjeras. “La caída de Bosch en República Dominicana, el derrocamiento de Arévalo en Guatemala, el asalto contra Allende en Chile, son ejemplos. Hasta el golpe contra la Unión Popular en Chile, en 1973, existía un esquema eficaz, que se desarrollaba de acuerdo a un manual para todo uso. Los pueblos no estaban alertas, desconocían antecedentes para protegerse. Ahora Bosch, Arévalo y Allende son antecedentes, se sabe por qué ocurrieron esos desastres nacionales, se descubrió que no había conciencia de autodeterminación, que no era un común denominador. Ahora se conoce cuánto se ha perdido por esa falta de lealtad hemisférica. Ahora los latinoamericanos, más que decir que son muchos, saben que deben decir que son uno solo, único e indivisible. Hasta cuándo continuará existiendo este método de prepotencia es algo que no se puede predecir, pero sí es notorio que cada día resulta más difícil imponerlo. Mientras tanto, es necesario releer La fábula del tiburón y las sardinas, de Juan José Arévalo. Es doloroso, está lleno de verdades”.

martes, febrero 10, 2009

!Solamente el amor salva!

Solo Dios es eterno. Nada nos pertenece. Todo es prestado. Es tiempo de cambios, porque, como enseña el poeta Porfirio Barba Jacob, “la vida es clara, undívaga y abierta como un mar”. Eso lo saben aquellos artistas e intelectuales quienes sí hicieron de sus vidas un canon filosófico. Recordamos esto porque la agrupación Theja se desplaza desde la sala “Alberto de Paz y Mateos”, donde trabajaron a lo largo de casi dos décadas, hacia otro espacio para iniciar su temporada 2009. Eso explica porque se presenta en el Teatro Trasnocho con la realista y patética comedia De todo corazón, escrita y puesta en escena por José Simón Escalona y con las actuaciones de Alfonso Medina y Nacarid Escalona.
El argumento es simple: los cuarentones El (Alfonso Medina) y Ella (Nacarid Escalona), antiguos amantes, se citan en la habitación de un hotel, luego de tres lustros de separación u olvido. El la busca como amiga al saberse traicionado por su ultima esposa, mientras que Ella fue abandonada, porque su conyugue la cambió por una joven. Ese reencuentro está cargado de quejas, reclamos y anhelos de retroceder el tiempo, pero se impone el inexorable presente y ambos se entregan a esa lucha corporal que es el sexo, ayudados por pastillas azules y afectos. Al final, gana el amor y esos seres continuarán viviendo, quizás con deseos de volverse a citar. ¡Nadie debe olvidar que un viejo amor ni se olvida, ni se deja, porque nunca dice adiós, como dice la canción!
No es un melodrama telenovelesco, aunque tiene ese aliento vital de enamorados, de seres que han querido rememorar y escaparse hacia un pasado para disfrutar como lo hicieron 15 años atrás. Es una reflexión sobre seres humanos capaces de utilizar el amor, ese que se sobrepone al sexo y al tiempo materializado en segundos. Ese que utiliza el intercambio de fluidos y de energías y de esa manera revive a los seres que no niegan sus sentimientos y están dispuestos a manifestarlos por encima de las convenciones. Es, dicho en lenguaje coloquial, una maravillosa droga capaz de revitalizar a quienes creían que estaban muertos en vida.
Eso lo predica Escalona con su pieza, donde, reitera su fe en el amor y por eso lo recomienda con la metáfora o la parábola que brota a partir del cuento de la pareja de ex amantes que se reúnen, precisamente cuando atraviesan complejas crisis existenciales, para darse fuerza y proseguir viviendo. Fuerza escondida entre sus recuerdos románticos, adormilada por las mezquindades propias de quienes se amaron y nunca quisieron abandonar ni ser abandonados.
Los actores usan gestos y tono agresivos, al borde del paroxismo y sus roles están creciendo, acercándose al punto ideal para apoderarse del público y hacerle sentir como propio el drama de esa pareja que busca el amor como único refugio.
Hay por supuesto una obvia lectura política: El y Ella reconocen que pertenecen a una generación que esperó mucho de su país y que ahora están desmoralizados, pobres y a punto de perder las esperanzas. ¡Lo que queda es la lucha aliñada con mucho amor para recrear el presente porque el futuro se construye!

Trasnocho Cultural es el Ateneo del siglo XXI

La Gran Caracas tiene ya “un ateneo para el siglo XXI”, donde hay teatro y cine, además de libros y hasta degustaciones gastronómicas. Fue creado e inaugurado en el sótano del Centro Comercial Paseo Las Mercedes y desde el 1 de octubre de 2001 se le conoce como Trasnocho Cultural. Sus balances dan cifras positivas, como consecuencia de la buena gerencia y de presencia cómplice del público.
El teatrero Moisés Guevara, director del espacio Teatro Trasnocho, cuenta que el Trasnocho Cultural se gestó a partir de la propuesta de remodelar y activar los cines del Centro Comercial Paseo Las Mercedes. “No creo que estuviese planteado desde el inicio que esta idea se convirtiese en lo que es hoy día. El acierto de esta propuesta inicial fue no hacerlo a solas, se consultó a profesionales y se concertaron asesorías para cada una de las áreas operativas que hoy tenemos. Quien conoce la totalidad del proyecto es nuestra coordinadora general la cineasta Solveig Hoogesteijn. Mí responsabilidad en este proyecto se reduce al Teatro Trasnocho y desde hace un año y medio se sumó el Espacio Plural”.
-¿Quiénes lo financian y como están presentes en la junta directiva?
-Trasnocho Cultural como fundación tiene un honesto acuerdo para no personalizar nuestra gestión, esa es la razón por la cual funciona cada área con independencia de criterio y gestión, lo que hacemos es coordinar cada una de nuestras acciones. Nuestra junta directiva no tiene nombres y apellidos y existe un acuerdo estratégico para no personalizar la gestión que realizamos. Defendemos que las instituciones puedan sostenerse en el tiempo por encima de los nombres, es decir, de las personas. No somos eternos y no podemos permanecer de manera indefinida. Al Trasnocho Cultural lo financia el público que lo apoya y asiste regularmente a nuestras programaciones. Nuestros aliados estratégicos coadyuvan en ello.
-¿Cómo se materializa el proyecto y cómo llega usted a donde esta?
- Fui llamado por Solveig Hoogesteijn, quien llegó al proyecto desde sus inicios, ella me solicitó una propuesta para este espacio que fue evaluada y desde ese momento pasé a ser asesor del proyecto del teatro.
-¿Cuántos espectáculos hasta febrero de 2009?
-Desde octubre del 2001 hasta la fecha hemos superado las tres mil funciones. Hemos presentado 62 obras de teatro y 26 espectáculos infantiles; dos temporadas de café concert y stand up comedy; 11 compañías de danza, flamenco y tango; 60 conciertos dominicales, 59 lecturas dramatizadas, 58 espectáculos musicales; ocho óperas de cámara; en dos oportunidades se presentó la Actors Studio Master Class; y mostramos cuatro obras con nuestros aliados en formación teatral (grupo Skena y Cica) y ocho artistas internacionales.
-¿Cuántos metros cuadrados hay al servicio de la cultura?
-En estos momentos ignoro la totalidad de metros cuadrados del Teatro Trasnocho. Ese espacio ha crecido en varias dimensiones, desde hace año y medio contamos con el Espacio Plural, que tiene una planta de 260 metros cuadrados, pero más allá de las dimensiones lo importante es el espacio programático: tenemos seis obras de teatro en cartelera. Son cuatro producciones en el Teatro Trasnocho y dos en el Espacio Plural, además de toda la programación de talleres de capacitación, porque la parte formativa es fundamental en nuestra gestión.
-¿Se financia el Trasnocho con la taquilla?
-En el caso del teatro, la taquilla es nuestra sangre, no hay transfusiones. Los aportes de la empresa privada son recibidos por los grupos de teatro y los productores independientes. Nosotros no ejercemos ningún control sobre la libertad creativa o de gestión de nuestros coproductores.
-¿Qué exige a los artistas?
-Calidad, profesionalismo, compromiso, rigor y apego a la normativa de uso del teatro. Para programar siempre he solicitado el texto de la obra, porque es imprescindible para definir la incorporación de una propuesta dentro del perfil programático; jamás he censurado; decido la programación con los criterios que me formé como actor; leo el texto y hay elementos que me dicen: “lo quiero hacer”. En Trasnocho se ha presentado de todo.
-¿Como liquidan las taquillas y con qué periodicidad?
-Con respecto a la taquilla, esta se liquida rigurosamente todas las semanas. Los porcentajes son: 50 y 50, o sea que Teatro Trasnocho es coproductor del evento. La taquilla es la remuneración del trabajo del creador y no podemos irrespetar esta premisa.
-¿Qué promedio de público han tenido por año?
-En el 2001, cuando inauguramos, contabilizamos 3.500 espectadores. El pasado 2008 llegamos casi a los 65.000 en el teatro. Las cifras hablan por si mismas.
-¿En que culminó la polémica sobre el teatro comercial?
-Esa polémica no es mía. Hay teatro bien hecho y teatro mal hecho, no hay más. En el Teatro Trasnocho se ha presentado de todo. Hay un solo tipo de teatro que no me gusta hacer y es el “teatro escondido”, ese que nadie ve.
- ¿Qué ha pasado con el artista Moisés Guevara?
-Me siento en un importante momento de mi carrera: dejé la producción, dejé la docencia y como creador continuo mi camino como director de teatro, acompañado por mi mano derecha Fernando Calzadilla y mis eternos cómplices Víctor Villavicencio, Margarita Lamas y mi esposa Iraida Tapias. Acabo de terminar la dirección de Educando a Rita de Willy Russell, con Alejo Felipe y Catherina Cardozo. Y comienzo a estudiar otros dos proyectos: La muerte y la doncella de Ariel Dorfmann y El día que gano Susana Duijm de Jhonny Gavlosky, que pienso montar con Ivonne Attas y Carolina Perpetuo, esta última para darle razones al teatro comercial.

sábado, febrero 07, 2009

Educando a los caraqueños

El sector privado de la economía venezolana no acostumbra realizar inversiones en el ámbito del espectáculo artístico o el show bussines cultural, ese que no lucra, ese que capacita o forma al público. Sus voceros, para justificar semejante indiferencia, aseveran que “esos gastos no son rentables” y “el Estado no condona, no deduce nada, o es muy poco lo que toman en cuenta”. Pero conocemos de empresas o de multimillonarios que sí dan colaboraciones o donaciones a instituciones foráneas, como museos, agrupaciones de ballet o de teatro, especialmente en Nueva York o en Miami, “porque les fascina la publicidad en inglés”. Son los que todavía visualizan a Venezuela como “un campamento petrolero, más nada” y quienes creen que “los beneficios del arte moderno tienen que ser degustados en otras latitudes”.
Todo no está perdido. Hay excepciones, como es el caso de dos venezolanas millonarias, con ojos y corazones de auténticas mecenas, quienes aportaron sus bolívares para la erección del emporio Trasnocho Cultural en el estacionamiento subterráneo de un centro comercial del este caraqueño. A ocho años de haber sido puesto en marcha, hay que reconocer las consecuencias positivas de la creación de tal empresa, tanto para artistas y espectadores que realizan o degustan espectáculos y otros eventos ahí presentados o programados. Un proyecto cultural privado que ha desarrollado talentos y acrecentado sensibilidades y conocimientos. Sin embargo, la actividad cultural, que no es crematística y exige constantes y costosos insumos, demanda una mayor participación de ciudadanos o empresarios pudientes, como ocurre en otros países, ya que no siempre los Estados y sus gobiernos están en condiciones de cubrir.
Y ahora, sin pretender celebrar tal acontecimiento, el cual es un histórico aporte de mecenazgo criollo para el desarrollo de la comunidad, el teatrero Moisés Guevara -es director de Espacio Plural y de Teatro Trasnocho, salas del Trasnocho Cultural- ha puesto en escena la comedia Educando a Rita, de Willy Russell, actuada por Alejo Felipe y Catherina Cardozo. Es un teatro social que llega ante un público educado o adiestrado en esos espacios, los cuales eran estacionamientos para vehículos de los contertulios de ese centro comercial.
¡Más vale tarde que nunca y gracias a la Internet se vence a las sombras! Es lo primero que podemos decir de Educando a Rita, pieza que internacionalizó e hizo millonario a su autor, Willy Russell (Whiston, Merseyside, Reino Unido, 23 de agosto de 1947), un hijo de obreros que primero montó una peluquería para mujeres y después fue a la universidad hasta convertirse en autor teatral de prestigio, además de ser compositor, guionista e incursionar en la novelística.
Educando a Rita, publicada en 1980 y llevada al cine tres años después, no fue su primera ni única pieza, pero lo hizo famoso. Ahí se muestra como una humilde mujer, peluquera de profesión, y con serios problemas de convivencia con su marido -la quiere preñar para amarrarla con la prole- le da un cambio definitivo a su existencia, al recibir unos cursos de literatura en una inglesa universidad abierta, llegando incluso a cambiarle la vida a su profesor, un borrachito estresado que no tenia una brújula para orientarse en los años de vida que le quedaban. Una especie de american dream pero con cultura de por medio.
En síntesis, Russell es un predicador, con éxito, de la libertad para la educación; aupador de progresistas políticas educativas para adultos; fanático de la básica educación abierta y de la educación a distancia; un importante producto del movimiento generado a partir de modernas teorías, tal como se hizo en la Open University desde 1969. En otras palabras, el ex peluquero es un verdadero revolucionario inglés. Un dramaturgo que utiliza mitos, como el de Pigmalión y Galatea, pero aquí los corporiza a la inversa.
Sin lugar a dudas, Educando a Rita, más allá de su metáfora oportuna para el actual contexto venezolano, es una comedia deliciosa que exalta el poder de la educación y el aprendizaje en seres inteligentes y capaces de cambiar o de retroceder si se equivocan, seres excluidos que luchan y triunfan. Es, para decirlo y suscribirlo con palabras ajenas, “un viaje hacia el autodescubrimiento, un cuento de hadas con final abierto, un documental social”.
Tercer montaje
Moisés Guevara vive y disfruta su cuarta década como pocos en esta alocada Caracas. En Trasnocho Cultural había exhibido Pequeños crímenes conyugales y Salieri, pero ahora se supera notablemente como puestista con su placentero espectáculo Educando a Rita, apuntalado en las excelentes caracterizaciones de la peluquera que quiere educarse (Catherina) y el aburrido profesor Fleming (compleja responsabilidad de Alejo Felipe). Asombrosa pareja de comediantes que materializan, con mucha ternura, además de trepidante ritmo, sus nada fáciles personajes. Los gastos del montaje han sido cubiertos por la institución “En el acto producciones”.




jueves, febrero 05, 2009

Los 80 dientes de la culpa

En el Teatro San Martín de Caracas –única sala alternativa y comunitaria del suroeste- comenzó la temporada 2009 con la reposición del espectáculo 80 dientes, 4 metros y 200 kilos, ejerplarmente escrito y bien dirigido por Gustavo Ott y con las precisas actuaciones de Rubén León, David Villegas, José Gregorio Martínez, Carolina Torres, Leonardo Gibbs, Jennifer Morales e Ima Sumak Carhuarapay.
Ganadora del Premio Internacional Tirso de Molina de Dramaturgia 1998, 80 dientes, 4 metros y 200 kilos no es otra cosa que “una épica expresionista sobre la culpa, el béisbol y el lenguaje”, la cual materializa la agridulce saga de tres liceístas en la urbe caraqueña de 1975 y culmina, allende las fronteras, en las postrimerías del siglo XX, en varias urbes estadounidenses. Ese trío purga un crimen no admitido o un homicidio fortuito, el cual se convierte en algo más que la sombra de la culpa que los arropa. Todos luchan, infructuosamente, por materializar sus modestos sueños existenciales y terminan transformados en guiñapos de un sistema social que no les dio mayores alternativas para crecer, sino meterse a jugar béisbol en las Ligas Mayores y fracasar por no reunir los exigentes requisitos y exhibir un ridículo average; al burdo tráfico de las drogas sicotrópicas o a la delincuencia común y corriente. Sobre ellos está el peso de tres décadas perdidas en medio de una sociedad irresponsable, insensible y nada solidaria, especie de metafórico monstruo con 80 dientes,4 metros y 200 kilos que los devora.
No es una comedia esta pieza de Ott, con la cual el Teatro San Martín de Caracas está festejando sus 16 años de labores útiles. Ahí, con una historia triple y dentro de un contexto musical y preñado de sueños, se propone una reflexión sobre el destino de un gran segmento de las nuevas generaciones, que están atrapadas por el monstruo de la publicidad engañosa y creen que la felicidad esta en tener dinero más nada, aunque para ello haya que violentar todas las normas morales y buscar los oficios que oferten las mayores ganancias económicas.
La pieza esta escrita para ser llevada al cine, utilizando los conceptos del Dogma que predican y aplican, desde 1995, los daneses Soren Kragh-Jacobsen, Kristian Levring, Lars von Trier, y Thomas Vinterberg, o sea con “un presupuesto bajo, en un pequeño país y sin un trípode”, como aquí lo hace Alberto Arvelo con éxito.
En esta ocasión, Ott ha logrado una más consistente puesta en escena, utilizando la música pop de los 70 y 80, tanto la latina y la gringa, para crear las rumbosas atmosferas donde se desenvuelven los personajes, trágicos hombres que no logran crecer y se consumen públicamente y ante la indiferencia del colectivo donde se mueven, tanto el estadounidense como el criollo.
Rubén León, David Villegas, José Gregorio Martínez, Carolina Torres, Leonardo Gibbs, Jennifer Morales e Ima Sumak Carhuarupay son los intérpretes, pero el peso duro del montaje lo tienen Villegas, Martínez y Gibbs, aunque la performance de Morales llega, en momentos, a eclipsar a los tres caraqueños crápulas que son devorados por sus remordimientos.

martes, febrero 03, 2009

Culmina proyecto sobre el padre iberoamericano

Con el estreno de cinco piezas, escritas especialmente para el Teatro San Martín de Caracas (TSMC), las cuales se podrán ponderar desde el viernes 6 de febrero, a las ocho de la noche, dirigidas por Costa Palamides, concluye El Proyecto Padre: Obras José, ambicioso y original plan dramatúrgico sobre el progenitor iberoamericano.
El Proyecto Padre: Obras José es un mega producción teatral que contempla, en su totalidad, tres espectáculos distintos contentivos de 13 obras y 13 autores de 9 países. “El personaje central, José, posee las mismas características en todas las piezas, aunque varía su contexto, condición social, usos del idioma, profesión, etcétera. Si José en una obra es un burgués, en la otra es un obrero, un macho o gay, un filósofo o un idiota, un tahúr o un santo. José es casado, divorciado o viudo y vive al mismo tiempo en Argentina, Venezuela, España, Chile o México. Puede que José hable mucho o poco y su vida es distinta en cada obra aunque es el mismo José siempre: padre de dos hijos y con un temblor en su mano derecha. Y es el mismo José siempre, porque queda claro que José es, además de un personaje, una metáfora”, explica Gustavo Ott, director general del TSMC.
Ott comenta que para culminar este proyecto se presentará Tercer Padre: Obras José “Atardeceres”, integrado por un quinteto de textos sobre el tema del progenitor iberoamericano, escritos por Ángel Norzagaray (México), Benjamín Gelemiri (Chile), Ignacio del Moral (España), Santiago Martín Bermúdez (España) y Mónica Ogando (Argentina).
Este Tercer Padre: Obras José “Atardeceres” está compuesto por las obras El padre José de Ángel Norzagaray, ¿Quién Eres? de Ignacio del Moral; La cuota de plusvalía de Benjamín Gelemeri, Domingo de Mónica Ogando y Ella bailaba boleros de Isolina de Santiago Martín Bermúdez. El elenco, para estos cinco espectáculos lo integran María Brito, Ludwig Pineda, Juliana Cuervo y José Gregorio Martínez.
TERCER PADRE
Según explica Ott, este Tercer Padre es el espectáculo más “profundo y difícil” de los dos presentados hasta ahora. “De los tres espectáculos, es el que tiene más piezas, cinco. Costa Palamides realizó un trabajo de dramaturgia con los cinco dramaturgos y logró hilar, como un buen autor no sólo de la escena, sino de la literatura, las cinco historias que, en tiempos, contextos y lenguajes distintos, apenas tienen un punto de coincidencia: un personaje llamado José. De los tres Padres, este es el único que funde las piezas. Por supuesto, esto no es nada fácil de hacer, incluso para el autor más capacitado, pero Costa lo ha hecho como un veterano de la pluma”.
Costa Palamides, director de este tercer y último Padre, afirma que fundir la realidad del “progenitor hispanoamericano” ha sido, y no le titubea la voz, “esclarecedor y a la vez aterrador, porque se trata de un rompecabezas de angustias y delirios sobre la paternidad en nuestros días. Me he valido de recursos del realismo mágico, el surrealismo, el hiperrealismo, la farsa y el melodrama; cinco tergiversaciones de la realidad, cinco maneras de enfoque en una rayuela de la que surgen y se desvanecen cinco padres terriblemente verídicos, reconocibles y patéticos”.
Como este es el primer trabajo que el reconocido director de la agrupación Teatrela realiza con el equipo del Teatro San Martín de Caracas/Textoteatro, Palamides reconoce que laborar en San Martín “es una delicia; hay allí una guarida de creación. En este caso, con cuatro actores excepcionales y un equipo de mística bajado de los cielos, con pócimas de dos gardenias y milagros. No es para menos con tanto padre paternal y padrísimo que nos duele y nos avasalla”.
Con el Tercer Padre culmina la primera fase de este programa de autores que ha reunido, desde el 2007, a 14 actores, 15 autores, tres directores y dos decenas de artistas de 14 países. Las 13 piezas José serán publicadas y presentadas en julio próximo, cuando se estrene el Primer Espectáculo del Proyecto Madre: Obras María, que incluirá 15 piezas de todo el mundo, escritas especialmente para este proyecto, dedicadas al tema de la Madre.
HISTORIA
El Primer Padre: Obras José 1 “Amaneceres” se estrenó el 8 de Junio del 2007 y fue integrado por las piezas: Los adioses de José de Víctor Viviescas (Colombia); El que te cogió y se fue de Elio Palencia (Venezuela); Papá poeta de Ricardo Halac (Argentina) y Cenizas vivas de Roberto Ramos Perea (Puerto Rico). El elenco de este Primer Padre lo Integraron los actores Gonzalo Cubero, Trino Rojas, María Eugenia Romero, William Escalante, José Luis Záez y Lismar Ramírez, bajo la dirección general de Luis Domingo González .
El Segundo Padre: Obras José “Noches” fue estrenado el 5 de Junio del 2008 (con el apoyo de Iberescena, el Centro Helénico de México y el Celcit-Argentina) con las obras El testamento de José de Luis Mario Moncada (México); La rosa mística de Patricia Suárez, (Argentina) y Notará que llevo un arma de Gustavo Ott (Venezuela), dirigidos por el mexicano Marcos Vieyra, con la participación de Susana Varela (Argentina) y los actores venezolanos, Luis Domingo González, David Villegas, José Gregorio Martínez y Jennifer Morales.
Las funciones del Tercer Padre: Obras José serán a partir viernes y sábados a las 8:00 pm y los domingos a las 6:00 pm en la Sala Principal del Teatro San Martín de Caracas.

¡Ay Carmela! sigue en su batalla

Para completar las 100 funciones de su estrujante espectáculo ¡Ay Carmela!, el grupo Skena se exhibe en el Ateneo de Caracas con una versión del texto de José Sanchís Sinisterra, adelantada por el director Armando Álvarez y los actores Tania Sarabia y Basilio Álvarez. Ahí se reitera ante los espectadores, una vez más, que los vivos no asimilamos las lecciones de los muertos de tantas guerras. No aprendemos nada de lo sucedido y por eso se gestan más y más conflictos y las conflagraciones continúan.
No es ¡Ay Carmela! un panfleto para exaltar tal o cual ideología. Fue escrita para marcar el 50 aniversario de la guerra civil española, para que se reflexionara y se recordaran las dos muertes de todos los ahí sacrificados. “Primero los matan y luego se les olvida", como dijera el autor. Es un poético homenaje para los que perecieron y es por eso que sus dos personajes, Paulino y Carmela, modestos actores de variedades, resucitan en el viejo teatro Goya de Belchite para mostrar lo que hacían horas antes de ser fusilados por los embrutecidos combatientes, quienes no comprendieron que esa pareja de artistas querían únicamente la paz entre todos los nacidos en la península ibérica. Y por eso los fusilaron, porque nadie quería escuchar la voz pura de dos comediantes que predican un mensaje de amor, sino aplaudir una diatriba contra el rival, más nada.
Por eso es necesario y conveniente revisar la historia, analizar minuciosamente sus acontecimientos, para impedir que retornen las matanzas. Es importante recordarlas, para que no vuelvan a resurgir. Nadie puede olvidar que la guerra española terminó el 1 de abril de 1939, con un saldo de millón y medio de victimas y la imposición de un tiránico régimen que se mantuvo hasta el 20 de noviembre de 1975 y después evolucionó hacia una monarquía democrática, impulsada por una sociedad moderna que mira hacia adelante, sin olvidar el espejo retrovisor.
Este espectáculo ha cambiado, para bien. Esta más preciso en sus actuaciones y en especial su discurso, el cual ha sido depurado y ha alcanzando una mayor interacción y organicidad con los intérpretes, aumentando así la verdad de la pieza y la contundencia del montaje. No hay desperdicio de palabras ni de gestos. Basilio y Tania juegan con el humor y además hacen sus aportes como artistas que son y logran así darle mayor contemporaneidad, además de acriollarla, sin que ellos se den cuenta, pero así lo nota el público, que sí sabe de que le hablan y lo que pasó con la historia, especialmente cuando se conoce que la escriben los vencedores y no los vencidos y además humillados.
La puesta en escena, sobria, sin mayores recursos escenográficos, salvo un telón, un banco y tres banderas (España, Alemania e Italia), está más fluida, porque hay mayor comunicación entre los actores y la audiencia.¡Pocas veces hemos visto esto en Caracas!
Lamentamos que al final que no se organicen miniforos o conversaciones entre el público y los actores, y mucho cuando es una pieza política.La interacción del cómico y su espectador ayuda mucho a ese acto de comunión que es el teatro.

domingo, febrero 01, 2009

Venezolanos en Repertorio Español

Nueva York ha ejercido especial fascinación entre venezolanos y venezolanas durante los últimos 200 años. Selectos políticos y afamados artistas han instalado en esa urbe sus cuarteles de primavera o de otoño, algunos para crecer y labrarse un futuro, otros para pergeñar memorias y despedirse del mundo, pero sin olvidar ese trópico que dejaron atrás. Otros, menos afortunados y más mundanos, encontraron entre los rascacielos y los hospitales los curetajes para su dolencias físicas o espirituales. La mayoría de los criollos, casi siempre transplantados y asimilados, nunca regresó a la patria, porque ese gran puerto al mundo los atrapó, los devoró y los hizo suyos para siempre. Algunos, victimas del AIDS, retornan incinerados y en mínimas cajitas de madera para disminuir el dolor a sus familiares, como lo revela Gustavo Ott en su pieza Fotomatón.
Durante los últimos 30 años hemos conocido en los boroughs de Brooklyn, Manhattan o Queens, de trato y de palabra, a centenares de compatriotas entregados a complejas disciplinas para ganarse el pan cotidiano y el respeto de sus conciudadanos. Hemos fraternizado con adustos profesores universitarios y rumbosos artistas del performance nocturno, además de venerables promotores de artes escénicas, como el tachirense Abdón Villamizar, el estelar autor y director Moisés Kaufman, la inquieta y persistente Aminta de Lara Rojas y, por supuesto, un puñado de disciplinados actores y técnicos, como esos que ponen, día y noche, hombros y cerebros para que la institución Repertorio Español no desfallezca en su loable tarea de hacer el mejor teatro en lengua de Cervantes en la costa Este de Estados Unidos, teniendo como ejemplares conductores a Gilberto Zaldivar, René Buch y Robert Federico Weber, quienes, sin dar sus brazos a torcer, desde su teatrito en el 138 East de la calle 27, llevan 40 años en esos menesteres y todavía sueñan con proseguir y capturar más espectadores durante las próximas décadas.
Precisamente en Repertorio Español, entregados al montaje del espectáculo La fiesta del chivo hemos topado con los venezolanos Fernando Then, Pedro de Llano, Marcelo Rodríguez, Eduardo Navas, Gredivel Vásquez, Alfonso Rey y Gabriel Flores. Todos ellos desempeñan diversas tareas para hacer posible, junto a otros calificados artistas, la impactante representación de una gran saga sobre las intensas y sangrientas luchas que dieron los indomables y valientes dominicanos contra la dictadura del general Rafael Leonidas Trujillo y en especial el crudo drama de una niña ofrendada por su propio progenitor, para que fuese manoseada por el entonces Presidente de la República Dominicana; desalmado septuagenario que se valía de sus dedos para ciertas exploraciones íntimas, y a quien sus súbditos le pusieron de apodo “El chivo”; él precisamente murió en un atentado organizado por sus rivales, como se muestra en la obra.
La fiesta del chivo se estrenó durante la temporada de 2003 y desde entonces está en la programación de Repertorio Español, teniendo en los roles protagónicos a Ricardo Barber, Zulema Clares, Mónica Pérez-Brandes, Marcelo Rodríguez, Mario Matei, Fernando Then, Rene Sánchez y Pedro de Llano, entre otros. Una excelente adaptación y versión escénica de la novela homónima de Mario Vargas Llosa, la cual suscriben los colombianos Verónica y Jorge Ali Triana.
A este espectáculo lo vimos y aplaudimos hasta rabiar en su temporada inaugural y ahora lo hemos repetido, hace dos semanas, para evaluar los trabajos de los actores y técnicos venezolanos ahí involucrados. Fue ejemplar esa representación, algo cambió y ahora es más directa y más vehemente en su prédica por la libertad de los pueblos latinoamericanos, tal como lo ha mantenido desde siempre Vargas Llosa.
Pero no podemos dejar de exaltar, con gran satisfacción, la excelente tarea, doble además, del primer actor Ricardo Barber (nació en Cuba y lleva 50 años sobre las tablas) quien encarna al criminal y libidinoso tirano y al horrendo progenitor Agustín Cabral que utiliza a su hija Urania para reconquistar el afecto del sátrapa gobernante, sin sospechar que la naturaleza iba a impedir que la adolescente fuese violada, pero quedó mancillada en su ánima y alterada, para siempre, su historia, como lo describe la novela y la hace más patética este espectáculo teatral, de excelente factura.
Cartas a mamá
Y la cuota de venezolanos en Repertorio Español se ha incrementado, recientemente, con la participación de la comedianta Mariangélica Ayala en Cartas a una madre, la ópera prima del criollo Marcelo Rodríguez, que mereció el primer premio del Concurso Nacional de Obras Teatrales Nuevas Voces 2005, auspiciado por MetLife Foundation. Este montaje, con dirección de José Zayas y protagonización de la primera actriz Miriam Cruz, participa en la temporada 2009 y ha recibido positivos reconocimientos de la crítica y del público. Fue vertido al inglés, por Heather Mckay de Ott, para los estadounidenses que acuden a los espectáculos de la institución latina y utilizan la traducción simultánea infrarroja.