domingo, diciembre 21, 2008

Seis valiosos histriones y un productor ambicioso

El viejo amo Hamm está ciego y atado a una silla de ruedas, mientras discute desesperadamente con su sirviente Clov, quien no puede detenerse jamás. Al tiempo que esta escena se desarrolla entre ritmos de estridente composición circense o de patetismo cercano al horror, los padres de Hamm, Nagg y Neil rumian los achaques característicos de sus edades centenarias, mientras intentan reposar entre los depósitos de basura donde los han recluido. Se trata de una especie de desolador número de circo trágico entre el todopoderoso venido a menos y su sirviente que se dispone a abandonarlo para que muera en compañía de sus agónicos progenitores.
Esa truculenta escena sobre una filosofía de la muerte se diluye por el hiperkinético juego de sus personajes y las verdades de sus líneas, porque de otra manera sería un “ladrillo” intragable y capaz de escaldar al más paciente de los espectadores.
Así se puede resumir el estremecedor espectáculo Final de partida, basado en el texto original de Samuel Beckett, montaje, que el director Héctor Manrique ha exhibido a lo largo de la temporada 2008, con una duración escénica no mayor de 60 minutos, y con el cual, además, hizo una gira por varias salas españolas, para festejar, entre otras cosas, los 25 años de vida útil del Grupo Actoral 80. Una institución que no ha dejado perecer al teatro de búsqueda.
Dos años después del centenario del natalicio de Beckett se montó la versión caraqueña de Final de partida, la segunda pieza del más controversial autor del siglo XX, ese que puso a repensar a la humanidad en las prédicas filosóficas de San Agustín, Aristóteles y Platón. Y todo eso es porque Héctor Manrique se apoderó de la cartelera teatral con su ejemplar triple rol de productor, director y actor. Ha llenado el espacio que dejaron José Ignacio Cabrujas, Fausto Verdial, Juan Carlos Gené y el mismo Carlos Giménez, quienes enriquecieron las temporadas de los años 70, 80 y 90 del siglo pasado. Él solito empuja ahora el carromato, contando con la complicidad de algunos teatreros en tan singular tarea.
Este Manrique, venezolano nacido en Madrid el 14 de enero de 1963, aunque no es filósofo de academia, tiene una asombrosa pasión por la sabiduría progresista, adquirida al calor del cigarrillo, el café con leche y las buenas lecturas, además de las sanas influencias de sus maestros. Eso lo llevó a montar, en 1996, Esperando a Godot, pieza cimera del irlandés Beckett sobre el sin sentido y la desolación de la vida humana.
Ahora, para reiterar esa filosofía esencialista, la cual niega la libertad del ser humano y la imposibilidad de cambiar su destino, ha escenificado, con gran acierto y ejemplar cuarteto de actores, Final de partida, además de haber exhibido una polémica pieza sobre la identidad sexual.
Se puede digerir Final de partida como prédica filosófica de advertencia para una sociedad amenazada por las guerras y los holocaustos y la incapacidad de los seres humanos para alterar su destino o al menos procurarse otro mejor. También se puede leer como el derrumbe de una dictadura y la huida de los sirvientes que abandonan al tirano, dejando a la sociedad en una ruina total pero con deseos de reiniciar la marcha.
Beckett tiene fundamentos para sus desoladores mensajes teatrales, pues vivió la Segunda Guerra Mundial y después el peligro del hongo nuclear en manos de las Cinco Potencias. El riesgo de una conflagración atómica y otro tipo de destrucciones no están conjurados, lo cual hace que la vida sea una aventura. Pero aunque se eliminaran todos esos artefactos de destrucción la vida humana no tiene mayores explicaciones. Está todavía el ciudadano en condiciones de acelerar su fin o disfrutar de lo que tenga a su alcance.
Hay por supuesto algunas filosofías que sin negar la sin razón de la existencia humana ofrecen otros destinos o soluciones. Hay alternativas en la despensa cultural, pero el día a día no tiene tregua, devora sin miramientos teatrales. ¿Cierto o falso?Por ahora hay que reconocer que Daniel Rodríguez, Juan Vielma, Juan Vicente Peláez y Melisa Wolfdam se lucieron en escena con su trágico Final de partida, dándole verdad a sus personajes, primero en la sala Horacio Peterson y después en el Teatro Trasnocho. Son, sin lugar a dudas, un valioso cuarteto de nuevos histriones, como se los escribieron en España.
La identidad
Otro espectáculo memorable de Héctor Manrique, presentado en la Sala Trasnocho, fue Al pie del Támesis, logrado con la pieza homónima de Mario Vargas Llosa y con las ejemplares participaciones actorales de Carlota Sosa e Iván Tamayo. Un montaje nada frecuente que puso en escena la decisión existencial de un ser humano nacido varón que eligió ser como las hembras, tras someterse a “una invasiva cirugía de reasignación”. Todo porque la identidad sexual es clave para la libertad humana, como lo hizo y por lo cual luchó el poeta venezolano Esdras Parra, quien inspiro esa obra que duró seis meses en cartelera.




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