martes, mayo 06, 2008

Karl Marx revive en el Ateneo de Maracay

Mientras las llamas devoran todo lo que hay en la alcantarilla donde duermen los pordioseros Carlos Márquez y Jenny Castro, se escucha desde una radio la voz del locutor que perifonea:”En más de un 70 por ciento ha disminuido la indigencia en nuestro país, así lo manifestó el Jefe de Estado, quien aseguró exterminar ese terrible mal durante la gestión de su gobierno”. Hay una interferencia y los compases del “andante” de la Primera Sinfonía de Robert Schumann caen como trágica cortina musical.
Así finaliza la pieza Yo soy Carlos Marx, de Gennys Pérez, ganadora del I Concurso Nacional de Dramaturgia Innovadora 2006 del Instituto de Artes Escénicas y Musicales, la cual se estrenó el pasado 5 de mayo para festejar el 190 aniversario del natalicio de Karl Marx en el Ateneo de Maracay, donde hace temporada, y después se presentará en la sala de conciertos del Ateneo de Caracas, a partir del próximo 5 de junio. La puesta en escena es de Dimas González, con los arreglos musicales de Rubén Riera y una producción artística conformado por el vestuario de Franklin Salgado, la escenografía de Iliana Hernández y Alessandro Famiglietti, con utilería y ambientación del artista Jesús Barrio y la iluminación de Jersón Balduz.
ALEMÁN Y CRIOLLO
La dramaturga Gennys, productora general del espectáculo, explica que en 80 minutos ahí desnuda a Venezuela y desmitifica la figura histórica de Karl Marx, gracias a las actuaciones de Gustavo Rodríguez, quien encarna al alemán, autor de El capital, y al venezolano Carlos Márquez, lleno de contradicciones y conflictos sociales, políticos y existenciales, que lucha poderosamente para no perder la fe en el humanismo; mientras Nattalie Cortez revive a Jenny von Westphalen de Marx, quien no se deja engañar por falsas promesas y está harta de una sociedad llena de pobreza y desigualdades, y a la criolla Jenny Castro que sólo desea morir limpia, lejos de la basura.
Tras advertir que su “Yo soy Carlos Marx no es una recreación de personajes históricos, sino una pieza sobre la pobreza, la marginalidad y de como ese ente social llamado marginalidad nos está devorando”, reitera que es una obra sobre el fracaso del idealismo, más no del humanismo. “Un texto amoroso, que rescata al hombre y su humanidad. Los venezolanos la verán y se identificaran con su doble juego escénico: entre el personaje histórico y ese criollo, de carne y hueso”.
ALCANTARILLA
Según la escritora, su obra posee la voluntad de iniciar un teatro de la resistencia que impulsará el sentimiento de la crítica social y política y además luchará para proteger los espacios teatrales e impedir que el arte escénico sea arrasado por la radicalidad política, el fanatismo y la exclusión. “Al teatro venezolano le toca defenderse frente a los abusos del poder y la politización del arte”, puntualiza.
Su interés por escribir sobre el coautor del Manifiesto Comunista es consecuencia del azar. Ella iba por la caraqueña Avenida Baralt y en un puesto de buhoneros, entre revistas de Playboy, Vanidades y otras, estaba una biografía sobre Karl Marx, de unas mil ochocientas páginas. “Inmediatamente pregunté el precio y el vendedor me dijo: ‘25 mil, pero si se lo lleva se lo dejo en 20 mil’. Rápidamente la compré y en ese momento supe que iba a escribir una pieza de teatro con Marx, y que esa era una señal”.
“Así emprendí ese viaje hasta que redacté, en 47 cuartillas, Yo soy Carlos Marx, con el cual concursé y gané. Ahora, tras una inversión de 70 mil bolívares fuertes, hemos logrado un montaje urbano, sencillo, porque lo innovador está en el tratamiento del tema y sus personajes históricos, además del tiempo y espacio históricos en la Venezuela del siglo XXI. Donde lo importante para obtener la metáfora es su mezcla, su alternación, su simbiosis. Lo innovador está en el lenguaje y en la composición de dos personajes psicóticos, bipolares, absurdos, marginales, pero inmensamente humanos. Lo demás es una alcantarilla de dos niveles, que es donde se desarrolla el espectáculo”.
TREMENDA VENEZOLANA
Reitera que optó por hacer una pieza con Marx sobre la actual situación del país, “por lo que estamos viviendo en este proceso de revolución. Y por las preguntas que nos hacemos diariamente: ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué tipo de revolución socialista del siglo XXI es la que nos están vendiendo? Su discurso escénico es muy vital para este momento histórico-social que estamos viviendo. Es una pieza venezolana, y eso me hace muy feliz, porque soy tremendamente venezolana”.
Asegura que Venezuela sí tiene un gran teatro de calidad. “Siempre lo hemos tenido. Y con toda honestidad creo que nuestro teatro es uno de los mejores de Latinoamérica. Extraño mucho, los clásicos, hace años, teníamos en cartelera obras de Moliere, Shakespeare, Ibsen, Valle-Inclan, Ionesco. Ahora todo el mundo quiere montar obras sobre Bolívar y Miranda. Es evidente que lo hacen por razones presupuestarias y porque esos temas son moda y tienen apoyo económico; es una visión muy primaria de afianzar una identidad, pero la identidad no tiene nada que ver con el nacionalismo exacerbado, la identidad es algo más amplia y más plural. Adoro toda la dramaturgia nacional y creo debería haber espacio y dinero para montar a las nuevas voces del teatro venezolano que están todavía al margen de esta revolución y que también estuvieron al margen de la Cuarta República”.
Aclara que para ella el teatro es todo, sea de arte, o comercial o comunitario. “La vida me ha puesto en todos los caminos del teatro. No descalifico ninguna forma de expresión, siempre y cuando se haga con calidad y sentido artístico”.

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