domingo, febrero 17, 2008

Microguerra civil en Rajatabla

Desde aquel histórico espectáculo musicoteatral Tu país está feliz, creado por el poeta Antonio Miranda, el director Carlos Giménez y el músico Xulio Formoso, con el cual debutó la agrupación Rajatabla, un 28 de febrero, han pasado ya 37 años y Venezuela por supuesto es otra.
Pero ahí continúa, en una esquina entre el Ateneo de Caracas y el Teatro Teresa Carreño, Rajatabla convertido o transformado en valioso centro de investigación para las artes escénicas criollas, liderizado desde el 28 de marzo de 1993 por Francisco Alfaro, tras el mutis de su líder fundador y esteta Carlos Giménez.
Para estar de acuerdo con los tiempos venezolanos que se viven, Rajatabla decidió dedicarse a lo largo de este 2008 a la promoción y difusión de la dramaturgia criolla y para eso realizó un concurso de autores, el cual le permitió seleccionar cuatro textos que montará a partir del venidero abril. Las obras premiadas Los dioses del sur de Vicente Lira, Contacto de Carmen García Vilar, La jaula big show de Héctor Castro, y José Amindra de Roberto Azuaje, serán dirigidas por José Domínguez, Rufino Dorta, José Sánchez y Dairo Piñeres, respectivamente.
Pero antes, el pasado 7 de febrero, Rajatabla abrió su temporada 2008 con la pieza El peligroso encanto de la ociosidad de Gilberto Pinto (Caracas, 1929), Premio Nacional de Teatro de 1999. Puesta en escena por Germán Mendieta e interpretada por los nuevos comediantes Gabriel Agüero, Elvis Chaveinte, Tatiana Mabo, Eliseo Pereira, Verlú Briceño, Carolina Gentile y Rossana Hernández, esta obra es una voz airada contra los gritos histéricos proferidos por la contracultura de los años 60, esa que pretendió destruir la palabra en el teatro y convertirlo en un incesante happening o en un espectáculo sólo para los ojos y los sentidos y negado a la reflexión. Es un alegato contra una manera de materializar el teatro y las costumbres de una sociedad en decadencia o jugando al suicidio. La palabra o el discurso están en íntima comunión con las formas o los códigos visuales. ¡Una obra escrita en los años 60,que por fin ahora llega a la escena!
La anécdota de El peligroso encanto de la ociosidad se centra en la fiesta o la rumba de un grupo de jóvenes de clase alta que para combatir el ocio de sus cómodas vidas se convierten en verdugos de los delincuentes y al mismo tiempo optan por grabar para el cine o la televisión todas sus locas vicisitudes. Sin lugar a dudas se trata de toda una generación influenciada por los cómics sobre los héroes que Hollywood propuso como modelos de conductas, aunque siglos atrás la literatura se encargó de promoverlos como deshacedores de entuertos y luchadores contra molinos de viento.
Ese argumento teatral ahora ha sido “popularizado” por los medios de comunicación, tal como lo publicó el diario El Universal, de Caracas, el pasado domingo 17 de febrero, en su pagina 4-16, en una extensa crónica roja, o de sucesos, sobre el método aplicado por algunas pandillas caraqueñas de delincuentes juveniles para ejecutar sus fechorías, entre ellas unas cuantas violaciones sexuales, las cuales grabaron con las cámaras de sus celulares y después las pusieron o las subieron a sus blogs o páginas webs, para así pretender hacerse famosos al difundir por tales medios sus hazañas, al tiempo que hacían terrorismo cibernético, más nada.
Esa crónica periodística que aquí reseñamos ahonda en aquellos sórdidos detalles al recontar el método de trabajo de tales facinerosos o disociados, pertenecientes a la pandilla Los Capriseros. O sea que la ficción de Pinto se hizo realidad, o la realidad terminó inspirándose en la ficción, una vez más.
Pero más allá de que si el teatro copia a la vida o la vida imita al teatro, hay que detenerse en lo más importante, según nuestro criterio, y es en la insurgencia de un nuevo grupo de comediantes, gracias al trabajo de la agrupación Rajatabla, y al empeño que ha puesto esa muchachada al denunciar esa cruda situación que se viene materializando cotidianamente en las barriadas caraqueñas, la cual ha generado, como es obvio, el pánico entre la población que asiste conmovida e inerte ante esa especie de microguerra civil que se libra en las grandes urbes, tal como lo advirtiera el filósofo germano Hans Magnus Enzensberg, pero que ahora algunos sociólogos de “café con leche” rotulan como simples manifestaciones de delincuentes juveniles, pero que en verdad son la huella de que algo sí está podrido en sus respectivos conglomerados y está creciendo de tal manera que se teme algo peor.
El espectáculo, felizmente logrado por el actor Germán Mendieta ahora fungiendo como director, resulta placentero por la música, las imágenes que se suscitan cual si fuese un ensayo para una grabación fílmica y por la abierta entrega actoral de ese puñado de caras nuevas que se asoman desde la sala Rajatabla y así piden un espacio para hacerse conocer como comediantes, apuntalados en su capacitación y en las buenas intenciones de la institución. ¡Tienen futuro por construir!
Rajatabla, pues, al llegar a sus 37 de incesantes labores se abre a una nueva forma o manera de concebir y hacer la representación teatral, que ojalá le atraiga nuevos y abundantes espectadores.

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