miércoles, abril 25, 2007

Los generales visitan a Gilberto Pinto

El dramaturgo y maestro de actores Gilberto Pinto lleva un año dejando plantado al barquero Caronte y es posible que tal espera se prolongue muchísimo más, porque este caraqueño de 78 años asegura que su “final de partida” no ha llegado aún y lo demuestra con su incesante trabajo intelectual, pues, incluso, su prolongada dolencia cardiaca no le ha impedido terminar otra obra de teatro, La visita de los generales, ya editada por Fundarte, y además darle los últimos toques a El peligroso encanto de la ociosidad, la cual podría ser escenificada, muy pronto, por la agrupación Rajatabla.
Pinto, autor de 18 obras teatrales, entre ellas: Los fantasmas de Tulemón, La guerrita de Rosendo, El hombre de la rata y La muchacha del bluejean, comenta que La visita de los generales fue escrita para denunciar la miserable persecución que sufren los sabios o científicos atómicos. “Es un tema que me había estado latiendo en la cabeza desde hace años, después de que leí que un físico norteamericano que le salió un cáncer inoperable lo obligaron a pasar los pocos días que le quedaban de vida dictando los descubrimientos o reflexiones científicas que él no había asentado o escrito en sus informes. Eso me dio pie a mí para esta pieza, porque considero que hoy los científicos que quieren dedicarse a la investigación están dominados o chantajeados por los gobiernos o por los perros de la guerra para que construya armas, cada vez más sofisticadas. Esa es la idea principal de mi obra. Es un texto de ocho escenas y debe durar unos 90 minutos su representación”.
— ¿Usted quiere dirigirla?
— Eso quiero, pero no me disgustaría que lo hiciera otra persona, lo que pasa es que tenemos otros trabajos con mi agrupación El duende, y además, la primera actriz Francis Rueda, mi esposa, tiene compromisos afuera. Ella quiere hacer esta obra, por encima de todo, ya que está emocionada con el personaje de Sara, la mujer de Arthur Zenning, el físico nuclear acorralado.
— ¿Qué balance hace sobre su tránsito por el teatro?
— No voy a realizar un balance como tal, lo único que puedo decir es que uno escribe mejor cuando le cuesta hacerlo y no cuando no le cuesta escribir. Este tiempo con mi dolencia me ha permitido serenar mi estilo y acercarme a lo que proponía Ibsen, que era ser económico en las palabras y profundo en el uso de ellas. Eso me ha permitido descubrir que yo escribía de más.
Pinto, quien obtuvo el Premio Nacional de Teatro en 1999 y lleva medio siglo dedicado a la formación de actores, comenta que ha abandonado la docencia por razones obvias, pero eso no le impide reiterar que “la actuación es una sola, todo lo demás son tonterías. La actuación es una, bien sea en teatro, cine o televisión, porque en cada una de esas especialidades hay que cumplir las exigencias generales de la profesión”.
— ¿Cuáles son esas exigencias?
— La sensibilidad, la imaginación, la concentración y sobre todo el deseo de jugar a ser otro, lo cual es importantísimo, porque quien no tiene ese deseo no puede ser actor.
— ¿Y la investigación?
— La investigación ayuda a todo lo demás. La investigación ayuda a profundizar, pero tiene que partir del juego, porque actuar es como jugar, por eso es que en el mundo sajón actuar se identifica con el término play, porque actuar es como jugar. Cuando se actúa se juega a ser otro. Es un juego de niños pero emancipados, no es el niño que juega a ser Superman, no, nosotros los adultos jugamos a ser otras cosas porque estamos emancipados. Una de mis mayores satisfacciones es el haber dejado una profunda huella en una gente que hoy está actuando o dirigiendo. Yo los veo en la televisión, en el cine o el teatro y me llena de satisfacción que algunos de ellos hayan cristalizados sus aspiraciones profesionales y artísticas, porque no hay que olvidar que no todos llegan, hay un 95 por ciento que se queda en el camino.

Violencia globalizada
La visita de los generales
, 84 páginas, remite de inmediato a la dramaturguia de Henrik Ibsen por la profundidad reflexiva sobre el tema, el diálogo de serena agresividad y la carnalidad con que conforma a sus personajes, como lo afirma Francis Rueda en el amoroso prólogo de esta publicación.”Siguiendo la línea de Pacífico 45, Pinto vuelve en esta pieza a un tema universal de gran actualidad por tanta violencia globalizada y tecnología infernal: la frustración de los científicos deseosos de dedicarse a la investigación libre”.

lunes, abril 23, 2007

Compraventa de un hombre en Nueva York

Isaac Chocrón (Maracay, 25 de septiembre de 1930) tomó los elementos básicos para crear las respectivas metáforas escénicas de sus 23 obras teatrales, hasta ahora, de la realidad cotidiana venezolana, de la observación de los hechos que sucedieron en su entorno familiar o de facetas de la historia. Así ocurrió con La revolución, basada en el show de un enano y un gordo travestido, la cual hace temporada en Caracas, o con O.K.-será exhibida en Nueva York durante los venideros meses de mayo, junio y julio- inspirada en la venta de un hombre, por parte de la mujer que lo mantenía, a una viuda con frío en su cama, muchos orgasmos demorados y respetable solidez financiera.
TRIO CARAQUEÑO
Pensando siempre en la importancia de la historia menuda del teatro, Chocrón recordó que un divertido chisme del sastre Renzo Farnessi (ya fallecido) le dio la materia prima para su O.K. Le contaron como una repostera italiana que tenia un modesto penthouse en la avenida Casanova y trabajaba en Chacao, optó por vender el vago que vivía con ella a una viuda rica: se había aburrido de Caracas y quería retornar apertrechada a su provincia natal. Al paso de los años, ella regresó y quiso deshacer la venta, pero no lo consiguió inicialmente; años más tarde, el chulo volvió a los brazos de su otrora mujer.
Así nació O.K., comedia que muestra como la modista Mima termina por ceder su compañero Franco, a quien mantiene porque es un vagabundo, a su amiga, la adinerada viuda Ángela, quien hasta ese momento no sabía qué hacer con sus millones, ni con la frialdad de su lecho, ni con las subidas de temperatura cuando veía a un varón. Este terceto, inspirado en personajes de la Caracas de los años 60, relaja sus prejuicios morales y sociales y terminan viviendo juntos en un lujoso penthouse, pero al final Mima entra en crisis y se marcha porque ya no quiere compartir a su amado con nadie y opta por dejarlo, con su vida bien resuelta, al lado de Ángela.
Del primer montaje de O.K., estrenado por el director Román Chalbaud el 2 de mayo de 1969 en el teatro Alberto de Paz y Mateos, con la complicidad actoral de Amalia Pérez Díaz, Oscar Martínez y Maria Luis Lamata, se hicieron 113 funciones en dos temporadas y se contabilizaron 13.622 espectadores, un récord para la época.
Los directores Ugo Ulive y Javier Vidal en las temporadas de 1976 y 1997 remontaron O.K. con la notable presencia de un público atrapado por esa singular compraventa de cuerpos y conciencias, no sólo en lo sentimental y/o amatorio sino también en lo ideológico.
O.K. al despuntar la década de los 70 se montó en el exterior y le permitió al autor dejar su trabajo como economista en el Ministerio de Hacienda para dedicarse de lleno a la dramaturgia, dirigir el Nuevo Grupo, fundar la Compañía Nacional de Teatro, participar en la creación y puesta en marcha durante sus primeros 20 años de la Escuela de Arte de la UCV, jubilarse y entregarse de lleno a la creación teatral y literaria.
PELIGROSA PÓCIMA
Chocrón logró teatralizar en un contexto contemporáneo la prostitución de los seres humanos a cambio de favores, cargos o cuentas bancarias. Unos consideraron a O.K. como un drama cursi de dos mujeres maduras compartiendo al mismo hombre. Otros comprendieron su advertencia sobre el final de las ideologías y el asalto definitivo de los dólares, el imperio del neoliberalismo donde todo se vende o todo es posible de negociar, donde para saciar al monstruo del consumismo se permite todo, ya que la felicidad es una pócima que se elabora con elementos espirituales, físicos y materiales. Algunos recordaron que la subasta de cuerpos y afectos ha sido constante a través de los tiempos y que los cambios son las monedas de esos trueques que precipitaron felicidades o desgracias no sólo para sus protagonistas.
VERSIÓN SIGLO XXI
Precisamente, al avanzar esta compleja centuria una nueva producción de O.K. regresa para acentuar que todos los seres humanos se venden cuando ofertan y cancelan precios tentadores y que, además, la felicidad exige sacrificios y mucha habilidad para impedir que las compraventas dañen ese momento mágico del amor encontrado, aunque el aquí y el ahora es lo más común ante aquella espada de Damocles que pende sobre todas las relaciones íntimas.
Y es por eso y otras cosas más que para el próximo viernes 4 de mayo, a las ocho de la noche, se muestra otra versión escena escénica de O.K. en el teatro Gramercy Arts de Nueva York, sede de la agrupación Repertorio Español, bajo la dirección de René Buch y con la participación de los actores Zully Montero, Isabel Moreno y Gil Ron. Sus primeras 20 presentaciones están pautadas hasta el 1 de julio, en la sala ubicada en el 138 East de la calle 27, de Manhattan
El director Buch, fundador con Gilberto Zaldivar y Robert Weber Federico de Repertorio Español, hace 39 años, la agrupación productora de teatro hispano más importante de Estados Unidos, afirma que monta O.K. “porque Chocrón es uno de los mejores dramaturgos de América Latina y hay que darlo a conocer internacionalmente. Tiene otras obras, como La revolución y Escrito y sellado, que rompieron el molde y dieron una personalidad venezolana a lo que se creía que debía ser el teatro. O.K. tiene un lugar muy importante en mi carrera. Este es el tercer montaje que le hago, el segundo fue para inaugurar una sala de Repertorio en Miami y el primero lo hicimos aquí, hace casi 30 años.
-¿Cómo define su nuevo montaje de O.K.?
-Mi montaje actual es una nueva experiencia, ya que las otras producciones eran más realistas. En este montaje estamos tratando de hacer una abstracción intemporal de lo escrito por Chocrón y contamos con un reparto excepcional. Además, tengo como asistente de direción a un meritorio trabajador y artista venezolano como lo es Fernando Then.

¿Venezuela en un avión o en un acuario?

Gustavo Ott (Caracas, 1963) no se cansa de repetir que el dinero de los premios, que conquista con sus piezas teatrales, lo invierte en “comprar tiempo”. Sí, tiempo que gasta en investigaciones escénicas, en la redacción de nuevos textos y sus montajes, y en algo que agota las hojas de su pasaporte: las giras internacionales para su grupo Textoteatro y sus espectáculos. Así, lleva más de 13 años, sin parar, y eso lo hace el autor venezolano más popular de la última década, gracias además a su página Web (www.gustavoott.com.arg) en la cual oferta más de una veintena de obras en español y otros idiomas, piezas que son representadas en otros escenarios tras la respectiva cancelación de los derechos de autor a la españolísima SGAE (Sociedad General de Autores y Editores).
Esto es importante recordarlo ahora, porque Jesús Soto falleció el 14 de enero de 2005 en París y el 16 de agosto de ese mismo año un avión colombiano se estrelló con sus 120 pasajeros en la sierra de Perijá. Esas noticias, reseñadas en un lapso de siete meses por la prensa, dieron carne, sangre e ideas para que Ott , periodista y autor exitoso, escribiera y estrenara su obra 120 vidas x minuto, tras llegar segundo en el Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora de 2006 del Instituto de Artes Escénicas y Musicales.
Ott no pretendió ser una copia de Brecht o de Rengifo, ni un emulo de Mihura o Chocrón, pero de ellos captó sus habilidades para informar y propalar ideas desde la escena, pero el oficio para diseñar una crónica o un relato audiovisual lo aprendió en la escuela de comunicación social de la Ucab. La ñapa es un poco de “carpintería teatral”, como enseña el patriarca de la crítica José Monleón.
¿Cómo Ott hizo la metáfora escénica de su texto a partir de esas informaciones que dieron dolorosos titulares? Como lo ha hecho durante las casi dos décadas de su carrera dramatúrgica: dando el preciso valor a las palabras, a la manera y la velocidad de cómo estas se emitan y buscando nuevas, aunque vetustas, maneras, de apoderarse de la escena con sus diestros actores, en este caso: María Brito, Luis Domingo González, Gonzalo Cubero, Carolina Torres y David Villegas. Haciendo lo que los teatreros han ejecutado durante los últimos cuatro mil años: sin temor a equivocarse y esperando siempre que el público entienda todo o parte de lo que pretendió decir o que sea capaz de disfrutar con cosas que no están sobre el escenario. Esa es la magia del teatro del siglo XXI: echar bien un cuento, utilizando todos los recursos concretos y reales que existen, además de usar un el intelecto de los espectadores, agudizado por imágenes preñadas de significados que le llegan por la televisión y el cine. ¡Nunca jamás la humanidad tuvo semejante banquete visual!
¿Dónde está la creación de Ott? Metió a todos los venezolanos en un avión, con sus torturas mentales y demás fantasías, y los puso a viajar con el fantasma del más creativo de los artistas plásticos del mundo, Soto, que deambula en esa aeronave, sentenciada a estrellarse, mientras lanza su sabia perorata sobre el arte y la no existencia de Dios desde que el hombre pudo razonar y crear. José Gabriel Núñez hizo algo parecido en 1966: metió a Venezuela en un estanque y la mostró conflictuada con el ser y el no el ser de la guerrilla y otras menudencias, como se detecta en su pieza Los peces del acuario.
No es fácil ni se digiere en la primera dentellada esta pieza. Tiene un subtexto político de advertencia sobre lo que pueda pasar al colectivo entero sino cambia y se asume como un país de la modernidad, además su discurso y su escenificación no juegan con esa realidad escénica tradicional. ¡El crítico de las mil cabezas materializara su opinión siempre y cuando acuda al Teatro San Martín, allá en el suroeste caraqueño!






martes, abril 17, 2007

Humor venezolano divierte a los españoles

El actor Héctor Moreno Guzmán (Caracas, 1 de noviembre de 1969) superó al miedo, saltó el charco y llegó hasta España para probar las duras tablas de sus escenarios. Atacó en Madrid y después pasó a Barcelona donde lleva dos largos años. Y según lo que cuenta tan mal no le ha ido y una prueba de ello es que ya tiene dos espectáculos para exhibirlos en sendos festivales durante los venideros mayo y julio, sin contar las anteriores temporadas que ha realizado.
Le preguntamos por qué ese cambio tan rotundo de vida y él dice que “todo ha sido un adiós forzado y casual. Forzado porque fui victima de un secuestro express, desde un sótano de Parque Central, y por eso mi situación cambió. Me volví un paranoico y la inseguridad terminó casi por encerrarme en mi casa. Y casual porque en medio de todo decidí visitar en unas navidades a mi amigo Aitor Gaviria en Madrid. Eso me permitió además entrar al canal Tele 5 y representar a Jacqueline Aguilera en el reality Gran Hermano VIP. Me invitaron a quedarme. Luego vino la contratación por parte de una compañía de teatro madrileña y lo tomé como una señal. Y aquí estoy. La adaptación fue muy rápida y buena. En Barcelona, donde ahora vivo, un poco más lenta, pero me siento bien.
-¿Nostalgia?
-Toda. Echo mucho de menos a mi familia, a mis amigos, al Ávila, a Rajatabla. A veces la paso fatal. Añoro nuestro clima nuestro. Es jodido estar lejos. Lloro más de lo que me gustaría cuando pienso en lo que dejé atrás, como mi historial artístico que inicie en 1986.
-¿Qué pasa con la gente?¿Qué ocurre con el medio artístico?
-Los catalanes son muy particulares, no son tan abiertos como nosotros. Les parecemos "zalameros", pero al abrirte su casa o su corazón, te lo abren para siempre. El medio artístico es complicado y competitivo. Se hacen muchas cosas y el 95% son en catalán. Es muy fuerte entrar, pero ahí voy luchando. Decidí introducir un proyecto teatral para las escuelas en la Generalitat. Naufragó. Pero un par de actrices (Diana Bello e Iria Mon) me motivaron a seguir y escogimos textos de Indira Páez y montamos un pequeño espectáculo: Muérete que sí. Nos presentamos en los centros cívicos de jóvenes y terminamos audicionando en el teatro Llantiol de Barcelona y ahora hacemos temporada en Manduca. Nos ha dio bien.
-¿Cómo es el espectáculo?¿Por qué Indira Páez?
-El espectáculo es una performance de 50 minutos donde la gente se ríe mucho. Queríamos que la gente se la pasara bien. Y creo que lo logramos. No teníamos mayores pretensiones sino divertirnos y divertir. Invertimos nuestro dinero en la producción: vestuario, utilería y volantes para la publicidad. Te puedo decir que ya lo recuperamos. Es sencillo, pero las pasas bien. Además el Manduca es un café -teatro que no permite ni obras largas ni dramas. La gente va allí a ver por lo general Stand Up Comedy mientras se toma una copa. Escogí a Indira porque me encanta su teatro sencillo, diáfano, alegre. Como ella. Como yo. Es un teatro inteligentísimo (aquí más como ella que como yo) y me divierte mucho. Además Indira es mi amiga desde hace más de 20 años. Comenzamos por allá en los 80 con Emilia Rojas y desde entonces nuestras historias se han encontrado y desencontrado. Como el amor. El afecto nos une. Y debo decir que me ha traído mucha suerte. Ya hemos sido invitados formalmente a un festival de teatro en Jaén, al cual iremos además con su pieza Crónicas desquiciadas, donde trabajamos con Martín Brassesco, José Luis Cartes, Natalie Cortez e Isabel Herrera, del 10 al 15 de julio. Y esa felicidad se la dedico a ella.
-¿Reacciones?
-Es muy difícil que un crítico se mueva ver un espectáculo en una sala underground como el Llantiol o el Manduca. Hay muchas salas así aquí, pero no tienen la magnitud ni presentan un espectáculo que lleve a los críticos. Pero no importa mucho. Aquí la creación sigue y sigue. La programación es riquísima. Inmensa. Yo me monto los jueves a las 23 horas y ya desde las 18 horas hay espectáculos. Las salas de este tipo presentan espectáculos diferentes cada día y se llenan. Ahora, la opinión del público es muy buena y los aplausos generosos. La gente ha reaccionado muy bien a nuestro trabajo. Por ello nos extendieron hasta abril, porque en principio íbamos sólo en diciembre.
-¿Con eso sobrevive?
-Jajaja... trabajo en un restaurante en las mañanas y mato tigres los fines de semana como relacionista de una disco. Eso me da para vivir. También hice una película y eso ayudó un poco; se trata de un medio metraje, dirigido por Theo D´arago, el cual muestra a un pintor que tiene dos mujeres y éstas le coinciden en su cumpleaños y se arma el drama. Es un tipo irónico, relajado, egoísta e insolente que le importa poco las relaciones con sus mujeres. En principio se llamaba Simpático hijo de P..., pero creo que ahora se llamará Culebrón.
-¿Sirvió de algo lo aprendido en Venezuela?
-¡Claro! No sólo actoralmente hablando sino las pilas que uno llega ser en una ciudad como Caracas. Aquí uno es cuaima y pica adelante. Aquí a los venezolanos nos va bien.
-¿Qué relación mantiene con el resto de venezolanos?
-En Cataluña hay muchos y frecuento algunos. No tanto como quisiera porque la vida de inmigrante es difícil y debes trabajar mucho y cada cual está en lo suyo. A los de Venezuela los extraño mucho y siempre estoy en contacto con ellos vía mail. Tengo buenos amigos allá y sé
que muchos son para siempre. No importa dónde estemos.

viernes, abril 13, 2007

La ministra inmoral de Ruddy Rodriguez

Amor, drama, pasión, suspenso y mucho humor a la colombiana son los atractivos ingredientes de la película La ministra inmoral que rodará el veterano director bogotano Julio Luzardo y cuya protagonista es la primera actriz venezolana Ruddy Rodríguez, quien retornó el cine después de su trabajo ininterrumpido en las telenovelas El inútil y La ex, además de concluir las grabaciones de la primera temporada de la teleserie Amas de casa desesperadas, en Buenos Aires, donde interpreta a la estricta y obsesiva Eugenia de Kopell (Bree en la serie original).
La hija del venezolano Pedro José Rodríguez y la italiana Rita de Lucia, nacida el 20 de marzo de 1967 en Anaco, Anzoátegui, dio sus primeros pasos como actriz en el Taller Nacional de Teatro de la Fundación Rajatabla (1983) y tras una exitosa pasantía por el popular concurso de belleza Miss Venezuela (1985), ingresó a la fantástica factoría de telenovelas venezolanas, colombianas y latinoamericanas con Enamorada (1986) y en 20 años ha actuado en no menos de 23 producciones. En el cine tuvo su debut, de 45 segundos, en un largometraje de James Bond -Living Daylights (1987)- y después ha participado en seis películas, venezolanas e internacionales, dirigidas por Phillip Toledano, Carlos Azpúrua, Diego Rísquez y Jaime Osorio, entre otros. La ministra inmoral será su séptimo largometraje. Su tercera pasión es el teatro y lleva seis largos años recorriendo al continente americano con el monólogo Una mujer con suerte, que es la historia de una viuda que no sabe que hacer con el semen congelado del que fuera su marido.
Ruddy, instalada en Bogotá para sus actividades profesionales y porque además está enamorada, tras vivir casada durante diez años con el abogado Rodolfo Pisan, informó que lleva más de una semana dedicada al estudio del guión y los ensayos para La ministra inmoral, “porque el próximo domingo 15 de abril comienza el rodaje y mis llamados al set o al plató serán hasta el lunes 14 de mayo. Como soy la protagonista estaré todo ese tiempo trabajando, con lo cual mi presencia está garantizada en un 90 por ciento de esta nueva película colombiana”.
Comentó que antes de aceptar la invitación a protagonizar La ministra inmoral leyó la novela homónima, escrita por de la colombiana Celmira Zuluaga y después el guión. “Todo eso me ayudó a alimentar la historia de mi personaje y creo que gustará mucho, porque es una trama que tiene abundante de humor negro. Conocí al director, que es todo un maestro y tiene gran experiencia, y él me explicó lo que quiere con mi personaje”.
-¿Puede resumir la anécdota del filme?
-Es algo muy sencillo, pero con ese humor tan especial de este país. Encarno a Gilma Zuleta, ministra de la República de Colombia, por supuesto que es pura ficción. Ella se cansó de aparentar que es perfecta y de tener que prestarle más atención al que dirán de la sociedad y de ocultar así sus sentimientos. O sea que se jartó, como dicen aquí, de lucir perfecta, de darle más valor al odioso que dirán y ocultar así sus gustos y pasiones femeninas. Esa lucha contra su entorno le lanza a una profunda depresión y decide suicidarse, pero como no tiene fuerza para ello, alquila un sicario o un asesino para que lo haga. Pero, he aquí la paradoja, ese humor negro tan característico de los colombianos: Gilma se topa con el verdadero amor, pero de inmediato comienza una lucha para impedir su propio asesinato.
-¿Cual es la clave de su éxito en Colombia?
-Yo no sé, salvo que esta es mi segunda patria.
-¿Usted destaca mucho el humor colombiano?
- Sí, Colombia se ha convertido en una potencia exportadora de telenovelas muy contemporáneas y especialmente por sus argumentos y textos chistosos o humorísticos, por lo cual se puede afirmar que la comicidad es un factor importante para esas producciones en el mercado internacional. También ocurre lo mismo con sus películas, pues están haciendo no menos de diez largometrajes al año.
-¿ Colombia exporta humor y eso gusta en los mercados foráneos?
-Pues sí, eso es lo que ocurre. Sus telenovelas y películas tienen un humor normal, el obvio, y el humor negro. Pero lo que más utilizan es el cotidiano o sea el normal; además, su forma de hablar es muy chistosa y eso permite unos diálogos sumamente divertidos, y capaces hasta de superar los controles de las censura. A mí me encanta todo eso. Y en Venezuela sé del éxito de las producciones colombianas.
- ¿Venezuela figura entre sus planes?
-Por supuesto que sí, porque terminando esta película me quedó para una temporada taurina, ya que mi novio, Juan Rafael Restrepo está en todos los carteles, por él es un rejoneador. Y yo me quedo acompañándolo. Después regreso a Caracas para una película.
-¿Y ese noviazgo llegará a matrimonio?
-El próximo mes cumplimos un año de noviazgo y estoy muy contenta porque él me apoya en mi carrera y yo también a él. Sobre la boda ya hemos hablado, pero no nos hemos puesto serios en el asunto.
-¿Cuál es la película que haría en Venezuela?
-Por ahora no puedo revelar nada ni el director con quien trabajaremos Es un grupo de amigos de toda la vida que queremos hacer cine y yo seré una de las productoras ejecutivas. Es un tema de la vida real y tenemos que hacer los tramites. También regreso a mediados de año porque quiero recorrer otra vez a Venezuela como mi monólogo, Una mujer con suerte, el cual ha ido ajustándose y es precisamente ahora cuando su texto tiene más sentido, como lo advirtió sabiamente mi hermano Romano Rodríguez , quien además hizo el montaje.

jueves, abril 12, 2007

Adolfo Hitler está en la sabana bogotana

La verdadera misión del teatro es estar al lado de los vencidos y vencidos somos todos los que creemos que vendrá un líder o un salvador que nos arreglará los problemas. Así lo enseñó el director argentinovenezolano Carlos Giménez, fallecido hace 14 años, y ahora en Bogotá lo aplica el puñado de actores del grupo Teatro R101, tal como lo comprobamos al viajar para degustar su vanguardista espectáculo Mi lucha-farsa o Mein Kampf: farsa de George Tabori (Budapest, 1914), con el cual hicieron temporada entre agosto de 2006 y marzo de 2007, bajo la dirección de Hernán Parra (Bogotá, 20 de abril de 1974).
Ver dos funciones de la pieza de Tabori, recreada por Parra y conversar con los integrantes del Teatro R101, nos permitió ponderar una nueva generación de artistas, alumnos de maestros como Enrique Buenaventura, Santiago García y especialmente Ricardo Camacho. Un serio conjunto de teatristas, egresados de la selecta Universidad de los Andes, que desde 1995 se propuso fundamentar una auténtica alternativa cultural para sus coterráneos, especialmente hacia esa generación que durante los años 90 se topó con un país ensangrentado por las luchas fraticidas de guerrilleros, narcotraficantes, paramilitares y mafias políticas.
El Teatro R101, que nos evocó al caraqueño grupo Rajatabla de los años 70 y 80, cuando Giménez vivía su etapa más creativa, produce espectáculos para público culto y convencido que sólo la inteligencia lo puede ayudar a sobrevivir en medio del imperio del miedo, ese angustioso dilema existencial sobre la oscuridad del mañana. Y nada mejor que mostrar ahora los orígenes, o la protohistoria, de Adolfo Hitler (Braunau am Inn, Austria, 20 de abril de 1889 - Berlín, 30 de abril de 1945) por intermedio de la trasgresora creación de Tabori, la cual permite ver a un desajustado joven que trata de ser pintor y fracasa, ante lo cual incursiona en la política y termina por llevar a la guerra a su país y crear un caos general en el mundo.
Parra advierte, porque es un teatrista que conceptualiza, que Mi lucha-farsa no es más que un maravilloso y terrible ejemplo de cómo expresar las grandes tragedias del hombre del hombre a través de la literatura y en particular con el teatro. Reitera que la obra describe literalmente la inesperada relación entre Schhlomo Herzl, judío improvisado pero bastante informado, y el tosco Adolfo Hitler. Tabori no ridiculiza al futuro líder del nazismo, sino que lo cita a partir de su histórico texto Mein Kampf. El texto teatral está lleno de símbolos, de metalenguajes, de situaciones cotidianas y de temas trascendentales, enmarcados en un suceso histórico que sigue presente en lo más profundo del conciente colectivo.Y con su montaje saca provecho al máximo de las imágenes que brotan del texto y además acentúa con picardía colombiana la metáfora que se gesta a lo largo de los 130 minutos que dura la representación con unos actores inigualables, como es el caso de Carlos Gutiérrez y Hernán Cabiativa.¡Bravo!
Aunque la pieza muestra personajes históricos, en medio del caótico realismo mágico escénico, advierte al público que Hitler era un ser humano pervertido por un irracional sistema político y religioso, y que ahora en el siglo XXI existe la posibilidad de que muchos otros “hitlersitos” están siendo incubados para resolver los problemas de sus conciudadanos. ¡Excelente espectáculo en lo conceptual, lo lúdico, y maravillosa su colombianísima metáfora escénica!

Chalbaud, el otro ángel terrible

Hace varias décadas, al promediar la centuria pasada, un anciano fue detenido por la policía caraqueña porque hacia constantes “ballets rosados” u orgías en su rancho. Los vecinos de aquella barriada lo habían denunciado por los sucesivos escándalos y la obvia presencia de menores de edad en su humilde morada. Ahí, las autoridades encontraron además muñecos y muñecas de tamaño gigante, con los cuales él se “ayudaba” para sus reuniones con muchachos y muchachas, donde además corría el licor. De esa escueta y tendenciosa información periodística, publicada en el diario Ultimas Noticias, el dramaturgo Román Chalbaud (Mérida, 1932) tomó los elementos básicos para la creación de la que sería una de sus más exitosas piezas teatrales, Los ángeles terribles, la cual, por sus postulados críticos, precisamente ahora hace temporada en la Casa del Artista, hasta el próximo 29 de abril, producida por la Agrupación Teatro Drama.
Sobre las características del montaje, actuado por Abilio Torres, Maritza Simoes, Delvin Barrios y Luis Mancera, así como las razones que tuvieron para abordar ese texto, el director y productor, Daniel Alexander Muro, comenta que escogieron Los ángeles terribles porque “consideramos que actualmente de los escenarios de Caracas han desplazado drásticamente el teatro venezolano y han dado demasiado paso al teatro comercial. Esto hace que el público llegue a olvidar y a desconocer el buen trabajo de dramaturgia que se ha producido en nuestro país. No quiero con esto decir que actualmente no se lleve a escena buen teatro de autor, pero el teatro venezolano no tiene en estos momentos el reconocimiento escénico que debería tener y eso no debería ocurrir”.
Afirma que “Los ángeles terribles es considerada por la crítica (y por nosotros también, por supuesto) como una de las mejores piezas de Chalbaud cuyo texto nos atrapó desde la primera lectura. La dramaturgia es excelente y la presencia de elementos simbólicos a lo largo de toda la pieza nos presentó un reto que fue imposible no aceptar. Esto fue lo que hizo de Los ángeles terribles nuestro primer trabajo profesional en escena”.
Sobre las características del montaje —se podrá disfrutar en la Sala Fernando Gómez de la Casa del Artista, los días viernes a las 7:30 pm, los sábados y domingos a las 6:00 pm— éste fue abordado desde un concepto intimista, “tratando de que el público siempre se sienta envuelto en la pieza. Por esta razón, se diseñó sólo para salas pequeñas, a fin de tener a los espectadores inmersos en todas las situaciones que ahí se presentan. De esta manera logramos, además, nuestro segundo objetivo: mostrar de cerca al público otra cara de un sector marginado de la sociedad, sus emociones y sentimientos, sus vivencias y relaciones personales. Procuramos, además, en todo momento, mezclar el realismo que puede y debe estar presente, con todos los elementos simbólicos y mágicos que están en el texto, lo que lleva nuestro montaje a un plano un poco más allá de la realidad misma, es decir, a un realismo mágico”.
Con este montaje, puntualiza Muro, “pretendemos, como dije anteriormente, rescatar los valores del teatro venezolano. Por otra parte, buscamos darle cabida escénica a jóvenes actores que desean hacer buen teatro, ya que actualmente la pauta predominante es el teatro comercial, para el cual habitualmente se solicita la presencia de actores y actrices de gran renombre, principalmente televisivo, a fin de captar y cautivar al público, lo cual deja de lado a muchos actores con gran talento pero sin un nombre conocido. Nuestra idea es romper estos esquemas, montando piezas excelentes en cuanto a dramaturgia, con elencos de noveles actores que quieran mostrar en escena todas sus capacidades y así abrirse campo a través del medio teatral. Hacemos, modestamente, patria. Y subrayo que nuestro montaje está dirigido a cualquier sector de la sociedad, sin distinciones en particular. La única restricción que se ha establecido es que no se permite la entrada a niños menores de 12 años, y el público entre 12 y 15 años debe estar acompañado por un representante. Esto por los contenidos de la pieza, que si bien no tiene presentes escenas de sexo o violencia fuerte, usa un texto bastante complejo y requiere orientación en algunos casos”.
—¿Qué esperan ustedes, los del grupo Drama, del teatro?
—En realidad del teatro no esperamos, le damos todo lo que podemos. Para todo el equipo actoral que conforma este montaje, así como para el equipo directivo, el teatro no es una diversión de momento: es el área donde pretendemos desarrollar gran parte de nuestras vidas. Si bien cada uno de nosotros tiene una carrera universitaria en curso, estamos todos conscientes de la necesidad personal que nos representa un escenario. Es por eso que reitero que no esperamos nada del teatro, más allá de la satisfacción personal de hacer aquello que nos apasiona y poder entregar todo nuestro trabajo a un público ávido de ver buenos espectáculos.




lunes, abril 09, 2007

Soto resucita en el teatro de Gustavo Ott

El artista Jesús Soto falleció el 14 de enero de 2005 en París y el 16 de agosto de ese mismo año un avión colombiano se estrelló con sus 120 pasajeros en la sierra de Perijá. Esas trágicas noticias dieron carne, sangre e ideas para la creación y estreno de la pieza 120 vidas x minuto, dirigida por su autor Gustavo Ott, el viernes 20 de abril, en el Teatro San Martín de Caracas, en Artigas.
Ott (Caracas, 1963), periodista y autor exitoso de una treintena de piezas, reconoce que dirige sus textos porque escribe sin dudas sobre la escena. “Hay otras en las que no tengo mucha idea sobre cómo se hará. Cuando escribo con pocas acotaciones, como en el caso de 120 vidas..., es porque la tengo muy clara. Quisimos involucrar a todos los artistas del Teatro San Martín (María Brito, Luis Domingo González, Gonzalo Cubero, Carolina Torres y David Villegas), casi todos directores y actores. Así que el único que no actuaba era yo y me tocó la dirección. Además, nuestro director de siempre, Luis Domingo, se parece mucho a Soto y nadie como él para interpretarlo en esta “estética del caído”.
-¿Una poética del caído?
-Sí, por lo menos en mis piezas. La caída, nada tan noble como el cuerpo del derrotado. El victorioso me ha parecido siempre culpable, quizás porque carga con la responsabilidad de las esperanzas perdidas.
-Coinciden, por semanas, el accésit del español Premio Torreperogil para su obra “Monstruos en el closet, ogros bajo la cama” y el estreno de “120 vidas x minuto”, la cual recibió el Segundo Premio del Concurso Nacional de Creación Contemporánea y Dramaturgia Innovadora de 2006 del Instituto de Artes Escénicas y Musicales (Iaem). ¿Diferencias y semejanzas?
-No tienen similitudes. Si se coloca una al lado de la otra parecerían de dos autores distintos. Es lo que más cuido por estos días: la posibilidad de ser otro. A veces, menos teatro y más poesía, como Monstruos…o más Brecht y tesis, como 120 vidas…. Escribimos hoy al tiempo en todos los formatos y géneros. Este es el momento de mayor libertad creativa que hayamos visto jamás en el arte contemporáneo mundial. No hay formatos ni reglas. La TV se atreve con la poesía, el cine es filosofía política, el teatro tribunal, la narrativa informa.
- Háblenos de “Monstruos...”.
-Esta escrita con la técnica del reportaje, regresando a mi profesión de periodista, pero ensamblada como un poema dramático, de lo más antiguo. Cuenta la historia de las victimas del terrorismo a partir del 11 de Septiembre de 2001, las que han pasado a ser números, estadísticas, titulares sin rostro. Pero el poder, que utiliza el terror o simplemente lo comenta, los percibimos como personas, es decir, son los únicos que viven. Sabemos sus gustos, sus poses, repetimos su retórica. Las victimas son vistas con un doble desprecio: el de su victimario y luego el del publico, testigo del show de su muerte. Monstruos... la inicie luego de leer el poema de Hans Magnus Enzensberger, El hundimiento del Titanic. Allí, un inmenso iceberg se acerca al muelle y el autor se pregunta: ¿qué hace un iceberg frente a Cuba? Esa imagen, de poderosa fuerza política, me impactó de la misma manera que la caída de las Torres Gemelas. Puedo citar de memoria pasajes completos de ese libro de Enzensberger pero hay uno en especial que le dio un giro crucial a la obra, es decir, me llevó a hablar desde el punto de vista de la victima en medio del atentado, uno, cualquiera. Decía: “…allá abajo, allá donde todo, como siempre, se comprende primero; que a la primera clase le toca el primer turno, que nunca hay botellas de leche suficientes, ni zapatos, ni botes, ni salvavidas para todos. El iceberg es lo que nos pertenece, eso sí, y pasa silencioso, se desliza junto al barco resplandeciente y, con nosotros, se pierde en la oscuridad”. Es decir, hay una lucha de clases en la sociedad de la catástrofe: las victimas y su necesidad de ser rescatados contra los poderosos y su necesidad de manejar el terror. Y esa idea del iceberg como algo que nos pertenece a todos, que democratiza nuestro dolor, fue lo que quise hacer con Monstruos….
-Ahora estrena “120 vidas...”, otra obra sobre catástrofe.
-120 vidas... es más elaborada. Comencé a escribirla con la muerte del artista cinético Jesús Soto, el 14 de enero de 2005, y la indiferencia nacional no sólo frente al artista sino con su obra, desmantelada y desconocida. Un artista que si hubiera sido de cualquier otro país, tendría una presencia constante en su pueblo. Meses después, el 16 de agosto de 2005, ocurrió el accidente aéreo en la Sierra de Perijá, donde murieron 120 personas. Me parecía que había entre ambos acontecimientos una relación espacial, pero no sabía cuál. La voz de Soto se me hizo presente mientras la escribía y con él la voz del país, su desperdicio pero también su búsqueda de trascendencia, su necesidad de belleza y hasta de Dios. Mientras la llevo a escena, hemos sentido también la voz del maestro en los ensayos. Y se trata de una voz calmada, como la del que toma tu mano y te ayuda al trazo.
-¿Tantas obras juntas en tan poco tiempo?
-He trabajado mucho en los últimos años, pero sin duda que la beca que me dio el gobierno francés para pasar tres meses en París escribiendo fue de gran ayuda. Aislado, en un convento (el de Récollets, en Gare d’ Est), sin televisión ni teléfono, sólo libros, pude trabajar con calma, a veces hasta 14 horas diarias. De allí regresé con mucho material que me mantendrá ocupado en los próximos años.
-Tenemos un saludable teatro comercial que indica que el público lo que quiere es divertirse y no preocuparse por temas complejos.
-Sucede en todas partes, de la misma manera que también sucede que lo que tiene valor para el entretenimiento ya no parece tenerlo para el arte. Lo que sirve para el éxito ya no parece tener grandeza. El entretenimiento per sé está en coma, si no ha muerto ya. Hoy, con el ocio, buscamos un espacio para la belleza más que para la risa. “Pasar el tiempo” es un acto de terror, detenerlo es una apuesta por la vida. Quizás no sea tan claro aún en nuestro país, pero ciertamente sí lo es en el mundo. Y un escritor está obligado a crear, desde su esquina, para el universo.
-¿Dice que el entretenimiento muere?
-Sí, porque sólo propone la velocidad y, con ella, el olvido. En una época donde todo es velocidad, la prisa es el primer elemento reaccionario y ultra conservador. En la espera, el tiempo es la esperanza. Y es allí donde el manejo del tiempo y su técnica –hasta en la televisión actual- se ha convertido en una propuesta estética casi revolucionaria. En la era de la destrucción sólo la forma convierte a esta destrucción en positiva. Y esto no es sólo una idea, sino también una técnica. Picasso creía que su obra era una reunión de destrucciones. “El rojo destruido en un sitio es colocado en otro y nada es destruido al final”
-¿Y esto no lo tiene el teatro criollo?
-La escena nacional es la más conservadora, plana y moralista de todas las manifestaciones artísticas actuales, no sólo en nuestro país, que parece con unos 20 años de atraso, sino frente al continente, que parece haber cedido demasiado terreno. Un terreno que se puede rescatar, claro, pero eso está en mano de los creadores y de casi nadie más. Debemos aprender más de los artistas plásticos, de los narradores y poetas. Menos gerencia y éxitos olvidables y más creadores y obras trascendentes.
-¿Aunque el público no vaya?
-Lo que le angustia al espectador es lo mismo que no deja dormir a sus creadores. A veces, tarda en darse cuenta, pero finalmente lo hace. En todo caso, como todo creador, prefiero hundirme en un barco que va por la dirección correcta de la historia, que navegar tranquilamente por las aguas equivocadas de la actualidad.
-¿Es nuestro público tan pasivo?
-Desde el cine, la narrativa y hasta la televisión, el espectador ha sido retado a abandonar su rol pasivo y se le realizan preguntas de importancia filosófica. El hombre común se levanta en la mañana, se afeita, se viste y antes de salir sabe que su vida ya no es satisfactoria. Ni siquiera probable. Y al país, como la poesía, puede que ese hombre lo lea con absoluto desprecio. Pero es allí, en su desprecio, donde encuentra sitio para lo autentico, como diría Monroe. Todas las percepciones occidentales actuales sobre el fin de un hombre y el nacimiento de otro parten de una formalidad nueva desde la creación.
-¿Está el país en una catástrofe?
- La mayoría de las cosas complejas, es decir, todo lo que tiene algún valor para la reflexión y hasta lo que tiene sentido para la acción, es comprensible sólo en retrospectiva. El arte, el poder, las sociedades, el hombre. Hay otras cosas que se perciben mejor en el momento en que suceden; el deporte, el entretenimiento, la politiquería, la distracción. En este momento parece que decidimos más por los actos que tienen sentido de actualidad que por los que tienen dimensión histórica. Y esa es nuestra catástrofe.

¡Entre revoluciones te veas!

Mucha sangre ha corrido por las calles de Caracas y la pieza teatral La revolución desde su estreno, aquel el 30 de julio de 1971, sigue ahí. Impertérrita y esperando que cale profundamente su mensaje filosófico, destinado a revolver la conciencia de su público, hacerlo cambiar o convertirlo en otra persona más humana, conciente de su finitud y con la urgente necesidad de superar ansiedades, conflictos y frustraciones, para que así genere, finalmente, esa necesaria sedición psicológica o espiritual como paso previo hacia cualquier alteración en el orden interno o externo de la sociedad venezolana. Hablamos de la predica a lo Jiddu Krishnamurti (India, 1895/196) que su autor, Isaac Chocrón (Maracay, 1930), lanzó hacia una colectividad que comenzaba a darse cuenta de los valores de la libertad, tras un largo periplo de gobiernos autocráticos, dictaduras duras y blandas, además de experimentos guerrilleros abortados. Y todo eso se metaforiza por intermedio de un show con dos decadentes y arruinados personajes homosexuales, entregados a un ritual escénico travestido y fonomimico.
A 36 años de su debut caraqueño y tras sendas puestas en escena, bajo las égidas de Román Chalbaud y Armando Göta, actuadas por Rafael Briceño y José Ignacio Cabrujas, y Gustavo Rodríguez y Mariano Álvarez, La revolución está otra vez en cartelera -en el penthouse de Corp Banca- con Héctor Manrique y Basilio Álvarez, quienes firman el montaje. Pero ahora sí ha cambiado notablemente el contexto político, social y económico de Venezuela. Allende el escenario está en marcha un proceso revolucionario, aunque sus habitantes se debaten entre revolucionar sus conciencias, buscar caminos expeditos para su salvación o disfrute, o adoptar la cómoda actitud del avestruz e ignorarlo todo, no pensar y meter la cabeza bajo tierra.
En resumen: La revolución, que es una prédica sobre el cambio íntimo del ser humano como paso previo y fundamental para alteraciones exteriores, ahora es para el espectador venezolano una pantagruélica advertencia sobre la otra revolución que sí está pasando y la exigencia de tomar una decisión, ya que históricamente la libertad reina o desaparece cuando se ejecutan cambios rotundos en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. ¡Y se trata de una elección ineludible además!
Esa es la lectura que hacemos de La revolución, convertida en drama con ribetes cómicos por su puesta en escena y las actuaciones de Manrique (excelente) y Álvarez (en proceso hacia el ideal). Un montaje, donde las risas no fluyen cómodamente, abordado profesionalmente, sin mínimas concesiones y sacrificando la hilaridad de los dos gays escénicos. Es un riesgo porque al público no le gusta que lo atormenten, sino que lo diviertan y a eso va al teatro: para reírse de dos “locas”, pero resulta que ahí se habla de algo que es estrujante tema cotidiano desde el 2 de febrero de 1999. ¿Hará su revolución?¡La audiencia dice la última palabra!

lunes, abril 02, 2007

Un malentendido que no pierde vigencia

A finales de los años 30, el diario El eco de Argel publicó que un hijo volvió al hogar pero fue asesinado por sus padres porque no lo reconocieron, no habló o no se identificó, no dijo la verdad, y se dio un malentendido, una mortal equivocación. Esa nota periodística sobre la trágica versión contemporánea de aquella saga bíblica del hijo pródigo, impactó de tal manera al reportero y filósofo franco argelino Albert Camus (1913-1960) que éste escribió una de sus más controversiales obras de teatro, El malentendido, estrenada en la temporada parisina de 1944. Así lo interpretó el autor de La peste y El extranjero cuando elaboró el argumento de su pieza, recargada de su visión sobre el absurdo de la vida humana, donde Dios no interviene o no hace nada para evitar los actos crueles de los seres humanos. Ni tampoco interviene ni influye en sus vidas, por lo que hombres y mujeres estamos terriblemente solos y debemos decidir qué hacer mientras avanzamos irremediablemente hacia la muerte.¡Existencialismo ateo!
El malentendido camusino, clásico en su estructura, presenta a Jan que ha retornado, después de 20 años, al hotel que regentan su madre y su hermana Marta, pero no se presenta como quien es y adopta otra personalidad, sin sospechar que esa noche será envenenado y robado por esas dos mujeres, tal como lo habían hecho en anteriores ocasiones. El epílogo muestra a la esposa de Jan revelando a Marta que Jan es su hermano, pero ya es tarde, están condenados no tienen ayuda ni salvación, sólo deben esperar al desenlace final.
Esta obra, a mala hora, ha sido utilizada para un fin de curso del Centro de Formación e Investigación Actoral del Taller Experimental de Teatro (TET), la cohorte 2004-2006. Porque a la dirección, encomendada a Santiago Sánchez, le dio por hacer un salpicón con el texto camusino. Sí, lo picó entre los nueve actores, quienes intentan encarnar (mejor dicho: repiten sus minitextos), alternándose los cinco personajes de la pieza. Eso no permite evaluar ninguna de las caracterizaciones, porque todos se limitan a tirar sus líneas, volver a sus butacas y esperar que les toque el turno para volver a escena. Eso, que puede funcionar en el cine o con otro texto teatral es intragable con una pieza de carga filosófica como El malentendido. Ahí malentendieron la esencia del texto. ¡Oh libertad de creación cuántos crímenes se cometen en tu nombre!
Mónica Quintero, Mariela Reyes, Héctor Castro, Lya Bonilla, Ángel Ordaz, Louani Rivero, Jariana Armas, Romer Negrón y Desirée Lárez son los graduandos. A ellos les recomendamos que se pongan de acuerdo, ya que se saben el texto y pueden hacer la obra con tres elencos y exhibirla durante uno o tres fines de semana. Una formula para que sus familias y allegados los vean en todas las etapas de la pieza, la cual tiene además gran vigencia por la absurdidad de sus personajes y la desesperanza en que ellos transitan.

La cantante calva se peina en Caracas

El teatrero caraqueño Dairo Piñeres, con 32 años, es el director joven más exitoso. Sus montajes, siempre en espacios precarios, se convierten en fenómenos de taquilla, como ocurrió el año pasado con Caricias y ahora va por el mismo camino con el hiperkinético espectáculo La cantante calva, de Eugene Ionesco, el cual actualmente hace temporada en el Casa de Rómulo Gallegos o Celarg, incluso en Semana Santa.
-¿Cuántas funciones hasta ahora y cuántas programadas?
-Vamos por las 60 funciones hasta ahora y estaremos en cartelera hasta el 29 de Abril. Es la primera vez que una obra de Séptimo Piso permanece tanto tiempo en cartelera con temporada corrida y eso nos da aliento y mucha responsabilidad. Este montaje costó 12 millones sin honorarios profesionales, más la “producción de intercambio” que nos hizo ahorrar unos cuantos millones más. Para los honorarios profesionales hicimos un acuerdo por taquilla y ha funcionado y pagaremos.
-¿Por qué, en medio de una cartelera comercial, un Ionesco y atrapa espectadores? ¿Cuál es la razón del éxito de su espectáculo?
-La razón del éxito no la tengo, nunca la he tenido ni tampoco la quiero tener, esa es una de las cosas maravillosas que nos da el teatro. Así siempre trabajaré para tratar de obtenerlo y eso me dará seguridad cada vez que se consiga como si fuera la primera vez. En primer lugar, el Celarg se ha convertido en sitio de referencia del teatro, cada vez son más los espectadores que llegan a la taquilla para ver que esta pasando en eso predios altamiranos. El boca a boca tradicional ha funcionado porque al público le ha parecido que nuestra “cantante calva” todavía nos habla y nos dice cosas. Mi espectáculo está sustentado en un trabajo actoral de mucho nivel, realizado con mucho esfuerzo y dedicación por este elenco de hombres que aceptaron el reto del travestismo. El público se divierte y reflexiona gracias a esos actores que no son conocidos en el medio comercial y eso les asombra. Esperaba una temporada de tres semanas…y la respuesta del público me sorprendió y día a día me sigue sorprendiendo. Creo que es un reto más para Séptimo Piso, mi grupo.
-¿Por qué repite el formato y hasta las técnicas, además de los movimientos? ¿Por qué este montaje se parece a “Crónicas desquiciadas”, a pesar que su autora esta lejos de Ionesco o quizás mas cerca de lo que parece?
-Jajajajaja… puede ser que Indira Páez sea nuestro Ionesco. Si algo tienen en común es que están comprometidos con su época, viven el momento y la escritura como modo de existencia, tienen un arrastre de publico tremendo y el humor les funciona. Indira puede ser mordaz y humorística como Ionesco. Por lo demás si en esos dos montajes utilizo la música, y el espacio con un formato parecido, eso ocurre en todas mis puestas. Me encanta jugar a la idea que consigo una estética que me define y que me reta, que me habla como nuevo creador, que me reclama cada día más dedicación y esfuerzo, es ir depurando y definiendo mi trabajo. Tener una línea que te defina es la locura en la cabeza de los directores.
-¿Y qué paso con La cantante calva?
-“Sigue peinándose de la misma manera” como lo dice Ionesco, quien está entre nosotros. Ella sigue la rutina que vive nuestra sociedad, se vuelve cada día más sabia, más humana, más retrato del mundo, sigue naciendo en la incomunicación de los seres humanos y pegando gritos sordos a las mentes vacías de los fatuos que nos han hecho este mundo invisible he insufrible. Sigue hablando entre los teatreros, entre las bambalinas, entre la luz y el telón. Sigue intentando amar en este sitio sin corazón… en fin, sigue viva.
¿El absurdo es nuestro contemporáneo?
-Definitivamente sí. El absurdo es nuestro contemporáneo y nuestro presente e incluso nuestro futuro. El absurdo ya se hizo carne, se hizo palabra y se quedó entre nosotros, se vuelve mas verdad cada vez que leemos el periódico y leemos el absurdo en que vive nuestro planeta. El venezolano del siglo XXI todavía tiene que aprender de esa cantante calva que sigue adelante a pesar del absurdo de sus palabras, de la incongruencia de sus acciones, de la paciencia de su mirada, que el humor y la reflexión ayudan a llevar el absurdo de nuestras vidas. Nosotros los latinos hicimos del absurdo una manera de comunicarnos, una manera de caminar y de vivir, también lo hizo así el mundo. Por eso La cantante calva sigue vigente hoy, eso me lo dicen los ojos de los espectadores que llenan la sala donde nos presentamos. Nosotros estamos en busca de espectáculos que atraigan gente y que les hable directo y con este montaje lo estamos logrando. Los venezolanos estamos dispuestos a ir al teatro a que nos hablen y nos miren a los ojos… yo quiero que el teatro en mi país este de moda para siempre….
-¿Tienen proyectado un Beckett o ese Esperando a Godot?
-Estamos trabajando en nuevos montajes, estamos escuchándonos y hablándonos, dándole vida a este grupo joven. Estamos tratando de vivir de la aventura y pronto saldrán nuestros proyectos y el público y la crítica tendrán su opinión. Esperando a Godot está siendo reflexionado y madurando para que se pueda hacer bien.