viernes, julio 14, 2006

Para reirse de la muerte

Indira Páez (Puerto Cabello, 19 de febrero de 1968) es como el rayo del Catatumbo). No cesa, no se detiene, insiste y siempre trata de llegar a lo que màs anhela. Estamos seguros que logrará algún día alcanzar sus metas dramatùrgicas, tarea en la cual está desde 1998 cuando hizo conocer, con cierto éxito, Primero muerta que bañada en sangre. Ella, periodista y escritora, además de ser la esposa del respetable músico popular Frank Quintero, y madre de la preadolescente Oriana y de Nicolás, un bebe de seis meses, insiste en reescribir o replantearse Amanecí como con ganas de morirme, su tercera pieza, estrenada precisamente en la temporada del 2003, bajo la conducción de Mario Sudano y con la participación de Rebeca Alemán, Ana María Simon y Martín Brasesco; era una producción de Water People Company que hizo temporada en el Teatro Trasnocho, y después se fue de gira a Nueva York y Chicago.
Desde ese primer montaje, Páez –haciéndole honor a su genitivo guerrero y controversial - ha estado reformulando la estructura de la pieza de marras, pero sin alterarle ni su esencia ni su temática, que no es otra cosa que una comedia reflexiva y de acre humorismo sobre el hecho inevitable de la muerte y de todas las angustias que eso genera entre los candidatos a morirse y sus familiares. No es una densa propuesta filosófica sobre la vida ni su finitud. Nada de eso. Sí es una jocosa invitación a aceptar el inevitable hecho mortuorio como un segundo extra que a todos los humanos nos llegará hasta que la humanidad descubra la clave para vivir bien un poco màs o quizás la ansiada inmortalidad, a sabiendas que eso traerá otros problemas. Hay también en su texto una propuesta nada cristiana, ni sustentada por ninguna filosofía o religión, en torno al suicidio, como un acto racional y voluntario para acceder a ese otro estadio de la no-existencia. Es, como la misma autora lo ha declarado,”un tabú descarado, expuesto con desparpajo e irreverencia, como esas cosas que los padres le dicen a sus hijos que no hagan”.
Páez -escribió Amanecí como con ganas de morirme porque siempre le ha fascinado ese tema y mucho màs desde que estuvo a punto de fallecer a consecuencia de su primer parto- se ha replanteado el texto, contando para ello con un elenco reforzado nuevo y con el mismo director, que ahora si se rompió las meninges para hacer algo màs digerible, además de un productor debutante, Eduardo Fermín. La nueva obra y su espectáculo -que se exhibe por ahora en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, antes de irse de gira al interior de Venezuela- está dividido en ocho segmentos: cinco diálogos y tres monólogos, “un abre boca para apreciar el milagro de la vida que, como en los buenos cuentos que nos producen pesadillas, tienen un final feliz”.
Esta nueva Amanecí como con ganas de morirme es, fundamentalmente, una parodia de la muerte, analizada desde un vitalismo a ultranza y llena de humor negro, lo que ayudará a que el espectador se cuestione un tanto su superficialidad, a sabiendas de que siempre se rechaza lo desconocido y la muerte es precisamente una ventana hacia algo màs allá que nadie ha revelado o explicado, salvo las religiones. Nosotros casi no podíamos reconocer nada del anterior texto ni del primer montaje. Nos impactó todo lo atrevido y novedoso que resulta ahora.
En síntesis, gracias a la reescritura y al remontaje, además de un elenco mucho màs vistoso, màs ensayado y desenfadado, Amanecí como con ganas de morirme es ahora una verdadera comedia negra, chocante a ratos, que provoca al público y lo hace tomar consciencia, al tiempo que ve casi obligado a reírse por los chistes macabros y porque como han sido montados, ya que el director Sudano hizo del espectáculo un jocoso musical, con temas alusivas a la muerte y el despecho amoroso que casi siempre lleva al suicidio o situaciones patéticas.
Es, pues, en este montaje del 2006, donde Rebeca Alemán ahora esta mejor apuntalada por la bellísima Mónica Pasqualotto y Catherine Cardozo. Ahí si hay una verdadera competencia para ver quien sale mejor en sus escenas o en sus monólogos. Hay una verdadera batalla de belleza física y de buenas actuaciones. En esta ocasión, el único rol masculino ha sido distribuido, según las semanas de la temporada entre varios comediantes. Nosotros vimos la performance de José Luis Zuleta y quedamos satisfechos. Hay humor, hay advertencias serias que nunca se nos deben olvidar y un tanto de tristeza porque obliga a pensar en el sin sentido de la vida misma, pero eso serìa tema de otra obra, como lo muestra Isaac Chocrón con su pieza Los navegaos, en elTeatro Trasnocho.

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