martes, julio 18, 2006

Es imposible matar a un muerto

Difícil es hacer teatro no sólo en Venezuela sino en el mundo y especialmente donde esté prohibido, porque el teatro es la conciencia de los pueblos, bien porque sea de argumentos “banales”-hay sociedades plásticas, cuyos habitantes son símiles del estupido Peter Pan- o porque proponga duras “metáforas” para comprender la cruda realidad de la política de un reino o una república -desde toda la dramaturgia griega hasta las comedias de Moliere- o simplemente un juguete para los ojos.
En este país, a pesar de todo lo que se dice o se propala, hay una respetuosa libertad para hacer espectáculos teatrales y proponerlos sin muchos preámbulos al público, que es en última instancia el que decide el éxito o el fracaso de taquilla, o la perdida total del subsidio que el Estado, por intermedio del gobierno de turno, ha entregado al artista para cumplir así con el mandato constitucional de aupar el desarrollo de las disciplinas artísticas y de hacerlas llegar al colectivo social, sin pedir nada a cambio. Se hace teatro a lo largo y ancho del paìs y la mayorìa de esas producciones las financia el fisco nacional. ¡Eso no se puede negar jamás!
En síntesis, los únicos culpables o los felices beneficiados del fracaso o del éxito de un montaje teatral, son los artistas y los productores. Algunos pensaron y trabajaron con el corazón y otros con todas las extremidades. Allá cada uno con su consciencia, aunque es bueno advertir que si se impone “la contraloría social”, la cual marcha a pasos agigantados, son muchos los artesanos teatrales que tendrán que cambiar de ramo o de rubro. ¡Y no es una advertencia!
Solamente a Diana Peñalver Denis, la jefa de la agrupación Teatro de la Bacante, se le puede haber ocurrido producir y llevar, más que dignamente, a escena un espectáculo basado en el mito griego de Clitemnestra, “la emperadora de las cuaimas”, para decirlo en el léxico del pérfido mundo telenovelesco criollo, la celosa y vengativa reina que decide matar a su esposo Agamenón para saldar una vieja deuda y ceñirse la corona definitivamente y gobernar con su amante, a sabiendas que los dioses la castigaran finalmente por intermedio de su justiciero hijo Orestes, todo eso en medio de la guerra y la posguerra por el rapto de la casquivana Helena de Troya. En fin: todo un dramón como sólo lo pudieron escribir los griegos, quienes no dejaron tema alguno para las nuevas generaciones,aunque algunos insistenen en inventar.
Pero Diana Peñalver Denis se distanció de los textos originales griegos y opto por un relato de Marguerite Yourcenar (Bruselas, 1903 - isla de Mount Desert, Maine, EE UU, 1987), Clitemnestra o el crimen, que retoma el mito de Clitemnestra y lo hace màs digerible, más fácil para estos mediáticos tiempos que se viven, cuando los dioses son unas referencias algo más que obligantes y cuando el chisme o el rumor son como la sal de la vida. Ahí, la trágica mujer recuenta lo vivido y pretende justificarse ante sus supuestos jueces, pero al final ella lo resume todo: “Es imposible matar a un muerto”.
Sí, la mujer enamorada y engañada acepta que su marido merecía la muerte por todas las maldades cometidas, por haberla engañado y someterla además a un abandono prolongado. A él, y a muchos como ese guerrero, se le olvidó que las mujeres también son seres humanos, pensantes y con ambiciones propias.
La directora de este espectáculo, una de las pocas que maneja una definida línea de investigación para la resolución de sus puestas en escena, o sea que tiene un estilo o una estética que la hace diferente de las demás, apunta, en el programa de mano, que lo que pretende con su audaz experimento no esotra cosa que crear consciencia entre su publico."Consciencia que despierte nuestro sentido trágico, que abra nuestros ojos como quien, por primera vez contempla el alba de un tiempo rotundo y eterno".En síntesis: hace predica, enseña que ese crimen, el de la “bicha” griega, es más común y corriente que lo que se puede creer y que los personajes son humanos y muchas veces son crueles metáforas de algunas sociedades que asesinan a sus vecinas o se inmolan sin mayores reflexiones.
El espectáculo se hace soportable por la presencia de unas coreografías, cánticos y ropajes griegos, los cuales de alguna manera nos evocaron a una película histórica: Zorba, el griego.
También es notable la presencia de un elenco que está en todo, un elenco múltiple que ahora es coro y en seguida compone a los personajes claves de la trágica historia. Ellos son: Ludwig Pineda, Costa Palamides, Gloria Núñez, Marco Antonio Suniaga, Desirèe Monasterios, Mariela Reyes y Oswaldo Maccio (toda una revelación como actor joven que es), y por encima de ellos está Eulalia Siso, la fatal Clitemnestra.
¿Cuándo esta directora y tan calificado equipo humano tomará un tema de nuestra ardiente realidad venezolana o latinoamericana?
Ah...no se nos olvidaba: esta producción artística, de innegable calidad, y con un gran porcentaje de la perseguida y anhelada originalidad, se llama Cien pares de ojos , para aludir así al grito constante de Clitemnestra al saberse que sus crímenes no han podido pasar desapercibidos ante su sociedad o su pueblo, porque es la sombra que no la deja reposar, son al menos esos mirones que la van liquidando poco a poco, ya que la denuncia es el anticipo de que algún día llegara la justicia, en este caso, por lo menos desde las manos de su propio hijo.¡Grecia no está tan lejana… y hierve en cualquier barriada venezolana!

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