jueves, enero 19, 2006

Los reales para el teatro

Los teatreros venezolanos, con pocas excepciones, no leen cotidianamente los periódicos nacionales ni tampoco revisan la Gaceta Oficial. Se enteran de los cambios por chismes o por patéticas llamadas telefónicas. Pocos saben a tiempo de aquellas decisiones claves para su devenir artístico, lo cual es nefasto porque ellos no pueden estar al margen de las informaciones que les atañen, las cuales prácticamente son todas. Es por eso que siempre andan retardados en sus decisiones o sin ponerse al día en las alteraciones o en las revoluciones que afectan seriamente sus relaciones con el Estado o con el gobierno de turno. Viven con la cabeza en otros mundos y no donde tienen los pies. ¡Eso no sucede ni en el más obtuso teatro del absurdo, pero si en la realidad criolla!
Afirmamos esto porque desde el pasado 3 de enero hemos repetido verbalmente o enviado por vía email lo publicado en este periódico de esa fecha. Nos referimos a una entrevista con el principal operador cultural, o sea el Ministerio de la Cultura, en la persona de Francisco de Asís Sesto Novás. Él, muy comedidamente, le recordó a teatreros y artistas en general que ya está consolidado el ministerio a su cargo, el cual además está compuesto de “ocho plataformas”, que a su vez engloban las 32 instituciones culturales de la Nación. Están ahí todos los que tienen que ver con el aparato cultural oficial.
“Farruco” Sesto enfatizó que ya está creado y en funciones el Instituto de Artes Escénicas y Musicales (Iaem), a cargo de Silvia Díaz Alvarado, responsable de políticas y demás planteamientos en las áreas de teatro, danza y música, el cual manejará un presupuesto no menor de 59 millardos de bolívares.
Reiteró el ministro de Cultura que hay notables cambios en la metodología para la distribución de los financiamientos o subsidios culturales para el 2006, pues fue eliminada la rendición de cuentas, la cual era una verdadera pesadilla y además no impedía las trampas. Ahora se suscribirá un contrato o convenio entre el Estado y el grupo artístico para la prestación de un servicio o la elaboración de un producto. Ya no se rendirá cómo se usó el dinero recibido, sino que se presentará el trabajo acordado y con la calidad adecuada. “Ya no será una simple rendición de cuentas, sino la comprobada y calificada exhibición de un producto”.
“Farruco” Sesto advirtió que el Estado y los artistas tendrán que ponerse de acuerdo sobre los proyectos que serán financiados, porque “lo que busca el Ministerio de la Cultura es que sean trabajos útiles para la vida pública y la comunidad. No tiene nada que ver con controles ideológicos o políticos, nada de eso; pero esos trabajos artísticos sí deben responder u obedecer a las necesidades de la comunidad”.
Este cambio en la metodología para los subsidios, impondrá una serie de reuniones entre el Estado y los artistas porque se trata de la entrega de un contrato de servicio, que en este caso la mercancía es teatral. De las habilidades y las respectivas inteligencias de las partes se espera que el público o la comunidad salga favorecido. Las agrupaciones que acepten esos contratos y sus respectivas condiciones, podrán presentar sus montajes y cobrar los respectivos boletos o hacerlo gratuitamente.
Este cambio que ahora orquesta el Ministerio de la Cultura es un avance en esas relaciones del Estado con los artistas, las cuales han terminado por ser vitales. Ojalá que la sensatez, de parte y parte, impere y no haya excesos.
No hay que olvidar que desde 1936, el Estado venezolano puso sus bolívares al servicio del teatro. A lo largo del siglo XX y en lo que va de esta convulsa centuria ha cumplido con sus aportes, subsidios o financiamientos para las disciplinas escénicas y artísticas en general. Y la mayoría de los artistas se han beneficiado o despilfarrado lo recibido, mientras que el público, que no tiene un organismo para ejercer una contraloría social de lo que esos creadores hacen y difunden, consume o rechaza lo llevado a la escena con los dineros públicos, o se escapa hacia el otro teatro, mal llamado comercial, pero que resulta más divertido o más contemporáneo, como lo ha demostrado el Ateneo de Caracas en los últimos años al albergar espectáculos de matices comerciales compitiendo con el Teatro Trasnocho y con el histórico Teatro Chacaíto. ¡Cosas veredes Sancho!

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