jueves, enero 05, 2006

Cabrujas vive

La primera década de la desaparición de José Ignacio Cabrujas (1937-1995) fue un buen pretexto para que respetables instituciones como Grupo Actoral 80 y Theja se lucieran con sendos espectáculos, los cuales al final de cuentas resultaron ser los mejores o los más importantes de la temporada 2005. El día que me quieras subió a escena bajo la dirección de Juan Gené e hizo una larga temporada en la Sala de Conciertos del Ateneo de Caracas, mientras que Autorretrato de artista con barba y pumpá era remontada por José Simón Escalona en el Teatro Alberto de Paz y Mateos.
El día que me quieras, con la nueva lectura escénica de Gené, continúa siendo una bella historia de amor con final difícil o abierto o confuso, la cual muestra el sufrimiento de unas mujeres sometidas a los designios de unos machos de fin de semana y del eterno deambular ideológico de los que se asumen como intelectuales izquierdistas en las repúblicas tropicales. Es una feroz diatriba contra todos los intentos por embozalar las ideas libertarias y es una exaltación más del amor sin tapujos e intereses, donde la presencia de Carlos Gardel es un delicioso pretexto. Se trata, pues, de una obra polisémica y cuyos significados sociopolíticos son de gran vigencia para estos tiempos bolivarianos.Pío Miranda (Héctor Manrique), Plácido Ancizar (Basilio Álvarez) y Carlos Gardel (Iván Tamayo), como también María Cristina Lozada, Gladys Prince y Marta Estrada, además de Juan Carlos Ogando, fueron los aplomados intérpretes que le dieron vida a esa prédica de Cabrujas que reivindica a las pacientes y sacrificadas mujeres venezolanas. Es el homenaje a la madre de Pío Miranda, quien se suicidó por un atraso en su pensión y con ello catapultó a su hijo hacia el comunismo.
Autorretrato de artista con barba y pumpá en la reposición que Escalona hizo para el 2005, porque él la estreno hacia 1990, rescató ahora sí la poesía del personaje Armando Reverón, el anciano y enloquecido pintor en el asilo psiquiátrico, y lo mostró en una fantástica etapa delirante de su insania mental, en una especie de recuento de lo que había sido su vida,con sus amores y desatinos, además de la lastimosa etapa final. Es una obra extraña porque propone al célebre artista como un ejemplo de todos los creadores que como él son explotados y manipulados por las sociedades en que viven. De cierta manera hay un paralelo existencial entre este personaje del mundo de la plástica y el autor, una creador del mundo de las comunicaciones, quien había sido explotado o esquilmado por las empresas hasta el momento de su muerte, trágicamente en Porlamar.
Pero si el contenido de Autorretrato de artista con barba y pumpá puede resultar confuso o simplemente anecdótico, queda para el espectador las delicias de un espectáculo múltiple,de un verdadero derroche de creatividad por parte del puestista Escalona, apuntalado en el trabajo de sus actores, especialmente en la perfomance poética de Javier Vidal, quien compuso al histórico anciano y ruinoso Armando Reverón como un ser juvenil y pletórico de vida, una contralectura a lo convencional o tradicional que se ha escrito del personaje.
En síntesis, Cabrujas fue el mejor autor del año 2005. Todavía su teatro está vivo y ojalá que así sea por muchos años, ya que su pensamiento es todavía guía de acción para estos tiempos difíciles.
También hay que recordar al montaje que dirigió Héctor Manrique en ocasión del 60 aniversario de los tres bombardeos atómicos estadounidenses en Japón. Con Copenhague de Michael Frayn, los caraqueños se pudieron enterar de las intimidades de dos grandes científicos que de alguna manera estaban en el proceso de creación de los artefactos nucleares.
El otro aspecto notable de la temporada 2005 es la insurgencia de Mimí Lazo y Esteban Trapiello en la producción de espectáculos teatrales, sin contar con el apoyo financiero del Estado. Ambos estuvieron en el Ateneo de Caracas y les correspondió abrir y cerrar la temporada con el unipersonal No seré feliz, pero tengo marido y la revista musical erótica ¡Oh,Caracas! El público se volcó a verlos.
Imposible cerrar esta crónica sin recordar al director Costa Palamides por la calidad de los espectáculos que le vimos a lo largo del 2005. ¡Viene despacio pero con fuerza!

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